La verdad y nada más que la verdad.

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Lauren

Sólo hasta que estuve en mi casa quitándome la ropa para meterla a la lavadora me di cuenta de que había un papel en el bolsillo de la chaqueta. Un papel que yo no recordaba haber puesto allí.

Bostezando, lo abrí para leer qué decía.

"Quisiera hablar contigo, fui la psiquiatra de Camila cuando era pequeña. Hay un par de cosas que deberías saber antes de seguir con ella. Búscame en la clínica donde su madre estuvo internada. Pregunta por Leticia."

Apenas y podía entender lo qué decía porque, como todo doctor, tenía una letra casi indescifrable.

Era evidente que el papel era para mí. Seguramente lo habían puesto durante el velorio cuando cualquiera podía acercarse. No recordaba a nadie en especial.

Me recargué contra la lavadora pensando en si debía o no acudir al llamado de la psiquiatra. ¿Qué me podía decir? ¿Qué me podía decir que yo ya no supiera? Es decir, Camila ya me había sus más íntimos secretos, incluyendo lo del sexo con su propio padre. Aún no superaba ese dato. Pero tenía la duda de si buscar a la psiquiatra. Estaba segura de que a la castaña no le gustaría ni poquito que yo me pusiera en la tarea de hurgar su mente a través de una tercera persona que, posiblemente, la conocía más que ella misma. La curiosidad me picaba.

No fue hasta que me encontré subiendo en el bus que me dejaría en la clínica a las afueras de la ciudad que caí en cuenta de lo que estaba haciendo. Pero ya estaba a mitad de camino, no me devolvería.

La ocasión que vine en el carro con Camila no había notado que, antes de la entrada principal, había una reja. Desde ahí la clínica parecía más una mansión vieja y embrujada que un hospital psiquiátrico. Me recordaba a una película llamada "El Orfanato".

Casi suelto la risa cuando caí en cuenta de que pasar mi tiempo con Keana había tenido sus consecuencias; ahora no podía ver o escuchar algo sin compararlo con una película.

Era terrorífico, y sonaba también pero, parecía que me había convertido en una especie de fusión entre Keana y Camila. Tal vez un poco sarcástica y cruda como Camila pero algo inocente como Keana. Suspiré aburrida. No podía seguir con ambas así como así. No importaba si Camila lo sabía y Keana no, ninguna de las dos se lo merecía.

Antes de alcanzar el timbre, alguien me habló por detrás y el corazón casi se me sale de un grito.

- Tranquila, Lauren- dijo una mujer de cabello rojo castaño y ojos grises - No pensé que fueras a venir- sus mejillas estaban salpicadas de pequeñas pecas pero su rostro no se veía para nada infantil. Llevaba una bata blanca, una falda recta hasta las rodillas y unos tacones negros.

Tuve que esforzarme por controlar los latidos de mi corazón.

- ¿Le...leticia?- tartamudeé.

- Sí, cariño- respondió algo molesta - justo regresaba de buscar unas flores que crecen fuera de la clínica, a una de las pacientes le gustan mucho- explicó mostrándome unas flores moradas que tenía en las manos - ¿Entramos?- invitó.

Tragué saliva. Ahora que estaba sola, sin Camila, podía sentir todo el peso de ese lugar. Me intimidaba. Lo veía muchísimo más grande que yo, capaz de absorber personas que, en lugar de curarlas, las volvía peores. Alguien loco debía ponerse peor después de estar ahí adentro.

Forcé una sonrisa y entré junto con la señora.

El recorrido fue silencioso. Parecía que notaba mis nervios y no me presionaba. Por un momento me pidió que esperara al lado de una recepción mientras ella iba a entregar las flores. Regresó a los pocos minutos y me llevó a su oficina. Con un gesto me indicó que me sentara frente al escritorio mientras que ella lo hizo del otro lado de la mesa.

friends with benefits / camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora