Capítulo 75

554 47 15
                                    

Mi corazón martillaba con tanta fuerza contra mi pecho que esperaba que en cualquier  momento este saliera de mi cuerpo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi corazón martillaba con tanta fuerza contra mi pecho que esperaba que en cualquier  momento este saliera de mi cuerpo.

Mi pie no paraba de golpear nerviosamente contra el piso de madera y mi vista estaba pegada fijamente en la puerta de madera, esperando impacientemente a que la hermosa dueña de mi corazón la atravesara con su "hermana" a su lado, pero no sucedía, eh estado esperando por más de 10 minutos la llegada de ambas castañas, pero nada.

— ¿Creen que haya pizza a domicilio? — abrí mi boca sorprendido al escuchar con tanta clarides esa melodiosa voz alegre.

Y la vi, vi a Liv bajando despreocupadamente por las escaleras con su cabello húmedo y una sonrisa en su rostro.

Fruncí mi ceño y sentía que me iba a caer de trasero en cualquier momento. Ella... Ella no había salido en ningún momento.

Tomé una gran bocanada de oxígeno, el sonido que provoqué fue tan fuerte que llamó la atención de la recién llegada que me observó curiosa con una ceja arcada.

— ¿Que sucede? Estás muy pálido — dijo Liv acercándose a mi.

— No, dios, no — negué con la cabeza dejando que la preocupación me inundara por completo.

Y sin llegar a pensarlo dos veces tomé mi abrigo corriendo fuera de la casa sin mirar atrás.

La nieve estaba cayendo sin parar y me entumeció de pies a cabeza.

Corro con todo lo que pueden mis piernas con este frío infernal que había, buscando con la mirada borrosa por todo el lugar el pequeño cuerpo de la chica, sin encontrar nada durante minutos eternos de búsqueda. Me empecé a desesperar, ya sentía cómo las lagrimas de impotencia querían salir de mis ojos buscando sin mucho éxito por todo el bosque repleto de nieve.

No había señales de Emma y eso me estaba matando.

— ¡Emma! ¡Emma! — grité lo más fuerte que podía sin preocuparme dañar mis cuerdas vocales.

No me importaba nada más que encontrarla.

Seguí corriendo a tropezones por la gruesa nieve sintiendo mi cuerpo congelarse poco a poco en el trayecto, gritando sin parar su nombre por la silenciosa noche blanca.

— Joshua... — el suave murmuro femenino llegó a mis oídos como la melodía más milagrosa del mundo.

Y la vi, vi un pequeño bulto en sobre la nieve que temblaba sin parar. Corrí llegando junto a ella en un solo pestañeo, tomé su rostro frío como el hielo entre mis manos, observando su rostro pálido y sus carnosos labios colocándose azules.

— Hey, preciosa, soy yo. Abre tus ojos — le rogué en un hilo de voz y al ver que no contestaba, me desesperé.

Tome el pequeño cuerpo de la chica entre mis brazos sin problema y la cargué en vuelta de la casa, pero había recorrido tanto en su encuentro, que me perdí. Perdí la orientación y ya no sabía que hacer, sentía que iba a estallar en lagrimas de frustración.

Entonces vi esa pequeña casulla en medio de la nada, pequeña y de madera.

— Emma, estarás bien, te lo prometo — murmuro sintiendo cómo mi garganta se apretaba por el frío, ardía hablar.

Afirmé el cuerpo de la chica contra mi pecho dirigiéndome a la casa donde abrí la puerta de una patada sin preguntarme antes si había alguien, pero no había nadie.

Dejé el frío y pequeño cuerpo de Emma contra una chimenea que por ahora se encontraba apagada y con desesperación empecé a buscar por todo ese lugar algo para taparla encontrando una viejas y sucias mantas, pero no importaba, servían. Las coloqué sobre la chica sin recibir respuesta alguna, solo murmuro bajos que no entendía. Por lo menos seguía consciente.

— Josh — la voz clara de la chica llamó mi atención mientras yo seguía en búsqueda de algo para prender la chimenea que tenía tan solo un par de troncos — Tengo sueño.

— Emma, prenderé el fuego, solo aguanta despierta un poco más.

Y gracias a dios que encontré una caja de fósforo que prendí con mucha dificultad por tener los dedos congelados. Ya encendida la chimenea corrí hacia el menudo cuerpo de la chica tomándola entre mis brazos atrayéndola hacia mi pecho.

— Tengo frío — murmuró Emma con una voz apagada, adormecida.

Relamo mis labios y la muevo un poco para mirar su rostro, demacrado, pálido y sin ningún brillo que tanto amaba de ella — Emma, no sé que hacer — murmuré desesperado en un hilo de voz dejando caer las lagrimas.

Estaba más asustado que nunca. La mujer que amaba estaba helada como un hielo entre mis brazos y casi inconsciente.

— Calor... — intentó decir, pero se atoró tosiendo con fuerza. La miré preocupado temiendo por que le saliera un pulmón por la fuerza que colocaba en toser.

Ella empezó a respirar por la boca y llegó su mano temblando a mi mejilla bajando por mi cuello provocándome escalofrío por el cambio de temperatura. Y lo entendí.

— Calor corporal — murmuré comprendiendo a lo que se refería.

Moví el cuerpo de Emma un poco más cerca del fuego y me empecé a quitar el abrigo seguido de la sudadera y la camiseta de manga larga quedando con el torso desnudó. Una brisa golpeó mi cuerpo llegando a helarme los huesos, pero eso no importaba.

Destapé a Emma, le quite su húmedo abrigo, después su sudadera, después su camiseta dejándola en una camiseta corta de tirantes, en todo el proceso ella solo me miraba con los ojos entre cerrados y su boca abierta, como perdida.

Entonces atraje su cuerpo al mío y la empecé a recostar en el piso sobre la ropa que coloqué como una manta y después coloqué las mantas que encontré allí sobre nosotros. Emma débilmente pasó sus brazos por mi torso provocándome escalofríos por los fríos de sus dedos. Abracé su cabeza contra mi pecho escondiendo mi rostro en su húmedo cabello. Entonces todo empezó a mejorar, el calor inundó mi cuerpo al sentir sus labios chocar cortamente mi pecho. Sonrío de lado con aún la preocupación palpable en mi corazón, pero ella estaría bien, estaríamos bien.

Todo estaría bien si estábamos juntos, ella lo sabía, yo lo sabía. Porque lo único que necesitaba para estar bien, era a ella.

 Porque lo único que necesitaba para estar bien, era a ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sofiadaaholland

EXCHANGE, Joshua BassettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora