26. Estoy bien

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El domingo por la mañana decidí ir a dar una vuelta por Manhattan con Eliza y Aura. Fue puramente turístico porque a pesar de llevar allí más de tres meses, aún no había visto más que Times Square y cuatro cosas más. También aproveché para ir a ver a mi amigo Landon, que era dueño de una galería de arte, y me presentó a su novia Abigail y a su hija Edith.

Me encantaban los niños.

Nos paramos a almorzar a un restaurante vegano de Brooklyn y luego seguimos nuestro tour por la Gran Manzana. Fui memorizando los lugares que más me gustaron para así ir con mis padres cuando vinieran esa siguiente semana.

No fue hasta las cuatro de la tarde que llegué a mi casa. En la puerta de mi edificio me encontré con el guapo de Kenny. Sonreí ampliamente al verle.

―¿Qué haces aquí? ―pregunté besándole la mejilla ya que estábamos en la calle.

―Venía a ver si me puedes acompañar a ver a Douglas. Richard, el psicólogo me ha aconsejado que...

―Vamos.

Vi como esbozaba una leve sonrisa. Comenzamos a caminar hacia su coche, el cual estaba aparcado a un par de metros, y subimos a él. Arrancó y, cuando se paró en el primer semáforo, me besó en los labios.

―Gracias, Kayla.

―No hay de qué, Kenny.

―Cuando le he dicho a Richard que aún no había ido a ver a mi hermano al cementerio, se ha llevado las manos a la cabeza. Me ha obligado a ir y me ha dicho que si no iba yo por mi propio pie, me llevaría él de la oreja. Lo veo capaz, ¿sabes?

―¿No has ido nunca a ver a Douglas? ―murmuré sorprendida.

―No me atrevo a hacerlo solo. Al principio me rehusé a ir porque negaba su muerte, cuando ya lo acepté no me vi capaz de ir solo y me daba vergüenza pedirlo a alguien. Ahora no sé si soy capaz, pero te lo he pedido a ti porque... porque eres tú, Kayla.

Me incliné hacia él y le besé la mejilla un par de veces.

―Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, Kenny.

―Lo sé, cariño ―murmuró agarrando una de mis manos y besándola.

Me dolía lo que había pasado durante tantos años. Tener que cargar con tanto odio y rencor debe pesar y agotar muchísimo y que por fin hubiese buscado ayuda me alegraba mucho porque significaba que dejaría de tener esa carga en los hombros. Y me alegraba también que contara conmigo para recuperarse del todo.

Cuando llegamos al cementerio en el que habían enterrado a su hermanito, aparcamos en un sitio libre y bajamos juntos del coche. Entramos y yo lo seguí. Me dijo que su madre le había indicado dónde estaba Douglas, por lo que mentalmente iba siguiendo sus indicaciones.

Por fin llegamos a dos tumbas que estaban juntas. En una de ellas ponía Julian Benson y en la otra Douglas Adamson.

―Julian era mi abuelo materno. Murió solo dos meses después que Doug ―susurró agachándose.

El suelo estaba húmedo pero no le importó. Se sentó al lado de la lápida de su hermano, donde solo reposaban sus cenizas bajo tierra. Yo me quedé a unos pasos de distancia, dándole intimidad, aunque sin alejarme de él. Estuvo en silencio unos segundos antes de suspirar.

―Siento no haber venido antes, tío ―susurró muy bajito. Casi no lo podía escuchar, pero me entraron unas ganas de llorar horriblemente grandes. Kenny seguía susurrando de un modo tan bajito que solo iba escuchando trozos sueltos que me conmovían el corazón―. Prometo venir más seguido, al menos mensualmente porque este lugar da un mal rollo que te cagas y, además, tengo una parte de tus cenizas en mi casa. Quizás yo tengo parte de un brazo tuyo, ¿quién sabe?

KENNETH © (EN AMAZON CON CONTENIDO EXCLUSIVO)Where stories live. Discover now