Se burlaron de ella. La acusaron de débil, frágil, rara, inútil.
Se sintió mal por ello; sin embargo, no permaneció de brazos cruzados.
El destino tiene muchas formas de revertirse.
Ella ni siquiera lo planeó.
como tampoco estaba en sus planes ena...
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- Entonces ¿Como va todo? -lo interrogó con una cordialidad repentina.
El soldado se paseó por su casa e ignoró por completo la amabilidad fingida de Bardock. Era muy temprano y no en mucho tiempo deberían asistir al entrenamiento.
¿Que hacia el saiyan ahí?.
No tenía ni idea.
Pero no dejaría de lado su ritual de cada mañana y en lugar de escucharlo, se dirigió a la cosina a preparar café.
Cuando hubo acabado, regresó al living donde aguardaba el saiyajin de la cicatriz. Le ofreció una taza, para seguido de esto observarlo con detenimiento y tomar asiento a su lado.
- Entonces... -prosiguió hablando el capitán.
A Pumbukin le fue imposible no esbozar una sonrisa.
- ¿Que quieres? -cortó de raíz, al ver como el contrario se esforzaba por hallar las palabras correctas.
- ¿No puedo ver a un subordinado? -lo interrogó, intentado no parecer tan mezquino.
El contrario bufó, se preguntaba que clase de bicho raro le había picado a su capitán.
- ¿Tu de visita? -cuestionó de regreso, con intenciones de demostrar que sonaba ridículo- no eres sociable Bardock, tampoco hablador. Sin embargo, aquí estás creando charla en mi casa y dices querer verme ¿Que sucede?.
Le avergonzaba pedir ayuda.
Mas tratándose de un tema como ese.
Bardock era muy orgulloso, tomar la decisión de asistir a la casa de Pumbukin le había costado horrores; pero prefería eso, en lugar de ser examinado por los médicos.
Ayer, fue la gota que rebalsó el vaso.
Le había dolido el pecho de manera tan aguda que decidió hacer algo al respecto. Ni siquiera pudo dormir demasiado y se reflejaba claramente en las notorias ojeras que tenía bajo los párpados.
- Tú, eras parte del cuerpo medico ¿No es así? -ante su pregunta, recibió un asentimiento.
- ¿Por qué? ¿Estas enfermo? -le siguió la conversación, para volver a sorber un gran trago de café.
- Algo así -afirmó el capitán, quien seguía con el vaso de café intacto entre sus dedos.
Pumbikun lo observó de pies a cabeza.
Por si acaso, se alejó levemente para tratar de no ofender a Bardock.
En su juicio como medico, no parecía para nada enfermo: la voz se le escuchaba bien, su aspecto era sólido como de costumbre y no notaba nada raro; salvo el cansancio que manifestaba por su expresión.
- ¿Que síntomas tienes?.
Bardock se detuvo a analizar lo que le había sucedido las últimas semanas.
