25. ¿No hacéis descuento a viejas?

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―Han venido más de cien personas en una hora y media y hasta había gente esperando en la puerta cuando hemos subido la persiana, Kay ―dijo Sophie al teléfono, más feliz que una perdiz―. Hemos tenido que reponer las velas moradas de lavanda porque se han acabado e Instagram está a petar por las personas que nos han etiquetado con el logo de fondo para el sorteo del mes. Si no hemos hecho, de momento, mil dólares de caja, no hemos hecho ni uno.

―¡Qué bien, Soph! ―exclamé contenta mientras me maquillaba―. Yo he salido ahora de una reunión. Recién he llegado a mi casa. Acabo de maquillarme y vengo un rato a la tienda.

―Perfecto ―canturreó.

Cuando colgué, me di prisa a terminar para así poder ir ya a la tienda.

No habíamos querido hacer una inauguración por todo lo alto porque queríamos aprovechar el auge del primer día para que la gente comprara, no para que se centrara en hacerse una foto conmigo ya que la mayoría de personas que conocían la marca era por mí, aunque no quisiera que fuese así. Las chicas habían trabajado muy duro durante los últimos dos años, merecían hacer una buena caja y poder vivir de ello únicamente, y no tener que trabajar en otras cosas a parte.

Ese día se había abierto al público con un 10% de rebaja en todos los productos con motivo de inauguración.

Salí de casa justo cuando me sonó el teléfono. Era Kenny.

Sí, volvía a ser Kenny.

―Hola ―saludé contenta y con una sonrisa de boba en la cara.

―Mmm... Qué bien escucho esa voz.

―¡Sí! Ya no hay moco.

Su leve y ronca risa se escuchó por el auricular y yo sonreí ampliamente.

―Me alegro muchísimo, cariño. ¿Ya has ido a la tienda?

―No, estoy yendo ahora mismo. He tenido una reunión hoy temprano con mi agente, así que estaré allí hasta la hora del almuerzo.

―¿A qué hora es la hora del almuerzo?

―Doce ―dije evidente.

―Pues a las doce menos algo vendré a ver la tienda y a buscarte para que almorcemos donde tú quieras. ¿Te parece bien?

―Me parece perfecto, Kenny.

―Entonces nos vemos luego, preciosa.

―Hasta luego.

Colgué el teléfono antes de cruzar la calle casi corriendo.

La noche de fin de año la pasó conmigo entera. Estuvo pendiente de mí mientras estaba en la bañera y cuando me bajó la fiebre me llevó al sofá de vuelta y nos dormimos abrazados en una posición bastante cómoda pero mala porque nos despertamos con el cuello dolorido. Estuvo todo el día conmigo a pesar de que me encontraba mejor, ya no sentía que me moría. Me hizo el desayuno y desayunamos juntos, me hizo el almuerzo y almorzamos juntos, y lo mismo con la cena. No se quedó a dormir conmigo porque debía trabajar a la mañana siguiente, pero al menos iríamos a almorzar juntos.

Cuando llegué a la tienda, vi que habían diez personas dentro mirando los estantes y con la cestita que se puede coger en la entrada colgada en el brazo. Sarah me saltó encima cuando me vio. Yo me reí mientras me besaba la mejilla.

―Mira esto, Kay ―dijo contenta―. Sophie decía que solo iban a venir personas para verte a ti, pero han venido hasta ancianos y extranjeros que seguramente no saben quién eres.

Yo me reí.

―Si es que debéis tener fe. Yo solo he hecho que la gente conozca la marca más de lo que ya hacían antes. Han comprado, ¿verdad? ―pregunté. Ella asintió con la cabeza.

KENNETH © (EN AMAZON CON CONTENIDO EXCLUSIVO)Where stories live. Discover now