Se burlaron de ella. La acusaron de débil, frágil, rara, inútil.
Se sintió mal por ello; sin embargo, no permaneció de brazos cruzados.
El destino tiene muchas formas de revertirse.
Ella ni siquiera lo planeó.
como tampoco estaba en sus planes ena...
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- 𝗣𝗥𝗘𝗣𝗔𝗥𝗔𝗧𝗜𝗩𝗢𝗦 -
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Narra Gine.
Intentaba mantener el equilibrio, me esforzaba al máximo por sostener mi estabilidad y no quería caer del pequeño banquito.
Me encontraba lo más quieta posible.
Un par de centímetros por encima del suelo y además tenía el honor y privilegio, de poseer la misma estatura que tenía la mujer delante de mí.
Lo que callamos las enanas.
Conseguí ser un poco más alta.
Pero.
¿A que costo?
Corría el riesgo de caer al suelo y estamparme de boca, por culpa del débil artefacto de madera que se ubicaba debajo de mis pies (dicho sea de paso, tiene las patitas más delgadas que las mías).
Mei sujetaba unos cuantos alfileres a los costados de mi cintura. Con aguja e hilo trazaba un camino alargado, hasta formar una costura lo suficientemente fuerte para sostener el vestido.
Lo trajeron para mí, después de salir corriendo del patio de ejecuciones.
-Quédate quieta -exigía con impaciencia una de las mujeres que la acompañaban- vas a arruinarlo todo si te mueves como una lombriz.
-No insultes a las lombrices de ese modo -una rubia que estaba del otro lado, me observaba con una mirada cínica en el reflejo del espejo- al menos ellas tienen más de donde agarrar.
-De verdad no entiendo como Bardock pudo preferir a esta mujer tan ordinaria por encima de tí, Mei -es uno de los tantos comentarios despectivos que hicieron sobre mí y mí unica respuesta, fue ignorarlos.
La tristeza tan grande y profunda que cargo el día de hoy, no me permite tener ánimos de nada.
En verdad.
Siento que en cualquier momento mí cabeza va a estallar.
-Mei -la llamé un par de veces y después de nombrarla por alrededor de medio minuto, ella se fijó en mí- me estás lastimando. ¿Podrías hacerlo más despacio? Si quieres puedo ayudarte con eso.
No quería molestar.
Pero, alrededor de cinco minutos consecutivos, me abstuve de pronunciar cualquier queja referida al insoportable pichazo que sentía en mí costilla derecha.
Los comentarios de esas odiosas mujeres solo hicieron que Mei incrementara la velocidad de sus puntadas, y ya no podía aguantarme.
Después de todo, mí cuerpo aún estaba muy debilitado y tenía hematomas que dolían, con solo precionar un poquito cerca de ellos.
