9. Dices muchas groserías

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El miércoles me desperté sorprendida. En mi móvil tenía un mensaje de un número desconocido para mí, pero sin siquiera preguntar quién era supe que sería Kenny. Su mensaje no era más que la foto de una mano sujetando una rebeca blanca. ¿Por qué supe que era de Kenny? Porque en la muñeca de dicha mano había un reloj. El suyo. Lo conocía. Fui consciente de que me dejé la rebeca en su coche la tarde anterior pues me llevó a casa en coche después del almuerzo cuando comenzó a llover.

Kay: Trabajo toda la mañana, pero vengo a buscártela esta tarde al bufete si te parece bien.

Le mandé el mensaje, guardé su contacto y me fui a la ducha. No tardé mucho en salir. Me vestí con la ropa que usaría para grabar y preparé tres conjuntos más. Iba a grabar tres vídeos esa mañana para dejarlos editados y programados ya que la siguiente semana iba a tener muchísimo trabajo fuera de casa.

Fui a desayunar con el móvil en mi mano y, mientras esperaba que se hiciera el café, miré el móvil para responder a Kenny.

Kenny/Kenneth: Trabajo toda la tarde, estoy hasta arriba de reuniones y tengo un juicio. ¿A las nueve en KKJ?

«¿KKJ no es el pub de la calle contigua al bufete?»

Extrañada por sus palabras, le respondí.

Kay: ¿En KKJ?

No tardó nada en responderme.

Kenny/Kenneth: En KKJ.

Kay: Bueno, está bien. Allí nos vemos... ¿Qué traje llevas?

Recibí una foto que me mostraba la manga de su chaqueta de traje negra. Sería más complicado encontrarlo en el KKJ, que encontrar una aguja en un pajar. Eso siempre estaba lleno de empresarios y de más trabajadores con traje negro.

Kay: Allí nos vemos, Kenneth.

Me pasé unas cuantas horas grabando, incluso tras la hora del almuerzo. Acabé comiendo a las dos con un hambre voraz. Tras eso, me saqué unas cuantas fotos para una colaboración y luego me puse a editar los tres vídeos. Un día que debía ser de descanso se acabó convirtiendo en uno de los días con más carga de trabajo.

Tenía un trabajo bueno, no podía negarlo. Pero a veces me sentía sola. Era un trabajo un poco solitario cuando nos enfocábamos en YouTube. Grababa sola, editaba sola, subía los vídeos sola, planificaba todo sola... Siempre había sido una persona de muchos amigos gracias a mi personalidad y a mi manía de hablar con todo el mundo y de querer conocer a la gente, pero eso no quitaba el hecho de que me sentía sola muchas veces. Y más desde que Irvine y yo lo dejamos.

Antes al menos lo tenía a él haciéndome compañía mientras editaba o se colocaba tras la cámara. Aunque no viera o escuchara lo que hacía, al menos estaba allí. Sabía que si se lo pedía a Aura o Eliza ellas vendrían, pero porque son unas amigas cojonudas. Pero ellas también tenían vida más allá de mí. Eliza tenía su trabajo de escritora a tiempo casi completo y a su chico, Aura tenía un trabajo que le llevaba mucho tiempo y a su propio grupo de amigas a parte... No quería que dejaran sus planes para venir y quedarse tras una cámara viéndome parlotear.

Mi psicóloga me había dicho más de una vez, tras la ruptura, que no me cerrara para nada al amor de ningún tipo. Al principio me cerré porque pensé que era innecesario sufrir de nuevo por un... tonto del culo como Irvine.

Pero pensando y divagando como prácticamente siempre hago, llegué a la conclusión que el amor no duele. O al menos no debería doler. El amor no duele, lo que duele es la traición de una persona a la que amas.

Y mirando el primer año de mi relación con Irvine desde fuera, consideré que, efectivamente, el amor con Irvine no me dolió. ¿No es precioso que alguien te quiera, te admire y te respete hasta tal punto que tema perderte? A ver, no sé si él se sintió así en algún momento, pero yo sí me sentí de esa forma. Y pensar que alguien puede llegar a sentir por mí esas cosas, me gusta. Me hace sentir... bien.

KENNETH © (EN AMAZON CON CONTENIDO EXCLUSIVO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora