Capítulo 28: respirar.

70 10 17
                                    

Habían muchas cosas en esta vida lo suficiente incómodas para realmente generarte ganas de dejar de existir o de huir de allí tan pronto como pudieras o como tus piernas te lo permitieran

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Habían muchas cosas en esta vida lo suficiente incómodas para realmente generarte ganas de dejar de existir o de huir de allí tan pronto como pudieras o como tus piernas te lo permitieran. La más incómoda para mí de todo lo que me había sucedido en la vida podía decir que era tener que hacer el proyecto de literatura con Sebastián. Con el tiempo me había adaptado un poco a ello, pero siempre que tenía que hablar con él volvía a sentir que quería desaparecer de su casa y que el suelo me tragara.

No habíamos avanzado mucho, de hecho podría decir que no habíamos avanzado casi nada. La gran mayoría de cosas que se habían hecho habían sido hechas por mí. Según sabía por Raquel, ella y Dustin terminaron su proyecto hace una semana tal vez; Dominik y Jennifer iban bien, quién los ralentizaba en realidad era la pelirroja; Billy y Erika habían terminado al parecer —no tenía idea cómo, pero tampoco iba a preguntar—, mientras Sebastián y yo no llevábamos ni la mitad de lo que debíamos hacer. Intentaba calmarme diciéndome que aún hacía falta mucho para que acabara el semestre, pero al recordar que no llevábamos demasiado no podía sino desanimarme.

Para mi sorpresa, la buena noticia era que Sebastián había hecho algo de su parte ese día cuando llegué a su casa. La mala era que no había hecho mucho.

¿Cómo le reclamabas a un idiota que medía tres cabezas más que tú? Bueno, quizá no tres cabezas pero una sola era suficiente para intimidarme. ¿Cómo podía decirle a algo a Sebastián sin que sus dos dedos de frente y su masculinidad frágil se sintieran ofendidos por mis palabras? Al final tenía dos opciones. Callar o morir, las que de hecho no eran muy distintas porque si me callaba no íbamos a terminar el proyecto nunca.

Al menos parecía que dentro de las cuatro paredes de su santa morada, el orangután temperamental con menos de dos de IQ no iba a levantarme una mano, parecía que incluso no iba a levantarme la voz. Sin embargo, eso no me daba ninguna certeza de que no iba a golpearme cuando fuera a mi casa, siguiéndome por los callejones o incluso golpeándome en los patios de la escuela en frente de todos para demostrar un punto que no era ni razonable ni destacable. A nadie le importaba su existencia más que a sí mismo. Cuando eres así de conocido sueles tener muchos más enemigos que amigos y aún más cuando eres un completo cabrón.

Pero bueno.

Me distraje un momento en el que Sebastián se levantó de su asiento sin decir una palabra y se fue al baño, supongo. Podría haber tomado el tiempo que no estaba para seguir trabajando ya que él no iba a hacerlo, pero la incomodidad era tanta que sentí la necesidad de dirigir mi cabeza hacia otra situación y tomé mi teléfono móvil. Para cuando él volvió no me di cuenta hasta que me habló. Sebastián hablándome primero era un acontecimiento que nunca antes había sucedido.

—¿A quién le hablas? —reclamó como si fuera mi obligación responder a su pregunta.

—Lo siento, era algo importante —mentí. Evidentemente no era mi obligación responderle, pero como no soy lo suficiente valiente para llevarle la contraria en su propia casa, sentí la necesidad de contestarle. Pero responder no conllevaba a decir la verdad, y como era Dustin con quien estaba hablando, no iba a confesarlo.

El club de los rechazados.Where stories live. Discover now