Absurdo

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-Y... ¿qué tal te va en el piso nuevo?

Dorian dio un par de vueltas distraídas a su chocolate. Parecía prestarle más atención a la taza que a la conversación.

-Bien -respondió al fin- . No está tan cerca de la uni como el vuestro, así que tengo que madrugar más. Y mi compañero es bastante majo, aunque un desastre. He escuchado más dramas amorosos este último mes que en toda mi vida...

-Mario, ¿no? ¿Nos lo presentarás algún día?

-Sí, algún día lo traeré... -y la conversación murió allí.

Aunque aún pasaba mucho tiempo en el piso viejo, aquella era la primera vez que quedaba en condiciones con Erni desde que se había mudado. No es que no se lo hubieran propuesto mutuamente antes, pero siempre surgían todo tipo de excusas. Guardia en el hospital, prácticas, visita familiar, demasiado que estudiar, otra cita anterior... Habían intentado verse, sí, pero sin demasiadas ganas. De hecho, ni siquiera habrían quedado esa tarde si Astrea no se hubiera empeñado en verlos a ambos fuera de casa, como en los viejos tiempos, había dicho.

Así que allí estaban los dos, en la chocolatería de San Ginés, porque era invierno y hacía frío, y no podía ser que llevasen más de un año en Madrid y aún no la hubieran pisado. Astrea llegaba tarde; les había avisado apenas quince minutos antes de la cita de que se había peleado con un profesor, y debía quedarse un poco después de clase para "solucionarlo" (porque esperar que se disculpara sería demasiado iluso). Y allí estaban, sentados cada uno a un lado de la mesa, evitando a toda costa sus respectivas miradas, y evitando hablar de aquel elefante que pendía en mal equilibrio sobre sus cabezas.

-Y... -intentó Erni volver a entablar conversación- ¿ese Mario no te ha presentado a nadie más...?

El elefante se tambaleó, y estuvo muy cerca de caer sobre ellos.

Por suerte, lo impidió la llegada de Astrea. Entró quitándose el gracioso gorro rojo, mojado por la lluvia, y desabrochándose el elegante y largo abrigo negro (que, por supuesto, le había elegido Dorian). Tenía el rostro sonrojado por el frío, y la falda arrugada por las prisas. Nadie sabía cómo podía correr (o siquiera andar) con aquellos tacones, pero la cuestión es que lo hacía.

-¡Ya estoy aquí! -saludó, con una sonrisa que volvió a equilibrar el elefante, y provocó las sonrisas de los otros dos- ¿Lleváis esperando mucho?

-¡Casi nada! -sonrió Dorian.

-Casi una hora -declaró Erni.

Astrea suspiró, dejó sus cosas en la mesa, y se acercó a la barra a pedir. El silencio que quedó los dos minutos que estuvo lejos fue tan tenso que Erni no lo soportó, y se excusó diciendo que tenía que ir al baño.

-Me odia -lloriqueó Dorian, estampando la cabeza contra la mesa como buena reina del drama que era, mientras Astrea se sentaba- . Estoy seguro de que me odia.

-No digas tonterías -intentó consolarle su amiga, tragándose la sonrisa a causa de haber escuchado durante semanas lloriqueos similares de parte de su compañero de piso- . Te echa de menos. Eres su mejor amigo, que te hayas mudado no lo cambia.

-Es que no viste cómo me miró cuando me fui, A. Me odia, tiene que odiarme. Haría falta un milagro para que me siguiera queriendo.

-Esos milagros son más comunes de lo que crees -suspiró Astrea. Era difícil estar entre los dos. Intentar consolar a uno sin traicionar los sentimientos del otro. Y no volverse loca en el intento- . Te quiere, Dorian. De una forma o de otra. ¿Realmente importa tanto la diferencia entre ambas?

-Importa porque quiero que me quiera en la forma en la que me deja tocarle y... -carraspeó, y apartó la mirada, un poco sonrojado- Pero no lo hará. Cada vez que sale el tema, se refugia en la excusa de Johan.

-Aún no entiendo qué pasa exactamente con Johan. ¿De verdad te gusta, o sólo estás jugando a ser don Juan?

-Que... -suspiró Dorian, rindiéndose. Aunque ni siquiera él lo entendía del todo- que me gusta. De una forma distinta a la que me gusta Erni, pero... a la vez, parecida. De esa forma en la que no sólo quiero meterme en su cama, sino... Ahg, qué más da. Tampoco va a pasar nada.

-A Johan lo traes loco, Dorian -amonestó la rubia, con severidad- . Y, si no vas a ir en serio con él y vas a seguir detrás de Erni, deberías dejarlo. Como le hagas daño con tus juegos, seré la primera en cortarte las pelotas.

-No, no, no estoy jugando... Yo... creo que no puedo elegir.

Por suerte o por desgracia, en ese momento volvió Erni, y Dorian tuvo que apartarle la mirada para que no viera la lágrima traidora que se le escapaba. Y, para evitar un nuevo silencio incómodo, la única solución que se le ocurrió fue decir que ahora era él el que tenía que ir al baño.

Astrea suspiró. Mucho. Adoraba a sus amigos, pero a veces, podían ser realmente idiotas, crear situaciones realmente absurdas.

-Bueno, pues ya lo he conseguido -suspiró también Erni- . Me odia.

Astrea quiso, durante unos segundos, darse de cabezazos contra la mesa.

-¿Cómo iba a odiarte? -logró decir en cambio, armándose de paciencia. No se lo merecían, pero habían lidiado con ella demasiadas veces como para que ahora les dejase en la estacada. Hazlo por los gatitos, se dijo. Cada vez que estos dos se ponen idiotas muere un gatito, y eso son muchos gatitos muertos. Hazlo por los gatitos- Eres su mejor amigo.

-Y la razón por la que se fue de casa.

-Eso no es así completamente y lo sabes.

-Sí lo es, Astry. Porque soy un idiota y no puedo quererle como se merece.

Y Astrea calló, porque sólo podía darle la razón.

-¿Por qué es tan complicado, de todos modos? Os queréis, ¿no? ¿Por qué lo hacéis tan difícil?

-Porque a veces el amor no es suficiente.

No, no era suficiente, ¿verdad? Cuando los modos de vida y pensamiento de ambas personas chocaban tanto, cuando una tendría que cambiar por completo para estar con la otra, cuando no buscaban lo mismo de la relación, el amor no era suficiente. No si acabaría haciendo daño a alguien.

Y, por lo menos, había que admitir que Erni era muy sabio por darse cuenta de ello.

-Escucha. Tenéis que hablar. Solucionar las cosas. No se os está dando bien ser amigos cuando los dos seguís preocupados por esto. Acepta que no se ha ido por ti, sino por él. Acepta que le quieres aunque no pueda ser, y aprende a quererle de otro modo. Seguid siendo amigos, y después... ya veremos.

Erni le dirigió una larga mirada por debajo de sus gafas. Astrea había cortado la cuerda, pero el elefante, en vez de caer, se había marchado en silencio, y su amenaza había desaparecido.

-¿Cuándo te has vuelto tú tan lista?

-Es la consecuencia de pasar tanto tiempo contigo -sonrió ella- . ¿Hablarás entonces con él hoy? ¿Prefieres que me vaya para dejaros espacio?

-No... -susurró Erni. Acababa de ver a Dorian salir del baño, y dirigirse hacia ellos- Hoy no. Seamos hoy sólo tres viejos amigos que intentan ponerse al día, ¿de acuerdo?

Y lo fueron. Durante esa tarde, fueron sólo amigos sin ningún problema entre ellos.

Los problemas vendrían después. Con los celos de Erni hacia Mario, el incremento de la obsesión de Dorian por Joan, las discusiones interminables, los intentos de llegar a una tregua que nunca llegaban a buen puerto.

Pero, por esa tarde, volvieron a ser sólo amigos, los tres. El viejo Triunvirato, cansado y distinto, pero ellos, al fin y al cabo. Amigos.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora