Capítulo 11

2K 67 3
                                    

Eva

—Nos quedamos sin tiendas y todavía no he encontrado nada. ¿Como es posible? — Digo mientras salimos de una de las tiendas del centro comercial en el que estamos. Me encuentro con Samantha y con Anne recorriendo todas las tiendas existentes sin éxito.

—Yo tengo la teoría —Comenta Sam mientras se abanica con el brazo libre, el que no tiene las bolsas con ropa — Que cuando no vienes a buscar nada, encuentras de todo y cuando vas a comprar algo específico, no hay de nada. No se, es como la maldición de las compras o algo.

—Un buen título para una película — Ríe Anne.

—Por una vez estoy totalmente de acuerdo —Suspiro. Llevamos más de una hora recorriendo de arriba abajo el centro comercial —. Es que no tengo nada que ponerme.

—Ni yo —Dice Sam.

—¡Pero si tienes cinco bolsas encima! —Exclamo desesperada.

—Ya, pero no sé si al final me voy a poner algo. Es una fiesta bastante importante.

—Es nuestro primer fiestón del curso. Día clave —Añade Anne.

—Y yo no tengo ni un misero vestido, tragedia —Me quejo y para darle más dramatismo, me llevo la mano a la frente.

—¿Descansamos un rato tomando algo y después seguimos la búsqueda? —Propone mi amiga rubia —. En verdad no es una pregunta. Es una obligación.

Anne y yo asentimos y nos dirigimos al primer sitio donde se pueda tomar algo. Resulta ser un Starbucks.

Diez minutos más tardes estamos sentadas y con nuestra bebida en mano. Yo me he pedido un Frappuccino Tall de chocolate. Con nata obviamente.

—Espero poder caber en lo que sea que me ponga en la fiesta —Digo observando el batido. Ahora me siento mal por habérmelo pedido. Las calorías rebosan en esa deliciosa bebida y hacen que se me revuelva el estómago aunque me apetece mucho.

—Tía, estas genial. Puedes permitírtelo perfectamente, créeme —. Dice Anne mirándome fijamente.

—Mejor no pensarlo —Respondo y me encojo de hombros. Tomo un sorbo e inmediatamente la exquisita sensación del chocolate con hielo bajando por la garganta me invade. Si, la verdad es que vale la pena. Ya lo quemare más tarde.

—Sam, tienes que contarnos bien, que apenas entraste en detalles el otro día. Cuéntanos, ¿que tal están la cosas entre tu y Flavio?

Sam da un sorbo a su Cappucino con vainilla y se aclara la garganta.

—Bueno como os conté un poco el otro día, llegamos a la tercera base. No llegamos a hacerlo porque él no quiso. Me dijo que solo me iba a tocar de esa manera si le prometía que lo nuestro iba a ser serio. Que no podía seguir jugando con sus sentimientos como se supone que llevo haciendo todo este tiempo.

—¿Y tu que dijiste?

—Le dije que parase de decir tonterías. Él me desea, yo le deseo. Simple. Desde el principio le he dicho que no quiero meterme en movidas sentimentales. No quiero novio. Punto.

Niego con la cabeza.

—Pero Sam, te conozco. A ti te gusta Flavio. Sé que más de lo que nos dices.

—De verdad que no. Solamente es atracción sexual. Me pone nerviosa la mayor parte del tiempo. Es completamente opuesto a mi —Intenta convencernos de su posición pero no sé si se da cuenta de que su mirada le delata. Decido dejar el tema sentimientos apartado por ahora.

—Entonces ¿qué vas a hacer?

—Ni idea, supongo que intentarlo un poco más hasta que me canse. No estoy acostumbrada a que me digan que no.

—Algunas con tanto y otras con tan poco —Dice Anne.

—¡Pero que dices! Te recuerdo que tienes novio... —Exclama Sam.

—Ya pero hasta Gèrard yo no había tenido ninguna relación previa, y solo me había besado con una persona. Tienes experiencias amorosas para aburrir.

—Ya pero lo que le falta es amor de verdad —Intervengo —. Es tonta porque lo podría tener con Flavio...

—Eva...

Levanto las manos en señal de rendición.

—Después no te quejes cuando te diga: te lo dije.

Terminamos nuestras bebidas y nos dirigimos a una de las últimas tiendas que nos faltan por visitar.

—A ver Eva, con qué te visualizas.

—No se, un top y unos pantalones o algo así.

—¿No es muy corriente?

—A ver acepto vestidos, pero suerte con encontrar un vestido con el que esté cómoda.

—Quiero verte con uno de terciopelo —Afirma Sam.

Me río.

—¿Terciopelo? ¿Para qué?

—No hay nada más sexy que el terciopelo.

Damos una vuelta por la tienda y visualizamos un vestido corto de terciopelo con unos tirantes finos.

—¿Quepo ahí? — Doy la vuelta al diminuto vestido.

—No empieces. No estas gorda. Vamos, para nada. Estamos mucho más delgada que incluso el año pasado.

—No a ver, mi espalda de nadadora y mis curvas... para un vestido así no sé si queda bien.

—Pruébatelo y decides —Sugiere Anne —. Mira este vestido negro es muy bonito también.

Cojo el vestido negro. Es también de tirantes y no es tan ajustado.

—Al probador entonces.

Entro al pequeño cubículo del final. Me dispongo a ponerme el de terciopelo. Trago mis inseguridades y me lo pruebo. Cierro los ojos y me doy la vuelta para quedar frente al espejo. Los abro y me observo. El vestido se ajusta a mis caderas y pecho, haciendo que se vean más voluminosas, cosa que no me gusta. Quizá a otra persona le encantaría como me queda, pero mis complejos me ciegan.

Me quito el vestido rápidamente. No, definitivamente no.

Cruzo los dedos para que me guste el segundo vestido. No estoy ya de humor para seguir buscando.

Paso el ligero vestido por mi cabeza y una vez colocado paso mis manos alisándolo un poco.

Doy una vuelta sobre mi eje y observo el vuelo del vestido. Es muy bonito. Cae suavemente por mis caderas y tapa lo suficiente mis piernas sin que parezca un vestido de monja.

La parte superior es de otra tela. Brilla ligeramente y eso es lo que definitivamente hace que me decante por ese vestido.

No demasiado formal como para que parezca recatado y no es demasiado informal como para que sea vulgar.

Perfecto.

Salgo del probador y veo como mis amigas esperan sentadas en un banquito al principio de los probadores.

—¿Y? —Pregunta Sam. Se que espera que diga que el de terciopelo granate.

—Lo siento Sam. No tengo la suficiente confianza para llevar el tuyo.

Sam chasquea la lengua.

—Bueno no pasa nada. ¿Y el negro?

—Me encanta realmente.

Sam se pone de pie y da una palmada.

—Perfecto. Ale, a casa. Estoy deseando tumbarme y descansar. Me duelen las piernas. Hay que estar perfectas para esta noche.

EsperandoWhere stories live. Discover now