Cincuenta y dos

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Me llevó a casa después del trabajo. Ya no me hacía ilusiones. Ya no imaginaba que me besaría antes de marcharse. Ya no imaginaba que me abrazaría. Ya no imaginaba la escena cliché en la que me confesaba su amor, bajo las estrellas y la Luna como testigo de esa escena romántica. Ya no, esas ilusiones iban mueriendo lentamente.

Pero...

Nos detuvo en el umbral de la casa. Tomó mis manos. Bajó la mirada hacia mis labios. Mordió su labio inferior. Se acercó lento pero decidido y me besó. Despacio, tierno, sin prisa, sólo ternura. Finalizó con un casto beso y un "hasta mañana bonita".

Deseo OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora