Ciento Cincuenta Capítulo Final (2/3)

375 21 6
                                    

La vi, después de tanto tiempo tomada en brazos de otro pendejo, no solo tenía a Kevin en otra ciudad sino también a otro por acá, ¿cuántos más faltaban por conocerle?

¿Qué no era mi bonita, la chica más dulce sobre el planeta?

Ahora la veía como una marinera; con un puto amor en cada puerto.

La rabia me invadió, al verla a los ojos no pude más que sentir como estos ardían por su traición, ¿¡qué no se suponía que me amaba!?

Me dolió verla, como si un pedazo de mi corazón ya sanado estuviese sangrando a borbotones.

¿Acaso el destino no se cansaba de joderme la vida?

Me pasé de largo sin virar en su dirección. Si le mostraba que no me importaba le dolería más a ella que lo que me dolía a mí, claro, si es que yo aún le importaba; esperaba que si. Cuando estuve a casi dos metros de distancia viré hacia el lugar en donde estaba y la vi hundiendo su rostro en el pecho del tipo. Si no fuese porque ella me había dejado solo aquella vez regresaría a propinarle los puñetazos más dolorosos de su inútil existencia.

Si ella estaba aquí quizá yo debía regresar. No iba a soportar más encuentros como esos.

Al final ni siquiera me pude hundir en el exquisito sabor del cacao.

Narra ella.

—Tranquila —susurraba Fede frotando su mano por mi espalda en un acto tranquilizador. Las lágrimas no dejaban de caer y yo que había asegurado que ya lo había olvidado.

—Es que... No puedo —dije hipando. En ese punto de la situación me sentía la chica más estúpida sobre el planeta, llorandole a alguien al que no le importaba una mierda. El dolor en mi pecho no se iba y me debía tranquilizar antes de que me pusiera grave.

Mi primo solo negaba sin decirme nada más. Todo lo que hacía era aguantarme los malos ratos como lo solía hacer mi tieno niño de ojos claros, mí Kevin.

—Espero que te hayas dado cuenta.

Sus palabras me confundieron, fruncí el ceño y esperé a que continuara, limpiaba lo que restaban de esas gotas saladas desobedientes. Fede al darse cuenta de que no tenía ni idea de lo que él esperaba, golpeó su frente con la palma de su mano y en un acto de frustración frotó ésta por todo su rostro.

—Cariño, ¿no te das cuenta del pendejo al que has entregado tu corazón? —murmuró lo suficientemente bajo para que solo yo lo escuchara. Asentí dolida, sabía a la perfección que tenía razón. Él era un gran idiota —. Dime, ¿así quieres ser tratada toda la vida? Qué cuándo se le hinchen los huevos te ignore, que te trate con indiferencia, porque créeme te vio. No te merece, princesa, sácalo de tu corazón.

Lo decía como si fuese tan fácil. Cómo lo iba a sacar de mi ser si estaba aún cegada por él. La reina de las masoquitas, me merecía la corona por ser tan tonta: mi corazón latía con fuerza, los nervios los tenía de punta y las necias mariposas en el estómago no dejaban de atacarme.

Mi amor dolía, demasiado como si poro por poro estuviera derramando gotas de sangre, como si apretaran mi pecho haciendo que mi respiración se agitara. Eso en definitiva ya no lo podía llamar amor.

Entonces... ¿era odio?

—Yo... —enmudecí al darme cuenta que no podía refutar ante su observación.

—Solo imagina, ¿qué hubiese hecho Kevin?

¿Qué, qué hubiese hecho? Sonreí con malicia.

—Quizá... Hubiera ido corriendo a mis brazos sin importar quien estuviera conmigo. Quizá te hubiese partido la cara por tocarme. Quizá después te hubiera cortado las manos y los labios por besar mi mejilla. Quizá se hubiera enojado pero no me hubiera abandonado. Hubiera sido un asesino por mí. Después hubiera preguntado quien eras, quizá.

— ¿A qué eso es hermoso, no? —sonreímos, como dos locos al imaginarnos la escena y de pronto dejó de doler un poco con solo recordarlo.

Me abrazó por un costado recargando mi sien en su hombro.

Me prometió que todo iba a estar bien. Me dijo que él no me abandonaría y Fede era de los que cumplían sus promesas.

—Lo extraño.

—Espero que no sea el pendejo ese que acabamos de ver, si lo es  juro que te pego y no me gusta pegarle a las niñatas lloronas.

—Si es que me dejo además recuerda que tengo un asesino serial sexy a mi disposición —mascullé.

—Cariño, ¿y si Kevin ya te superó? —refutó, estúpido primo de mierda tenía que traer a mi la incertidumbre después de haberme tranquilizado —. Ya pasó mucho tiempo desde que viniste acá, consideralo.

Si mi lindo pecoso ya me había olvidado no me quedaba más que aceptarlo y lamentarme por haberlo perdido. Yo lo alejé y debía de asumir las consecuencias de mis actos.

Lo fulminé con la mirada casi podía jurar que lo mataba pero Fede era inmortal. Comenzó a reír porque sabía lo que estaba haciendo —créeme que si las miradas matan, ya estaría diez mil metros bajo tierra —dijo burlón.

— ¿Tan insignificante soy? —pregunté dolida.

—No. Eres bajita pero no insignificante. Te quiero mucho y si esos chicos no se dan cuenta de lo que vales, ellos deberían de ser los insignificantes en tu vida.

Creo que eso era lo más hermoso que algún día le pudiese escuchar.
—Gracias. Aveces pienso si actúas como un idiota para protegerte.

—En ocasiones. —sonrió de lado y lo imité.

—Cariño, recuerda que solo vivimos una vez. No heches a perder tus día con personas que no lo valen.

Inhalé aire para mis pulmones antes de que colapsara. Sentía que había perdido mucho tiempo pero con él, perdí muchos besos, muchas caricias; muchos amor y al final no rindieron frutos.

—No es que quiera que te vayas. Amo que me hagas compañía pero creo que es tiempo de que regreses y recuperes el tiempo perdido, ¿no crees? —dijo cuidando sus palabras.

—No —negaba constantemente por el miedo que me provocaban mis pensamientos.

— ¿Cómo así?

—Es que, lo puedo encontrar con alguien más y no quiero. ¿Y si no desea verme más? ¿Y si ya no me quiere? —mi voz me estaba traicionando, no podía articular bien y sentía que de pronto iba a sollozar.

—Si es así, no queda más que hecharle chingasos y para delante.
Fede tenía razón debía volver.

--------*-*

Estoy emocionada por el casi y ustedes?
Prometo volver rápido xD
¿Y si jugamos a que leen "En la monotonía del matrimonio"?

Deseo OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora