primer cuarto.

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Camila

En la parte trasera de la escuela está el gimnasio y dentro de éste se está jugando un partido de baloncesto. Es un gimnasio bastante amplio, al menos para mil espectadores.

Mi novio -ex novio-, es alero y capitán del equipo. Sí, ese mismo de cabello café oscuro, nariz perfilada, piel con bronceado natural, ojos avellanas, 1'80 y sonrisa de ganador. Su nombre es Austin Mahone, tiene el balón, esquiva a dos defensas del otro equipo, le hace un pase a David, su mejor amigo, éste esquiva otro defensa y le regresa el balón, Austin se detiene en la línea de tres puntos, lanza y... ¡ANOTA!

Las porritas saltan y gritan al unísono del público que defiende su equipo local. Luego, hacen una formación y cantan un par de rimas de burla lideradas por su capitana, es decir, yo, Camila Cabello. Tengo el cabello medio ondulado castaño con algunos mechones negros, piel morena, ojos cafés, 1'57 de estatura, senos medianos, cintura pequeña, cadera justa, piernas largas... en fin, soy perfecta.

Ya sé lo que están pensando, "la típica pareja de plásticos". Vale, no les voy a negar que sea un poco... ¿arribista? Pero no es mi culpa que los demás se dejen pisotear. Es decir, yo soy yo por encima del resto del mundo.

Justo detrás de las porristas, en la cuarta línea de sillas, hay una chica de cabello liso negro, ojos esmeraldas, 1'63 de estatura, tez blanca, labios gruesos, jeans rotos, camisa blanca, chaqueta negra, converse negras y mirada fiera. Su nombre es Lauren Jauregui y es mi amante - ¿o examante?-.

El partido anterior, data de cuando todo era perfecto -dentro de lo poco que abarca esa palabra en mi vida-, y es un video en un plasma frente a mí. Estoy atada y amordazada, Lauren está a mi lado demasiado calmada para mi gusto y Austin parlotea algo desde la cocina. Ojalá aquello fuera un trío sadomasoquista y no un secuestro...

La verdad, no puedo parar de llorar de la rabia más que de terror. Estoy completamente humillada y mi cabeza trabaja planeando mil y un formas de acabar con ese idiota.

Lauren me mira e intenta calmarme con su expresión, una que dice algo como: "no te preocupes, todo estará bien, lo golpearé y nos largaremos, no sé cómo pero lo haré".

Blanqueo los ojos y miro hacia otra parte. Siendo honestos, no hay nada de "bien" en esta situación. Debo reconocerlo, lo que sucede es mi culpa, si tan sólo hubiera manejado mejor la situación sin dejarme llevar por el ego -y el corazón-, muy seguramente no estaríamos en esta situación.

El crujido de la madera del piso me indica que el basquetbolista está de regreso y cuando levanto la vista el brillo de un enorme cuchillo me deslumbra. Lo conozco lo suficiente como para saber que mi rostro será la primera víctima de ese filo.

Por inercia intento alejarme arrastrándome hasta que la pared me detuvo. Trato de pronunciar algo pero la maldita mordaza no me deja hablar.

Pero, ¿Cómo llegue a esa situación?

Primero debemos regresar en el tiempo poco más de un año. El partido del video es de hace unos seis o cinco meses.

El invierno navideño se suponía que ya debía haber terminado pero la nieve seguía cayendo. Sin embargo, las clases iniciaron con normalidad.

Era mi último grado de preparatoria antes de la universidad pero, por desgracia, mi horario de clases sufrió un terrible cambio por error del sistema y sólo tenía una clase en común con mis supuestas amigas. En las demás me tocaba con personas que sabía llevaban mucho en la escuela pero que nunca determiné.

Por fortuna, no tenía nada de bruta como otras chicas de la escuela y sin problema podía desempeñarme en las clases.

La primera de ese día fue Química. Como era la primera semana y el frío todavía azotaba, el profesor se limitó a recordar terminología del curso anterior, a lo que respondí unas cuantas. No muchas para ser nerd ni muy pocas para ser plástica.

friends with benefits / camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora