~14~

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-Así que... ¿Nada de relaciones?- Fernando me acababa de despertar de un sueño profundo y reparador, lo miré aturdida.

-Vaya, te dejé pensando en eso.- solté un bostezo nada sensual.

-Un poco...- comenzó a acariciar mi rostro, bajaba por mi cuello, el pecho, mi respiración se cortaba, mi estomago y volvía a subir. Eran demasiadas sensaciones juntas cuando a penas abría los ojos.

-Cantas muchas canciones de amor y de corazones rotos. Pero la verdad es que no has hecho nada al respecto en tu vida que tenga que ver con lo que cantas...- este hombre tenía su fama de amoroso pero no de alguien serio lo cual era una verdadera lástima, quizás era uno de esos que solo le huía a todo, como yo lo estaba haciendo ahora, pero no me quedaría ahí estancada, quería envejecer con alguien.

-Son sólo canciones...- se encogió de hombros, no apartaba la mirada de mi cuerpo y seguía con las caricias constantes. Mi piel ardía ahí donde el tocaba dejando su rastro caliente y suave.

-¿Cómo puedes describir en una canción algo tan complejo como el amor, si nunca has amado?- fruncí la frente.

-Eso no lo sabes...- esta vez me miró a los ojos y podría jurar que los suyos se oscurecieron un poco. Me dediqué a apreciar los contornos de su rostro, sus labios perfectamente definidos y rellenos, cejas pobladas y pestañas largas. Era una maravilla de creación.

-Explicame entonces...- se colocó sobre mí, ahora me daba pequeños besos provocándome cosquillas.

-La madre de mis hijos fue sin duda un enamoramiento profundo en cierta manera...

-Pero no estas con ella...- lo corté.

-Porque fui un idiota, pero de ella me enamoré. Si no era amor era bastante fuerte a pesar de todo...- recorrió mi cuello lentamente con besos castos.- En mi adolescencia también me enamoré, pero ella era un imposible.- subió a mis mejillas, y rozaba mis labios lo suficiente para dejarme con las ganas de su beso profundo, con ganas de más.

-¿Y luego?- ya estaba sin aliento, el deseo me recorría el cuerpo.

-Y luego solo he salido con muchas mujeres...- supongo que ya llegamos a lo obvio.

-Y las vas invitando a tu casa...como yo.- no era una pregunta, estaba afirmando lo que era obvio a mis ojos. Me concentré en las caricias que repartía con calma en mi ser. Despertar siempre así no sería ningún problema para mí.

-No. Yo las llevo a hoteles, mi casa es un poco diferente, y tu estas aquí por mi educación y por tus tíos.

-Por su puesto.- suspire. Y no fue un suspiro triste, fue uno lleno de deseo, de fuego que quemaba todo a su paso.

-Por su puesto, sin tus tíos jamás te habría conocido.- esta vez no paró con un simple beso, fue profundo, me pegué a él, eliminando cada pequeño espacio, mi corazón se descontroló, la respiración entrecortada se podía escuchar a través del beso; sus labios estaban calientes, se sentían carnosos a pesar de no ser labios gruesos, y por su puesto, podía sentir como crecía su excitación pegado a mi.

Me fue subiendo el camisón con  el que había decidido dormir, me lo pasó por la cabeza y ya estaba solo en braguitas, siempre me he avergonzado de mi desnudez pero con este hombre tan sensual, que me miraba de esta manera tan arrebatadora cuando me quitaba la ropa, me hacia sentir una diosa, completamente conforme con mi cuerpo. Eliminaba mis complejos tan solo poner los ojos sobre mí, me hacía sentir única. Ya veo como es que tantas han caído en sus redes.

Estaba en llamas y el lo sabía, sin moverme ni un centímetro se quitó lo que tenía de ropa y arrastró mis braguitas de manera brusca, sin hacerme daño, su desespero me encendía aún más.

Envolvió mi pezón con su boca, su lengua rodaba y giraba sobre él, y que sensación tan divina provocaba a mi ser en extremo sensible, la piel se me ponía de gallina nada más por el puro deseo. Bajó y su lengua encontró mi clítoris, gemí, me retorcí de placer, mi espalda se arqueó involuntariamente, mi cuerpo pedía más, mi mente quería más. Quería encontrar el alivio, quería explotar. Estaba tan cerca de tocar el el cielo que sin darme cuenta se acomodó sobre mí y entró bruscamente, con fuerza, sin contemplación, el sonido de nuestros cuerpos chocando era más que erótico, era primitivo. Y eso fue demasiado para mi cuerpo demasiado estimulado y toqué el cielo, estaba en él disfrutando la maravilla, era arte, era música, era...era... estoy divagando y me estoy volviendo loca del puro placer.

Fernando no paró las embestidas por mi, siguió con mucha más fuerza y rapidez, era peor, era mejor, no lo sabía. El orgasmo se convirtió en una agonía prolongada, era una sensación infinita, dolorosa, gloriosa, divina, era gigante, y crecía, estaba creciendo y cada vez se hacía más gigante, no había manera de pararlo, quería detenerlo y a la vez no, la sensación  me abrumaba, era aún más de lo que podía soportar, ¿o sí podía? No lo sabía pero lo estaba haciendo.

Con un toque final enterró en lo más profundo de mí, llenándome, saciandome y saciadose.

Nos encontrábamos en la gloria, en el punto más alto del placer carnal. Pero la sensación me ganó, fue todo tan grande y abrumador que caí vencida de una sola vez. Me sentía infinita y una con el mundo. Me dormí con la sensación del eco de las embestidas de Fernando; me fundí en el más profundo y delicioso sueño.

Mi sueño fue visitado por un hombre maduro, bien entrado de años para lo que eran mis gustos hasta entonces, era alguien que sin duda había desarmado mi cuerpo a su gusto y me llevaba a lugares que apenas conocía y me encantaría seguir explorando.

Y ese hombre sin lugar a dudas era como el vino, mientras más viejo mucho más divino.

La edad se estaba convirtiendo en un aspecto que carecía de importancia en mi vida, era otra barrera que sin dudar el había tirado al suelo.

Entregada a tí.(EN EDICIÓN)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant