Contradicción

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-¡No, no me calmo! ¡No quiero calmarme! ¡Estoy harta, joder! ¡No la aguanto ni un minuto más! ¿Quién demonios se cree que es? ¿Quién demonios le dio permiso para venir a las reuniones?

-De hecho, fuiste tú -apuntó Dorian, sentado en el sofá con una sonrisa traviesa mientras la veía dar vueltas nerviosas al salón- . Después de pegarte con la policía por ella, de hecho.

-¡Cállate, Dorian! -chilló Astrea, y siguió con su vueltas furiosas- No me arrepiento de haberlo hecho. ¡No me arrepiento! ¡Pero no la aguanto!

-¿Por qué no le prohíbes entonces que vuelva a las reuniones? -"otra vez", tuvo que morderse la lengua para no decir. Erni resistía valientemente el impulso de caminar en círculos por la habitación como ella. Hacía mucho que no veía a su amiga tan alterada, y cuando decía mucho, se refería a que la última vez que pasó algo así fue cuando Astrea descubrió de dónde venían las hamburguesas y decidió no volver a comer carne, y eso fue cuando tenían quince años.

-¿Qué? ¡No! Yo...

A Dorian se le cayó el cigarro de la boca. Los ojos de Erni se abrieron como platos. Incluso Astrea se detuvo en seco al darse cuenta de lo que había dicho.

-Oh, mierda, mierda... -eso eran dos mierdas más de los habituales.

-A ver, a ver, a ver, quieto todo el mundo -Dorian se levantó del sofá sacudiendo la cabeza, confuso- . Todos lo hemos oído, ¿verdad? Es decir, no me estoy volviendo loco -Astrea le lanzó una mirada fulminante que gritaba todas luces "cállate", pero, como siempre, él la ignoró- . Creo que lo que me ha parecido entender es que no quieres a Raquel alrededor... pero tampoco quieres estar lejos de ella. ¿Me equivoco?

La única respuesta que obtuvo fue el tic-tac del reloj en la pared, y el zumbido de los engranajes de la mente de Astrea, que trabajaban a toda velocidad intentando dar una respuesta lógica a esa pregunta.

-...no -se vio obligada a admitir al final.

-¡Ja! Lo sabía. Tengo que hacer una comprobación...

-¡No, tú no vas a hacer nada! -chilló ella, aunque el sonrojo de su rostro le restaba severidad- ¡Mantén tus narizotas apartadas de esto! -y se encerró de un portazo en su habitación.

-Ay, dios -suspiró Erni, apretándose el puente de la nariz por debajo de las gafas- . Algo me dice que aquí se va a armar un buen lío.

Dorian simplemente rio.

Su comprobación no tardó en llegar. Aquella tarde, habían quedado todos en casa de Joan, o al menos, todos los que habían podido ir, es decir, ellos tres, Raquel, Nina, Beatriz, y por supuesto, Joan. Félix y Renée tenían una cita con su otra novia, y Mikel estaba muy liado con el trabajo.

Hacía buen tiempo, así que se habían sentado en la terraza. Joan tocaba la guitarra, y Dorian cantaba. Raquel, Nina y Bea mantenían lo que parecía un enfermizo concurso de beber, y Erni y Astrea charlaban sobre la carrera.

Dorian se estiró sobre la mesita que había en el centro, con la intención de servirse otra copa... con tal torpeza, que tiró la botella de sangría sobre Raquel. Entera.

-¡Oh, mierda! -se inclinó hacia ella para intentar recogerla, pero en el proceso, sólo consiguió que el líquido que había quedado sobre la mesa terminara de caerle encima. Su camiseta, que había sido verde, se volvió roja de golpe- ¡Perdón! Ha sido sin querer, lo prometo.

La sonrisa traviesa que le dirigió a Erni dejaba entrever que no tanto. El médico suspiró.

-Bah, no te preocupes -Raquel ni siquiera se había movido de su sitio- . Total, estamos en confianza.

Y contra todo pronóstico (salvo quizá los de Dorian), se quitó la camiseta manchada y se quedó sólo con el sujetador. Cómo lo hizo sin soltar la botella, es un misterio que todos seguirían planteándose durante mucho tiempo.

Y entonces pasaron varias cosas a la vez. Astrea se atragantó con su té helado, Erni apartó la vista, Beatriz soltó una carcajada, Joan se ruborizó hasta límites insospechables, y Dorian volvió a sentarse al lado de Erni, con una sonrisa triunfal.

-Oh dioses -escucharon musitar a Astrea- . Dorian, tiene muchos tatuajes. ¿Cómo puede tener tantos tatuajes? ¿No tiene nada mejor en lo que gastarse el dinero?

Raquel tenía, de hecho, varios tatuajes. Una enorme y colorida mariposa le ocupaba la espalda, una delicada flor de loto decoraba su esternón (Astrea se obligó a apartar la mirada de ella), y millares de manchas de tinta aparecían aquí y allá sobre su piel. Resultaba casi hipnótico, y Astrea no era tan disimulada como creía.

-¿Te gusta lo que ves, oh divina diosa de mármol? -se burló Raquel, demasiado borracha como para darse cuenta de que, por una vez, Astrea la estaba mirando- Los diseño yo misma, ¿sabes? Así es más barato.

-Oh. Bueno. ¡Pero son muchos tatuajes! -Dorian soltó una risita por lo bajo, y hasta Erni sonrió- Es verdad, no es asunto mío. No me importa. CÁLLATE DORIAN, no me estoy sonrojando, TÚ te estás sonrojando. Déjame en paz.

Dorian no pudo más que estallar en carcajadas. Su experimento había sido un completo éxito.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Where stories live. Discover now