Se burlaron de ella. La acusaron de débil, frágil, rara, inútil.
Se sintió mal por ello; sin embargo, no permaneció de brazos cruzados.
El destino tiene muchas formas de revertirse.
Ella ni siquiera lo planeó.
como tampoco estaba en sus planes ena...
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Narra Gine.
El techo que está sobre mi cabeza es lo primero que veo al despertar: es un color blanco, casi encandilante que me llega a los ojos y hace que los cierre por una fracción de segundos. Ésta no es mi casa, mis paredes -incluso el techo- estan pintadas de un amarillo pastel.
No hay decoración alguna, solo un pequeño retrato que adorna una mesita de luz vieja la cual logro divisar a lo lejos. Una habitación tan aburrida, pulcra y apática solo puede pertenecer a una persona.
- Bardock.
En cuanto acabo de pronunciar su nombre, los recuerdos de la noche anterior me golpean con brutalidad. Recuerdo como el asqueroso de Tottepo quiso abusar de mi; no menos importante, recuerdo lo enojado que se comportó Bardock y como me defendió con una furia única.
Como si yo le importara.
Mis mejillas se tiñen de rojo y me cubro por completo la cara, cuando siento palpar mi cuerpo desnudo sobre la frazada que me cubre.
Estoy en la habitación de Bardock, él me trajo a su casa después del ataque de anoche.
Ok Gine, debes agradecerle por su amable gesto y, no...
No.
:- No puedo.
Sostengo con fuerza los bordes de la tela acolchonada, la aferro mas a mi cuerpo. Mis pies tocan el suelo frío, se mueven rápidamente en la habitación buscando una salida.
Estoy mas que avergonzada en este momento.
El me vio, en ese estado tan vulnerable, acabada. Se dio cuenta de que no soy nadie y ahora me siento terriblemente mal.
La puerta se abre porque anteriormente giro el picaporte con insistencia. Antes de que pueda notarlo, ya estoy en la entrada principal y por pena, u orgullo, no puedo permitirme ver la cara de Bardock.
Ni siquiera puedo correr porque una avalancha de nieve se avecina sobre mi. La tormenta de anoche dejó secuelas, es imposible salir de aquí sin enfermarse. Apuesto a que afuera las ventiscas heladas están azotando cada casa del planeta.
Estoy acabada.
No me queda de otra que volver a cerrar la puerta con dificultad.
Entre tanto pensar, termino por ir hasta la cocina para buscar ingredientes con que hacerle un desayuno a Bardock. Seguramente tenga tanto hambre como yo y volar desde la frontera hasta aquí, padeciendo altas temperaturas es muy agotador.
Mis manos se deslizan por la nevera y el contenido me decepciona a tal punto de querer golpear a cara cortada.
