Ciento veintiséis

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Su punto verde estaba encendido y unas ganas enormes de hablar con él me inundaron, sabía que sería contraproducente pero solo lo saludaría, además no creí la posibilidad de que me contestara o quisiera hablar conmigo.

Yo: ¿Hola?

Qué poco autocontrol tenía. Albergaba la pequeña esperanza de que por lo menos revisara el mensaje.

Él: ¡Hola!

Contestó a los pocos segundos. Quizá...si deseaba hablar conmigo.

Yo: ¿Cómo estás?

Seguí nuestro antiguo ritual; cuando aun era su bonita.

Él: Bien supongo, ¿y tú?

Respondía rápido esa era una buena señal.

Yo: Bien. Y... ¿Qué has hecho?

Él: Lo normal, ya sabes, trabajo, salir y estar con mi novia.

Dolió un poco lo último aunque ya me lo esperaba.

Yo: ¿Y eres feliz?

Esperaba una negativa como respuesta quizá un ¡no, te necesito a ti para ser feliz!

Él: Claro que lo soy. ¿Cómo vas con Kevin?

Yo: Uhm, bien somos buenos amigos.

Él: ¿No son novios?

Yo: No, nos llevamos bien solo eso.

Él: Pues en el cine se veían muy cariñosos. Entonces ya te conseguiste otro "amigo", vaya no que tu no eras de esas.

¿Cómo se atreve? Pero no me podía sentir indignada u ofendida porque en parte tenía razón.

Yo: No. Somos amigos y san se acabó.

Él: Como sea, en fin, ese asunto no me importa.

Yo: Está bien.

Él: Creo que hablamos después. Me alegra que estés bien bonita.

Miles de mariposas revolotearon enloquecidamente en todo mi ser, leerlo era una cosa pero mi mente me traicionaba e imaginé que me lo decía al oído. Melancolía y nostalgia por una simple palabra. Lo extrañaba y lo quería de nuevo a mi lado, se lo tenía que decir sin embargo él quizá ya no quería nada que ver conmigo.

Yo: ¡Espera! Te tengo que decir algo.

Él: ¿Qué?

Sentía un nudo en la garganta y mis manos se negaban a reaccionar.

Yo: Mejor otro día, adiós.

Era una cobarde.

Él: Ahora me dices. Bonita, ¿qué pasa?

Era débil, sumisa y estúpida sin necesidad de tenerlo cerca.

Yo: Sabes, creí que un día de estos te iba a poder superar, olvidarte como tu lo has hecho y dejar de recordarte a cada instante. No he podido y no creo poder hacerlo. Tengo esta necesidad de confesarte algo pero no estoy segura y siento que te perderé de una vez por todas si lo digo.

Él: ¿Superarme, en que aspecto? Y te equivocas yo no te he olvidado como dices. Solo dilo.

Yo: En el hecho de quizá algún día me dejaras de gustar y no solo eso de algún día dejar de amarte como lo hago. Te amo y mucho.

Listo. Lo dije, un pesos se esfumó de mis hombros y un hueco en el estómago se hizo presente. Vio el mensaje y después de unos minutos no hubo ninguna respuesta. Tenía los nervios de punta era tonto haberlo confesado así por mensajes pero estaba segura que en persona no hubieran salido esas palabras. En realidad era lo mejor y si se empezaba a reír en mi cara o algo por el estilo, no lo soportaría.

Él: Lo siento, pero yo solo te veo como una amiga, no te niego que te quiero pero hasta ahí, sabes que tengo novia y es a ella a quien amo.

Cualquier esperanza, anhelo, sueño; se destrozó en ese momento.

¿Habrá algo más doloroso que ser rechazado constantemente?

Abrí mi corazón, le dije lo que sentía esperando que algo en él despertara por mí. Querer no era suficiente. Amarlo tampoco lo era. ¿Por qué dolía? Ya sabía su respuesta, sabía que ella era el amor de su vida y yo solo era su amiguita cuando él lo deseaba.

Yo: Olvida lo que dije.

Él: Como quieras. No pasó entonces.

Maldije el día en el que lo conocí, el día en el que me enamoré perdidamente de él, el día en que me habló bonito, y el día en el que me llamó bonita y me entregué a él. Maldije por no ser suficiente. Maldije a mi corazón por haberlo escogido ciegamente.

No podía desearle mal, no podía dejar de pensarlo, no podía convertir ese odio en rencor, no podía porque mi amor era más grande que cualquier cosa.

Yo solo deseaba odiarlo en vez de amarlo.

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