Gasolinera

45 3 128
                                    

(Culpo de este capítulo a @ElPortaldeRealidades , que me sugirió sutilmente que escribiera este capítulo. La culpo tanto que espero que no le importe que se lo dedique por su cumple de forma un poquito adelantada.

Aviso a navegantes: prepara los pañuelos)
   
   
  
     

-Ya que me has pedido ayuda, lo menos que podías dejar era que condujera yo.

-¿Tú, conducir mi coche, con tus inexistentes dotes para manejar un volante y tus instintos suicidas? Ni lo sueñes, madeimoselle. Tú deja tus taconcitos bien lejos de mi acelerador.

-¿Desde cuándo me necesitas para que te ayude con tus casos, de todos modos?

-Oh, no soy yo quien necesita ayuda, a nosotros nos va bien. Pero es un caso muy extravagante en el que una periodista novel no debería dudar en aprovechar para husmear...

-¿Nosotros?

-Ah, ahora Bea trabaja para mí. ¿No te lo había dicho? Bueno, conmigo, que si no se nos enfada, pero todos sabemos a nombre de quién está el bufete...

Astrea calló y decidió mirar por la ventana. Aquello no estaba en el trato. Dorian, en cambio, sonrió de oreja a oreja.

Astrea aún no estaba cómoda viendo a los demás. Habían pasado cuatro años desde la barricada; casi tres desde que el resto habían salido de la cárcel. Bea, la única otra que no había acabado en prisión (salvo Mario, pero a nadie le importaba Mario, y Nina, que había desaparecido un tiempo), había intentado varias veces retomar su relación con ella mientras los demás estaban en la cárcel, pero Astrea no la había dejado. No podía. ¿Cómo, después de cómo les había fallado, de cómo les había abandonado? No, estarían mejor sin ella.

Aquello sólo funcionó hasta que Dorian volvió a su vida, claro. Dorian, su centro, no iba a dejar que se alejase de sus amigos. Así que, igual que antaño, la fue arrastrando poco a poco a volver a quedar con ellos, aunque jamás todos de golpe. Recuperó la relación con Erni y Joan (¡qué remedio!, se pasaban la vida pegados a Dorian...), volvió a acercarse a Bea y Mikel, quedó alguna vez con Renée y Félix, incluso se acercó a la pequeña fiesta que organizaron para darle la bienvenida a Nina cuando volvió de su Camino de Santiago personal. No volvió a ver a Raquel, sin embargo. A ella no podía volver a mirarla a la cara.

-¿Y el caso es en Ávila? ¿De verdad? Dorian, por dios, que estáis empezando con el bufete. Deberíais limitar el radio de acción a Madrid, por ahora.

-¿Pero entonces dónde estaría la gracia?

Astrea no era tonta. Algo se olía. Algo que terminó de materializarse cuando Dorian aparcó el coche junto a las murallas de Ávila y se encontraron allí a Beatriz, dormitando al sol sobre el césped al pie de las murallas, y a Raquel, sentada a su lado dibujando el paisaje en su cuaderno de bocetos. Astrea suspiró. Por supuesto.

-¡Ah, por fin estás aquí! -saludó Beatriz, con su estruendoso vozarrón- Ya empezaba a temerme que te hubieras estrellado o algo... ¡Vaya, si has conseguido arrastrar a nuestra intrépida no-líder! Cuánto tiempo, Astry.

Al oír su nombre, Raquel se levantó casi de un salto. Se alisó la vieja sudadera verde y sucia de pintura, se ordenó un poco el pelo castaño desgreñado, que era más largo entonces de lo que solía llevarlo cuando estaban juntas. Sonreía con tanto nerviosismo que casi no parecía Raquel. A Astrea se le hizo un nudo en la garganta.

-Artemis -saludó con timidez, extendiendo una mano temblorosa hacia ella- . No esperaba... No esperaba verte aquí.

-Yo a ti tampoco -se esforzó mucho en no mirarla más de dos segundos. Sus ojos verdes y tristes aún le robaban el aliento- . ¿Qué hacemos aquí, Bea?

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora