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Si la solución no ameritaba sus puños, los saiyajins no sabían como resolver conflictos, pasaron los minutos y ninguno encontró la forma de cerrar el trato

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Si la solución no ameritaba sus puños, los saiyajins no sabían como resolver conflictos, pasaron los minutos y ninguno encontró la forma de cerrar el trato. "Si me dicen como sacarla de ahí, volveré a entrenarlos" Bardock propuso sin mucho exito, todos seguian con el mismo semblante pensativo.

Sus pasos iban y venían, desplazándose en la madera desgastada pisada por la suela de sus zapatos. Pudo ser un infortunio para él que aquellos soldados irrumpieran en su casa furiosos, reclamándole tantas cosas, cosas que ahora eran un segundo plano para él; pero de no ser así, la desesperación lo hubiese consumido.

Generalmente, el se desenvolvía a la perfección en situaciones de estrés, momentos que lo ponían a prueba. Era pragmático, útil, implacable y la fortaleza de su carácter salía a relucir cuando era llevado al límite.

No entendía como, pero el de la cicatriz siempre se las ingeneaba para traer de regreso a su tropa completa.

Simples soldados.

Un número más, que no era redundante para él y no significaba nada.

Y a ella...

Que quería conservarla en su vida con todas sus fuerzas.

A la mujer que lo hacía sentir diferente.

No tenía la más mínima idea de como salvarla.

La mente de Bardock ahora se encontraba en blanco. Era como si esta vez le estuviese jugando una mala pasada, rememorando momentos en los que sus pulsaciones se aceleraron, tenía la sensación vívida de unas manos pequeñas que acariciaban su pelo, extrañaba esa calidez en el pecho que ya no existía.

Morirá...

No puedes hacer nada...

Despójate de todo. Arranca de tu pecho esa sensación, porque nunca más la verás de nuevo.

—No... —se dijo a sí mismo con rabia, ignorando sus pensamientos. Los ojos se le aguaron, por aquella angustia que carcomía su cuerpo.

No paraba de dar vueltas alrededor del sillón con la ansiedad a pleno. Una mano lo detuvo, ya exhausta de observar lo patético que se veía su capitán, sumido en desesperación por una muchacha cualquiera, Mei lo detuvo tomando su hombro.

—Suficiente, mueve el culo —no le importó lo pésimo de su humor, o que quisiera asesinarla con la mirada— rescataremos a tu absurda compañera.

Casi como una máquina, Bardock reaccionó avanzando sin expresión alguna en su rostro. Se puso sus zapatos, vistió la clásica armadura que hace semanas no portaba, e ignorando su aspecto descuidado cruzó la puerta de su hogar.

Varios soldados lo siguieron después de eso.

—Mei ¿Estás segura de lo que dices? —una de sus complices la indagó de manera chismosa— ¿Podrás salvar a esa muchacha?.

Corazón Gerrero ┋ (Bardock x Gine)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora