24. Necesito ruido

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Capítulo 24. Necesito ruido 

¿Qué vas a hacer cuando ella aparezca? Yo te recomiendo correr. Si la enfrentas, solo tiene una salida.

Me suelto de su agarre frunciendo el ceño. Le apunto con un dedo provocando que él aleje la cabeza. 

—No me toques si yo no te doy permiso y, no, Sebastiano no es mi padre.

Es la verdad a medias, si lo es legalmente, pero siendo sincera, él jamás lo fué. 

Así que, no estoy mintiendo, solo parcialmente. 

Kral me mira confundido, pasa su mirada por mi cuerpo, como si no entendiera las cosas. Él sabe quién soy, pero ya no está tan seguro y eso solo me da una ligera ventaja. 

Su aroma a loción corporal me invade cuando se vuelve a acercar. Sus ojos esmeraldas me miran fijamente y sonríe de lado. 

—¿No eres muy joven para estar aquí? 

—¿Acaso debo tener cincuenta, como tú, para poder entrar?

La sonrisa en su rostro se agranda y sus ojos me vuelven a inspeccionar, pero esta vez de forma totalmente diferente e indebida.

—No tengo cincuenta. 

—¡Qué alivio! —digo con exageración. 

—Tienes una boca bastante inoportuna. ¿Cuántas veces te metiste en problemas por eso? 

Soplo, volteando los ojos. 

—He perdido la cuenta. 

Llama al mesero tras la barra con un gesto de dos dedos y este se acerca sin demorar demasiado.

—Dame dos coñac. —Me mira con una ceja levantada—. ¿Bebes cosas fuertes?

—Prefiero evitar las cosas fuertes. 

Sus ojos se entrecierran. El mismo hombre que le avisó sobre los Klein se acerca y me da la espalda.

—Señor, su prima quiere hablar con usted en privado. 

—¿Y los Klein? 

El hombre se tensa. 

—No están cooperando, pero nos estamos encargando. 

Eso no suena bien. 

Kral le da una palmada en el brazo a su hombre y este se aleja. 

—Lamento la falta de respeto. —Sujeta uno de los vasos y toma un sorbo del contenido—. Son negocios.

—¿Falta de respeto de parte tuyo o el otro hombre?

Me señala con el dedo, moviéndolo varias veces como diciendo «muy buena respuesta.»

—Si, si. Por supuesto que eres ella. La hija de Sebastiano Bloom. —Se ríe, sosteniendo con una mano la barra. Se acerca y corta la risa de golpe—. ¿En serio piensas que soy tan idiota para no darme cuenta que entran en mi lugar sin mi permiso? ¿Qué es lo que quieren aquí? Los Klein tienen su propio lugar. ¿Qué. Hacen. Aquí?

Las últimas palabras suenan a una amenaza. Me acomodo en el asiento junto al suyo, aparto mi cabello con la mano y le sonrío sin ganas. 

—¿Mataste a tus familiares en las últimas horas? 

Encarga una ceja luciendo confundido. 

—¿Qué? 

Ahora es mi turno de lucir confundida. 

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