~18~

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La espesa bruma se estaba diluyendo, invitándome a la realidad. No quería salir del estado tan divino en el que me encontraba pero a cada segundo que pasaba estaba más alerta de mi entorno.

Un dolor exquisito recorría todo mi cuerpo, estaba muy cómoda en esta cama, tan acolchada y perfecta. El recuerdo de la causa del dolor me arrancó una sonrisa tan solo por sentirme tan suya. Entonces me detuve de golpe.

¿Cama? ¡¿Lo soñé todo!?

Me levanté desorientada, estaba definitivamente en la sala de la casa de Fernando, y estoy en lo que parece una cama...no, no, estoy en un sofá-cama. Respiro profundo al menos no lo soñé.

Me vuelvo a girar y algo azul llama mi atención, una rosa azul, de nuevo, a mi lado, para mí.

Su olor es tan dulce. Me pregunto ¿Qué tendrán las rosas azules? Le doy vueltas en mi mano y sigo oliendo la flor. Me siento feliz, y relajada. Pero claro que estoy feliz y relajada, después de eso que pasó en el estudió debo estar así.

Por dios, siento como mi cara se vuelve roja al instante.

¡Me le entregué en bandeja de plata!

-No creo que te vayas a poner pudorosa a estas alturas.

-¿Qué?- miro a Fernando confundida.

-Por la cara que tienes...- aclara con una arrebatadora sonrisa. Me siento enrojecer otra vez.

-¿Por qué rosas azules?- me muerdo el labio, tratando de distraerlo de mi rubor.

-¿Por qué no?- me responde con otra pregunta. Arrugo la frente, pero no digo nada. No es una relación, es sexo, no tiene que significar nada. Y recuerdo haberle dicho que no quería rosas a menos que fuera algo más.-Eres una chica de rosas azules. Me gusta regalarte rosas azules.- algo dentro de mi hace clic, pero lo devuelvo rápidamente a su lugar para que no se note mi cara bobalicona. ¿Significa que quiere más?

-Oh.- no puedo decir más nada, mi mente trabajaba veloz en teorías que no me podía creer y no debía tragarme ¿qué podría decir ante una declaración como esa? Me comenzaba a sentir incómoda.

-Si aún quieres tomar el sol, es una buena hora, mandaré a preparar unos bocadillos y te hago compañía.- su voz gruesa y llena de confianza me hace babear, mi interior se encoge y se retuerce tan solo de escucharlo.

Uff que calor.

-¿Dijiste mandar a preparar?- salgo de mi estado pervertido y me cubro un poco más con la sabana.

-¿No creearas que te acosté en la sala para que todos mis trabajadores te vieran, o sí?- me miró de esa extraña manera que parece hacerlo por arriba de los párpados.- Te espero afuera...- señaló un punto detrás de mí y al girarme ¡mi traje de baño!

El sobreviviente a la pasión, un guerrero, sí señor. Me lo pongo y salgo a la carrera asustada de ser vista por alguien. Necesito un poco de sol y relajar mi cuerpo adolorido, muy exquisitamente, en el agua.

No lo pensé dos veces para tirarme al agua y salpicar a propósito al Dios del sexo, se rió divertido pero no dijo nada. El agua estaba a una temperatura perfecta, refrescaba mi cuerpo caliente por la acción.

Cuando me cansé, me quede en la parte más baja de la piscina, acostada, el agua a penas me llegaba a la mitad de los muslos, cerré los ojos disfrutando de las suaves ondas del agua al chocar en mi cuerpo.

Sentía el sonido del agua producido por las fuentes que tenía la piscina, el ruido del agua chocando era relajante, el sol no estaba en un punto tan alto como hace unas horas, pero sentía como me tostaba la piel pálida.

Escuché un chapuzón  y me apoyé sobre mis codos para ver mejor, Fernando nadaba a largas y poderosas brazadas ¿es qué nunca se cansaba? Después de toda la actividad física de hoy yo no tengo energía para un par de minutos a nado de principiantes.

Su espalda tonificada me ponía definitivamente a suspirar, que derroche de físico. Y el esta muy seguro y feliz con su gran cuerpo. ¿Quién no lo estaría?

Es todo un hombre.

Nadó lo que me parecieron horas, pero no me importó, yo sólo disfrutaba de la vista, era impresionante. Y más impresionante en la cama. Se acostó a mi lado con la respiración agitada y no apartaba la vista de su cuerpo ni queriendo. Quería grabarlo en mi memoria.

Suspire un poco fuerte y me di la vuelta, era hora de que mi trasero tomara un poco de color, seguí con los codos y antebrazos apoyados jugueteando con los dedos de mis pies en el agua.

Una traviesa mano comenzó a acariciarme las piernas, cerré los ojos ante la sensación, me encantaban sus caricias, sus manos eran grandes y suaves. Seguía subiendo y bajando a un ritmo lento y delicado.

-Me gusta tocarte, tienes una piel hermosa...- su voz era muy baja, y no sé por qué, pero me sonaba tan erótica. Creo que este hombre me esta dando fuerte en la cabeza.

Sus manos empezaron a presionar más fuerte, era como un masaje, lento y tortuoso.

Viajaba por mis hombros, al cuello, cuando llegó ahí un escalofrío recorrió mi columna poniendo la piel de gallina, acarició mi oreja, y volvía a bajar, trazaba el contorno recto de mi espalda hasta llegar abajo, entonces me sobresaltó que siguiera bajando, ahora masajeaba mi trasero, sin pudor, sin miedo y sin vergüenza.

Sentía que me calentaba y no tenía nada que ver con el sol, eran sus manos las que prendían fuego a mi piel. Sus dedos viajaron más abajo en mi sexo, no sólo húmedo por el agua.

Me comienzo a derretir por dentro por la sensación tan magnífica. Me acariciaba sobre la tela lo que lo hacía aún más cadencioso, quería que llegara más lejos aunque me encontraba adolorida. Quería más.

Su mano viajó por la parte interna de mis muslos y volvió a subir deteniéndose en mi bañador, pero sin moverlo a un lado como lo quería.

-Sus bebidas y comida como ordenó señor.- ¡¿Qué!? Ni si quiera me giré para verle la cara a la mujer que acababa de hablar.

-Gracias.- respondió un para nada afectado Fernando. Se levando, estaba molesta, me manoseaba en frente de sus empleados, aunque yo también tengo la culpa, pero ¡él empezó! Cuando alzo la mirada me trago mi molestia y me ahogo con mi propia saliva, definitivamente su bañador estaba a punto de romperse.

Uff.

Entregada a tí.(EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now