El almohadón de plumas.

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Advertencia: No es cannon. Este OS está inspirado en un cuento llamado "El almohadón de plumas".

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 Habían pasado una tranquila y bonita luna de miel. Se habían dedicado a mimarse y sonreírle a su nueva vida de casados, disfrutando el uno del otro en todos los sentidos y de todas las maneras posibles. 

 Ella, infantil y divertida, era como una bocanada de aire fresco para él, tranquilo y tímido. Sin embargo, para una mujer cariñosa y conversadora, aquel hombre era muy reservado y poco expresivo, aunque ella lo quería así y le daba igual lo que otros dijeran.

 Él, por su parte, la amaba con todo su ser, pero lo hacía en silencio. No era de los que lo demostraban al mundo, era más bien de esos que solo necesitaban que quien amaban supieran que el sentimiento era mutuo. Y ella lo sabía.

 Ambos vivían en una bella casa. Él le habría dado su propio palacio, con tal de que ella fuese feliz, pero ella era humilde y no pedía mucho. Simplemente quería una casa cálida y hogareña, lo más similar a una cabaña o a una gran casa de familia, y él se la dio.

 En esa bonita casa, dónde juntos crearon un hogar, Ginny pasó todo el otoño. 

 Ella quería una familia, procrear, pero él no podía dársela y se lo había advertido antes de casarse, puesto que no quería privarla de nada. Pero ella lo amaba y si tenía que sacrificar sus sueños de ser madre por él, lo haría sin dudarlo, aunque le doliera en el alma.

 No es raro que adelgazara por no poder cumplir con su sueño. Pero luego tuvo un ataque de influenza que se arrastró días y días; Ginny no se reponía nunca. Al fin, una tarde, pudo salir al jardín -que no parecía muy vivo-, el invierno había llegado arrasador y las flores cálidas que ella había plantado con mucha anterioridad, no podían vivir en tales condiciones, por lo que simplemente murieron.

 Todas, salvo una, una rosa blanca.

 Ella apoyada en el brazo de él, miraba de un lado al otro, sin aquella luz que normalmente poseían sus ojos. Eso no le gustó a su esposo, quien, ya preocupado, pasó su mano cuidadosamente por el largo y pelirrojo cabello de ella.

 Ginny se rompió en llanto al sentir aquel contacto y, echándole los brazos al cuello, escondió su rostro en el pecho de él, para llorar. Lloró largamente todo lo que se había callado, aquel eterno malestar que estaba sintiendo, mientras rompía el corazón de su esposo que no podía no sufrir al verla llorar.

 Los sollozos cesaron luego de un rato, pero ella se quedó inmóvil en aquella reconfortante posición. 

 Sin moverse. 

 Sin decir palabra alguna.

 Fue ese el último día que estuvo de pie, levantada, ya que al día siguiente amaneció desvanecida. Su esposo, Harry, llamó a su médico, quien la examinó con suma atención, para luego ordenarle calma y descanso absolutos.

-No sé- le dijo el médico a Harry, una vez lejos de los oídos de Ginny-.  Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

 Al otro día Ginny parecía haber empeorado. Otra vez el médico vino a la casa y otra vez la revisó. Su diagnóstico fue una anemia agudísima, completamente inexplicable.

 Ginny no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente hacia la muerte.

 Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Se pasaban horas sin oír el menor ruido. Ginny dormitaba y no hacía ruido alguno, más que respirar pausadamente. 

One-Shots | Harry x Ginny.Where stories live. Discover now