Capítulo 11: cuando los robots sienten.

88 14 17
                                    

Después de haber leído el nombre de Bianca en una de las tarjetas y el hecho de que Dominik aceptara que lo que ponía en la tarjeta era su secreto, no podía observarles a la cara con naturalidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Después de haber leído el nombre de Bianca en una de las tarjetas y el hecho de que Dominik aceptara que lo que ponía en la tarjeta era su secreto, no podía observarles a la cara con naturalidad. Fingir que no sabía nada nunca se me había dado bien y quizá por ese motivo, muchas de las cosas que me habían sucedido, era porque no podía mentir acerca de lo que sé ni acerca de mis sentimientos. Entonces bien, en clase de literatura, cuando la maestra Bianca se paseaba de un lado al otro pronunciando cada palabra cuidadosamente, podía notar que sus ojos se detenían más de lo necesario en el asiento del rubio, pero cuando me giraba a observar a Dominik, él no la miraba, de hecho, la mayor parte del tiempo en que le miraba, su mirada se encontraba con la mía generándome un alto nivel de incomodidad.

Probablemente Dominik se había dado cuenta de que estaba analizándole a él y a la maestra, así que centraba sus reacciones en mí.

Tampoco pude evitar sentirme incomoda con el hecho de que después de que él me fuera asignado como mi compañero para el proyecto y yo fuera a quejarme con la maestra porque quería a alguien más, ella simplemente me dijera con su melódica voz: "Él es el mejor estudiante de mi clase. Él mejor que alguna vez tuve. Tú de hecho eres la peor... Y no querrás escuchar lo que sigue."

Claramente iba a decir que yo era la peor estudiante que había tenido en su clase alguna vez, pero el detalle no era ese, lo que menos me importaba en ese momento era yo misma. Solo podía pensar en su dulce voz y su melódico tono, quizá acompañado por una genuina sonrisa que en ese momento no advertí, decían que Dominik era el mejor estudiante de clase. Lo decía con absoluta certeza, completamente convencida de que lo que decía era cierto, aunque yo ahora solo podía pensar en "relación prohibida con una silla vacía".

—¿Qué tanto piensas? —preguntó el rubio, sacándome de mis pensamientos.

Inmediatamente mi incomodidad aumentó el triple, había olvidado totalmente el detalle de que él estaba sentado allí, frente a mí, con una actitud de absoluta despreocupación. Como Dominik no me generaba ni un ápice de confianza, no me atreví a ir a su casa para hacer el proyecto, por obvios motivos, tampoco le invité a mi casa. Así que estábamos sentados en una de las mesas de la biblioteca de la escuela.

—No entiendo nada —confesé seriamente. Él suspiró, se puso en pie y le dio la vuelta a la mesa para sentarse a mi lado después—. ¿Qué haces?

—¿Qué no entiendes? —insistió tomándome desprevenida—. Una compañera que no tiene idea de lo que lee, no me sirve de nada.

Lo observé de mala gana y sin más remedio, le dije en qué parte me había perdido. Él había sido quien había elegido el libro, yo, a decir verdad, no leía mucho así que dejé la decisión en sus manos. Sorprendentemente, eligió un libro bastante corto, la trampa era que en realidad era demasiado complicado y no se leía tan rápido como yo me pensaba.

No sé si fue una desgracia o una fortuna, pero Dominik hablaba demasiado bien, lo suficiente como para que quisieras escucharle seguir hablando y lo suficiente bien como para que no fuera complicado entenderle. En ese momento, nuevamente pensé en la maestra Bianca y en sus halagos hacia él, me dije que eran ciertos, pero aún tenía curiosidad de qué había detrás de esa sonrisa melancólica y esa voz nostálgica. De repente, Dominik se quedó en silencio y desvió su mirada, levanté una ceja sin entender qué había sucedido.

El club de los rechazados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora