~12~

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Rodé por la cama y un olor dulzón que tenía en la cara me despertó, entre la bruma de mis ojos pude distinguir algo azul, pestañee un par de veces para aclarar la vista.

Una rosa, azul. Otra.

Descarado, sínico, idiota, ligón... ¿Y por qué me afecta? Yo estoy segura que es solo sexo.

Tomé la rosa e inspiré su aroma, divino. Era tan suave. Sonreí como una tonta recordando los besos y caricias que repartió por todo mi cuerpo hace unas pocas horas.

No.

Sexo.

-Solo sexo Lucia...- me dije en voz alta.

-Bien bella durmiente hora de irnos..- Fernando me interceptó bajando las escaleras.- Estaba a punto de ir a buscarte.- le regalé una sonrisa cortante. Era su invitada, por dios, debía de parar mi aptitud.

-¡Carros!- chilló Gabriela.

-Matt y Leo...- los dos llegaron al instante, no sé cómo hacían, estaban en todos lados y ocultos, asustaba a veces. - Acabo de transferir el dinero de sus vacaciones a sus cuentas. Tienen libertad desde ahora. Se olvidan de mi.

-No creo que sea prudente.- comenzó a protestar Matt, pero lo corté con un movimiento de mano.

-Se quedaran en el hotel que me hospedé yo. Ya tienen sus habitaciones, eso corre por mi cuenta. Y sus pasajes pueden cambiarlos cuando quiera para irse. Quince días de lujo...ya vayanse.- insistí, Matt y Leo se miraron pero no dijeron más.

El camino a la pista de carros fue largo y cuando al fin llegamos entendí por qué.

Era un club inmenso, y a penas estaba entrando.

-Vaya...- dije sinceramente sorprendida.

-Tienes para elegir lo que quieras...es tan genial.- Valeria aplaudió un par de veces.

-Bien yo pido la pista original a ver quién gana- Fernando hijo, se precipitó fuera del carro con sus hermanas pisándole los talones.

-Yo prefiero la rustica.- señaló un punto lejano.- Tierra, pasto alto...haces lo que quieras. Y el aire está menos viciado.- me sonrió y por pura educación le respondí con una sonrisa igual.

Creo que el sexo va a ser un problema. O al menos si continua regalándome rosas. Mi estabilidad emocional es más importante que eso.

Entré al vestidor de chicas con el uniforme de carreras, una braga ajustada de cuerpo completo, color rojo y blanco.

Sensual. Me quite el pantalón y camisa. Solo eramos mi ropa interior y la braga de carreras.

Fernando me tendió unos audífonos con micrófono, un casco y una llaves.

-¿Lista para perder? -preguntó alzando las cejas divertido.

-Ni lo sueñes campeón.- me coloqué los audífonos y el casco. -¿Cual es el mío?- Fernando señaló el carrito azul oscuro, me metí en él y prendí la maquina.

-Suerte entonces.- su ridícula sexy voz me lleno los oídos, apreté las piernas involuntariamente, por favor Dios del sexo, no me hagas adicta a el, supliqué en silencio.

Y arrancamos como maníacos, la pista era irregular, la tierra se amontonaba en lugares y en otras eran pequeños huecos que hacían el manejo del volante complicado, Fernando me superó a toda prisa y podía escuchar su risa a través de los audífonos. Frustrada y mala perdedora, no lo iba a aceptar, aceleré, gracias a todo lo bueno del mundo esta cosa era automática, me acostumbré a los baches y lo pasé con un grito de triunfo.

-A ver quien pierde ahora.- dije con una sonrisa triunfante.

-Oh pero si ya te pasé. Otra vez.- recalcó, claro, estancada en una duna, retrocedí y di marcha, estaba concentrada, lo alcancé pero no lo suficiente para pasarlo. -Puedo ser caballero y dejarte ganar.- lo deje atrás por dos segundos y volvió a mi lado.

-¿Caballero? - bufé -¿Tú?- me reí con ironía. Me empezaba a sentir molesta. El podía haberse despedido anoche.

-Oh, ya veo.- me puse nerviosa, quizás fui muy obvia y se dio cuenta de por donde venia mi humor.- Odias perder. ¿Qué voy a hacer?- entonces aceleró aún más y me dejó tirada.

-Maldición.- pisé el acelerador, pero estaba en una mina, no podría salir rápido de ellas.

-No soy un caballero, a mi también me gusta ganar.- estaba a solo unos pocos pasos de alcanzarlo.

-Oh claro, los caballeros se despiden después de follar.- solté, mierda. No tuve que decir eso.

Silencio.

-Lo siento.- escuché su voz sería. Entonces lo pasé.

-¡Si!- grité, ignorando por completo su disculpa.

-Yo no sabia que...

-Ay por favor. Una mujer te gana.- chillé acelerando un poco más.

-Querías algo más tierno.- terminó.

-¿Tierno?- repetí eso último como si fuera un insulto.- Es sentido común idiota.- puse los ojos en blanco.

-No tienes que molestarte.- era la verdad y aún así no podía dejar de estarlo.

-No, no tengo.- suspire molesta.- ni si quiera sé por qué lo estoy.

Frené de golpe y el siguió de largo, me baje del cacharro infernal.

-¿Qué haces?- me quite el casco y los audífonos y corrí. El viento seco fue extrañamente refrescante, era fuerte y llenaba mis pulmones casi de manera dolorosa. El club era grande y esta era una vista inmensa, solo veía tierra y pasto alto en todas las direcciones. Me tire en él y mire al cielo, el viento doblaba el pasto y me hacia cosquillas en la cara, tenía mis brazos abiertos, me gustaba la sensación.

-Si te molestaba podías habérmelo dicho.

-No estabas atrás cuando me giré es todo.- susurré cerrando los ojos sintiendo el cosquilleo en mi cara, mi entrepierna traidora palpitó, uf, por poco suelto un gemido.- No te llenes de dramas, soy mujer. Ya se me pasó.

-De acuerdo.- que fácil abandona el tema. Suspire, me dejé llevar un momento más por las cosquillas en mi cara y me levanté.

-Si no quieres que...me sienta mal. Deja de darme rosas.

-Es un detalle.

-No necesito detalles cuando es sexo. Necesito detalles cuando es algo más.- dije con voz fuerte.

-Me parece bien.- me regaló una sonrisa.

-¿Bien? Ay campeón. Creo que vas a perder.- soltando una risa me abalancé al carro y arranqué. Al instante escucho su risa en mis oídos.

Después de eso la tarde fue espontánea, fue real y muy divertida. Luego de una carrera con sus hijos y donde el perdedor fue su padre avanzamos al carro para irnos a su casa.

-Eres tan malo...- me burlé, sus hijos reventaron en risas. -No paramos de ganarte.

-Los dejé ganar, solo fue eso.- sus hijos hacían chistes crueles alrededor, se reían lo señalaban y por su puesto yo los ayudaba a las burlas. Sin burlas no hay diversión. Me tomó la cintura y me acercó a él y corté mi risa en seco, abrí los ojos como platos, la boca se me secó y luego se vino el palpito en mi entrepierna traidora.

-Eso pensé...- soltó una sonrisa de victoria y se alejó de mi siguiendo su paso. Me puse como un tomate y no pude evitar ver las caras de sus hijos

El odio, lo sentía, las risas se acabaron y el ambiente de regreso fue incómodo, y Fernando parecía no darse cuenta de eso o de que sus hijos lo vieron en pleno coqueteo.

Por dios que sus miradas me hacían querer fusionarme con el carro. En todo el trayecto no vi otra cosa que las ventanas y las calles que pasaban a través de ellas.

Entregada a tí.(EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora