Se burlaron de ella. La acusaron de débil, frágil, rara, inútil.
Se sintió mal por ello; sin embargo, no permaneció de brazos cruzados.
El destino tiene muchas formas de revertirse.
Ella ni siquiera lo planeó.
como tampoco estaba en sus planes ena...
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Mis dedos divagan por el papel una y otra vez con este empapado en mis propias lágrimas.
La noticia me golpea demasiado fuerte.
No se que hacer.
No se que decirle a mi papá.
No quiero perderlo y la solución a este problema no la encuentro de ningún modo.
Vuelvo a leer el pergamino nuevamente, intentando refrescar mi mente para hallar una bendita respuesta a este maldito problema.
"El ejército real, en nombre del gran Rey Vegeta solicita su presencia en la guerra en un plan por exterminar la amenaza de Lord Freezer. Es indispensable la presencia de todo saiyajin solicitado; de lo contrario, se tomará como desacato a la autoridad viéndose en la obligación el consejo real de acatar otras medidas. El soldado al que competa este llamado debe asistir a la carpa N°1551 donde se le hará entrega de su uniforme y se le comunicara su capitán asignado. División: clase baja".
- No lo comprendo -alegué para mi misma, de forma frustrada- ¿Porque llamarían a mi padre?. Hace años fuimos exiliados y su nivel de pelea nunca fue algo de otro mundo, ¡Solo buscan fastidiar!.
Eh de admitir que lo que mas me inquieta en este asunto es el famoso "desacato a la autoridad". No hace falta ser muy listo para saber a que se refieren con eso de "otras medidas".
Si dos mas dos es igual a cuatro, y la gravedad es lo que nos mantiene con los pies en el suelo, "otras medidas" significa muerte -como casi todo lo relacionado con el planeta-. Si hoy estamos vivos y podemos respirar, es gracias a que mi padre era muy amigo de un capitán que evitó su ejecución años anteriores.
Esta vez no creo que corramos con la misma suerte.
- Llegar aquí es cada vez peor -oigo una voz familiar hablar fuera del cuarto.
Escondo rápidamente el pergamino debajo de mi cama, recibo a nana con una inmensa sonrisa en mi rostro para evitar sospechas. No tantos dientes Gine, pareces payaso de terror. La mujer que me vió crecer entra en mi cuarto y en cuanto me ve así vendada y con algunas heridas en mi rostro su expresión de preocupada no tarda en aparecer.
- Nana -la saludo desde mi lugar agitando mi mano- antes de que te vuelvas loca y entres en pánico, las cosas con el viejo Tybo no salieron muy bien ayer.
- ¡Santo cielo! -ella corre en mi auxilio, tomando asiento en un costado de mi cama- ¡Mi niña!, ¡Le dije a tu padre que era una mala idea entregarte a ese vejestorio!.
No escucho por completo su regaño. En su lugar doy un suspiro, pienso que el plan de mi padre en comprometerme solo es para que deje este tipo de vida.
Los cultivos cada vez dan menos fruto, las ruinas se hacen mas presentes y la tierra está contaminada por la sangre de guerreros que son arrojados cerca de aqui en el crematorio. No es la mejor vida; pero al menos el está a mi lado. Aun con hambre, viviendo de forma precaria y padeciendo necesidades, no soportaría perder a mi padre.
- Nana, tranquila, estoy bien -intenté tranquilizarla con un abrazo.
- ¿Que fue lo que sucedió? -me exige explicaciones de manera intranquila.
Le explico a detalle todo lo que vivimos ayer y como por causa de mi torpeza ese viejo verde casi nos asesina. Incluso le hablo sobre ese soldado tan raro que me salvó: Bardock -aunque claro- omito el decirle que estaba aquí por una misión de entrega. Al parecer, se traga el cuento de que es un soldado que casualmente pasó por la casa a solicitar servicios de sastrería de mi padre.
Ella ya mas tranquila, va en busca de el botiquín de primeros auxilios para curar los moretones y heridas que tengo en el cuerpo. Otra vez ese ardor del demonio se hace presente cuando una gasa con alcohol se desliza sobre mi vientre.
La imagen de Bardock trazando camino con la gasa en mi estómago hace que mi sangre se caliente de repente. Por Kami, que clase de pensamientos impuros y deliciosos son esos.
- Al parecer las hormonas de alguien se alborotaron con el soldadito -sube y baja sus cejas causando un sonrojo de mi parte- ¿Era guapo?. No te culparía por echar una miradita mi niña, es normal alegrar un poco los ojos si pasaste tu vida al lado de dos ancestros como nosotros.
- ¡Nana! -le reproché aun con las mejillas sonrojadas- ¡Que cosas dices!.
Ella besa mi frente y sigue molestando respecto a Bardock, asegurándome que ya estoy en la edad de las mariposas y no se que otras tonterías mas. Por mi parte, me concentro demasiado en buscar un plan que salve a mi padre de la guerra.
Nana baja a la cosina para verificar que mi padre está bien, me enuncia también que bajará a hacer una sopa para que me recupere.
Aprovecho esos minutos en su ausencia para darme un baño rápido y vestirme sin que se de cuenta. De seguro, si le digo que saldré de la casa para ir al planeta Vegeta me matará.
Oculto mi ki, escapando por la ventana lo mas sigilosamente que puedo; no sin antes, tomar un poco de abrigo y el pergamino que el soldado entregó. Un nudo de angustia invade mi pecho, tengo mucho miedo; aun así no permito que me impida avanzar. Nunca antes estube en el planeta Vegeta, todas las cosas que escuché por parte de mi nana y papá no son precisamente buenas. Da igual, me concentro y fijo en mi mente que es momento de hacer lo necesario para defender nuestras vidas.
Mantengo la esperanza de poder salvarnos de un trágico destino.
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- Toteppo -llamó la atención su capitán- ¡Maldita sea Toteppo!.
Golpeó la gigantesca mesa de ese bar que frecuentaban, fastidiado de hablar y no ser atendido por uno de sus soldados. Desde hace ya varios segundos le hablaba y el contrario parecía perdido mirando directo a la entrada.
- Es como un angel -murmuró el soldado embelesado.
Los demás imitaron la acción del peli-palmera quién miro qué -o mejor dicho quién- llamó tan poderosamente la atención del soldado. Bardock alzó una ceja al mismo tiempo que una mueca confundida se apoderó de su rostro.
- ¿Que? ¿La loca? -inquirió para si mismo, en voz alta.
Mientras tanto, una pequeña y tierna saiyajin era empujada e insultada por su torpeza al caminar. Ahí estaban otra vez, destinados a cruzarse sin siquiera saber que algo crecía entre los dos.
