35. Sin tumba, sin gracia

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Capítulo 35. Sin tumba, sin gracia

Ellos no están dispuestos a sacrificar a la reina, saben que es la pieza más importante del tablero. 

La espera parece interminable. No puedo seguir sentada, el trasero me duele una barbaridad.

Ladeo la cabeza para ver a Teinner que tiene las gafas puestas mirando hacia la esquina de la cuadra donde vive Violet. 

Violet, que no se fué como se lo dije. Violet, que me volvió a traicionar. Violet, que va a morir.

—Tengo hambre —murmura sin mirarme. Y una lenta sonrisa se dibuja en sus labios. 

Sé de qué clase de hambre habla. 

Aprieto su rodilla y gira la cabeza. No puedo ver sus ojos a través de las gafas, pero deben estar ardiendo como los míos. 

—Teinner —gimo. 

Su rostro se acerca al mío, su aliento roza mi mejilla. Está a un segundo de estampar su boca con la mía, pero se gira hacia el sonido de un auto. 

Una camioneta blanca estaciona en frente del edificio y tres guardias bajan, seguidos de Violet. 

Violet. 

Sigue a los guardias hacia el edificio y se adentran, inspeccionando alrededor por algún peligro. Pero ellos no nos ven. 

Teinner teclea en su celular y lo deja a un lado, dejando que el tono de llamada llene en el auto. 

—¿Qué pasa?

—Thomas —habla Teinner por el altavoz de su celular mientras alista su arma—. Necesito tu ayuda. 

—¿Para qué?

Teinner voltea los ojos. 

—Respaldo —responde como única indicación.

Thomas se ríe. 

—¿A quién vas a matar? ¿Al doctor que no encuentra la cura para Cali? —Bufa por el teléfono—. Hombre, deja de hostigarlo. Me dijeron que no sale de los laboratorios por miedo a que lo mates. Y lo…

—Suficiente —corta la oración de Thomas. 

No despego la mirada de Teinner que esquiva a toda costa mis ojos. Así que eso es lo que hace cuando sale sin decir nada, cuando no está en la universidad. 

—Debe estar viendo a alguien más —me dijo Verónica cuando la conversación salió. 

—No. No me está engañando —respondí con seguridad. 

Y lo sabía, porque cada vez que regresaba me buscaba con desesperación y pasábamos en la cama por horas. 

Y ahora tiene sentido el por qué; porque tiene miedo. Que el tiempo está en mi contra y no hay cura, porque los medicamentos no me quitarán la enfermedad, sólo la retrasa. 

Y se está desesperando. 

—Ven. Ahora mismo —gruñe hacia su hermano. 

Thomas exhala con exasperación. 

—Ya que. Manda la ubicación. 

Cuelga la llamada y se queda quieto. En silencio. Sin mirarme. 

—Teinner —comienzo.

—No quiero hablar de lo que escuchaste. 

—Tenemos un problema porque yo sí quiero. —Retiro el arma que tiene en la mano y la dejo sobre mis piernas—. Tienes que dejar de pensar en eso, te está carcomiendo la cabeza. 

Barracuda ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora