Johan

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Era imposible no querer a Joan.

Era una de esas personas que traían paz allá donde fueran, con su aroma a flores, y su rostro suave y su calma innata. Su aspecto habitual parecía sacado de un cuadro barroco, con la trenza castaña hacia un lado, coronas de flores en el pelo, y un poncho de colores dos o tres tallas más grande de lo que debería. Raquel sabía que atesoraba también un par de vestidos y faldas, pero aún no se había atrevido a ponérselas para salir de casa.

Se hacía llamar Johan porque le sonaba más poético, pero Raquel siempre tenía que morderse la lengua para no añadirle detrás un "Sebastian Bach".

Era imposible también verle sin un libro o un cuaderno en la mano. Cuando no leía, escribía versos, y cuando acababa de escribir, volvía a sumirse en la lectura. Era delicado al hablar, dulce, y siempre tenía una palabra amable.

Raquel mentiría si dijera que en algún momento no le había llegado a atraer, pero lo más heterosexual de Joan eran los chicos que solían gustarle, así que había empezado a quererle como a un hermano pequeño.

Y era mutuo. Por eso, la primera vez que la pintora llegó a su casa a la una de la madrugada, totalmente borracha y con la mirada perdida, Joan simplemente había suspirado, y la había dejado entrar. Había cuidado de ella sin reprocharle nada, y aquello se había convertido en costumbre: cuando tenía un mal día, de esos en los que la casa se le caía encima, Raquel sabía que encontraría un refugio en el piso de Joan.

Aquella vez, no fue diferente.

-¿Qué ha pasado ahora? -preguntó su amigo, cuando estuvieron sentados en el sofá con una manta por encima y una taza de té caliente en las manos. Raquel odiaba el té, pero no tomárselo pondría triste a Joan, y que la mataran si iba a permitir que Joan estuviera triste siquiera un instante. Lope, el gato anaranjado de su amigo, dormitaba bajo la mesa, y de vez en cuando entreabría un ojo verde y les fulminaba con la mirada por no dejarle dormir en paz.

-Me pilló la pasma. Querían empapelarme, y entonces... -las palabras se le atacaron en la lengua. Y entonces había conocido a una diosa, pero aún no alcanzaba a procesar qué había pasado.

-¿Te multaron? -preguntó él. Raquel negó con la cabeza; no había llegado a darles la identificación- ¿Y entonces?

-Llegó la manifestación, y... -le dio un sorbo al té. Estaba aún más amargo que el café de la Facultad, pero se tragó la mueca de disgusto. Y miró por primera vez alrededor para ver la bandera arcoíris arrugada en el suelo, la peste a humo que desprendía, el moratón en la mejilla de Joan, los restos de purpurina en su cara. Y palideció- ¡Tú has estado ahí! ¡Vienes también de la mani!

Lope maulló en protesta por los gritos, se levantó indignado, y saltó encima de Joan, que comenzó a acariciarle distraídamente.

-Bueno, yo... Es el Orgullo Crítico, tenía que ir... -y masculló algo por lo bajo como "además Dorian estaría", pero puede que Raquel se lo hubiera imaginado. No conocían a Dorian, todo lo que sabían de él era su nombre, y que estaba metido en una asociación que organizaba ese tipo de cosas, y que a Joan le gustaba. Cómo había descubierto su existencia, era un misterio que su amigo aún no quería revelar.

-Te creía más listo -bufó Raquel. Lope le devolvió el bufido, pero ella lo ignoró- . ¿Qué vas a lograr con eso? Unos cuantos golpes, una bonita afonía, y problemas como los de hoy. No deberías meterte en esos sitios.

-¡Oye, que has sido tú la de "me pilló la pasma"! -protestó él- Yo no me meto en problemas, sólo... Bueno, al Orgullo hay que ir.

-Vale, pero fue por beber en vía pública. Salí a fumar, y luego no recordaba dónde estaba el bar, así que...

-No tienes remedio...

-Y entonces llegó la manifestación, y uno de los que iba al frente me vio y vino a pegarse con el policía...

-¡Espera! ¿Eras tú? La de aquellos policías a los que Enjolras fue a gritar, ¿eras tú?

El gato volvió a protestar y, renunciando a la siesta, salió corriendo del salón.

-¿Enjolras? ¿Qué clase de nombre es ese?

-Su apellido. Es la presidenta de la asociación que organizaba la mani de hoy.

-¿Y por qué se metió en medio? ¿Es que está mal de la cabeza?

-No soporta a la poli, por lo que cuentan. Ay, así que es ella la que te ha sacado del lío...

Raquel debería haber visto la sonrisa traviesa de Joan, pero estaba demasiado ocupada recordando sus ojos azules, su ceño fruncido, sus bucles de plata. Realmente era una obra de arte.

-No... No me la saco de la cabeza. ¿Por qué haría eso? Es tan... Tan... No lo entiendo.

-Pero creí que habrías llegado a casa hace tiempo -Joan frunció el ceño, e hizo una mueca al ver que aún no se había tomado el té- . Así que, ¿qué haces aquí?

Raquel se encogió de hombros.

-Te lo he dicho... No me la saco de la cabeza -y hundió el rostro entre las manos.

-Ah, el amor... -escuchó el suspiro de su amigo- ¡El amor es un rayo de luna...!

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Where stories live. Discover now