Epílogo. Pandi de Pandemia

74.1K 4.4K 1.6K
                                    

(al final del epílogo hay una nota que me gustaría que leyerais)

k e n n e t h

―¡Hola, hola! Bienvenidos y bienvenidas... a mi canal. Hoy es... 15 de abril, si no me equivoco, y llevamos, ¿qué? ¿Trescientos cinco días de confinamiento?

―Exagerada ―murmuré sin levantar la vista de los papeles.

La miré de reojo al ver que no decía nada y vi que había girado su cámara, a la que llamaba Rosie, y me enfocaba a mí. Alcé mis cejas.

―Confinada con este hombre, al cual cada día amo menos porque ha dejado de querer jugar conmigo al Twister.

Me reí por lo bajo, negando con la cabeza y volviendo mi mirada a los papeles y a mi ordenador.

―Si me propusieras jugar una vez al día o cada dos, quizás no me aburriría. Pero cinco veces al día es exagerado, cariño.

―¡El Twister no aburre! Si esta persona, con la cual llevo más de un año de relación, me quisiera de verdad, jugaría conmigo.

La miré de nuevo, mirándolo incrédulo mientras giraba de nuevo la cámara hacia ella. Me sacó la lengua.

―Lo que pasa aquí con mi novio, futuro ex novio si no vuelve a jugar conmigo al Twister, es que se pasa la mañana trabajando y por la tarde no quiere jugar conmigo porque dice que tiene casi treinta años y que su cuerpo no le permite hacer cosas que requieren mucha habilidad. ¡Monopoly! ¡Quiere jugar al monopoly! Y claro, él, que es empresario y esas cosas, me gana siempre porque sabe cuándo comprar y vender, y cuando... ―Gruñó―. Siempre me gana y a mí me gusta ganar de vez en cuando también.

―Y cuando te dejo ganar te enfadas. No hay quién te entienda.

Me aguanté la risa cuando la escuché bufar.

―Luego sigo con el vlog, amigos y amigas. Ahora haremos la comida y os mostraré qué hacemos.

Lanzó besos a la cámara y, tras apagarla, se levantó y se acercó a mí. Se arremangó un poco la camisa mía que llevaba puesta, subió a la mesa y se sentó encima de ésta. Se cruzó de brazos y me miró.

―Dime, cariño ―dije a sabiendas que quería algo.

―¿Que te diga qué?

―¿Qué es lo que quieres? ―Sonreí un poco.

―Quiero que me hagas caso, que me prestes atención...

―Kayla, amor, yo te hago caso ―murmuré apartando mis papeles y ordenador hacia un lado―. Solo trabajo por las mañanas y...

―De ocho a dos ―se quejó―. Y luego quieres jugar al Monopoly en vez de a lo que yo quiero y... y... ―Hizo unos pucheros que me parecieron demasiado reales. Y así fueron porque unos lagrimones le bajaron por sus mejillas. El corazón se me encogió dolorosamente y me levanté rápidamente.

―Ey, Kayla... ―susurré acercándome. Ella negó con la cabeza, sin dejar que me acercara.

―Antes de que nos confinaran a penas nos veíamos porque trabajábamos mucho los dos y no pasábamos tiempo juntos más que por la noche o en los almuerzos. Y ahora que nos encierran, pasas más horas teletrabajando que conmigo y te echo de menos incluso viviendo en la misma casa las veinticuatro horas del día... Solo quiero un poco de atención más que esos papeles que parecen tan importantes para ti. ¿Es que no me quieres más?

Kayla no estaba bien. Pero de verdad, no parecía estar bien.

―Kayla, cariño, ¿qué es lo que pasa? ―le pregunté acunando sus mejillas cuando conseguí acercarme―. Y no me digas que es lo de que trabajo mucho porque no trabajo tanto y lo sabes. Quiero saber la verdad. ¿Estás agobiada? ¿Es eso? Quizás el habernos mudado juntos no...

KENNETH © (EN AMAZON CON CONTENIDO EXCLUSIVO)Where stories live. Discover now