Ciento Cincuenta Capítulo Final (3/3)

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Narra Kevin

El aroma a bebé en la casa era como estar en el paraíso; uno hermoso y reconfortante. Un pequeño ángel había llegado a mis manos para bendecirme. La maldad del mundo se había disipado de mi hogar y éste pequeño ser que sostenía en mis brazos había traído consigo la paz.
Sentía que su cuerpecito era capaz de romperse con el pétalo de una rosa, mi deber era cuidar y proteger a mi pequeña princesa.

Se parecía tanto a mi. Su piel era blanca y su cabello ligeramente ondulado, sus labios eran finos y con un color rosado por demás tierno. Tenía grandes cachetes que adornaban su rostro, estaba seguro que en un futuro se le formarían unas preciosas pecas alrededor de ellos. Sus ojos eran marrones, grandes y hermosos, con largas pestañas y un brillo inigualable.

¿Quién dice que no existe una persona perfecta? Yo la tenía justo a mi lado.

— ¿Dónde está la nena de papá? —susurré con cariño. Era mi pequeño rayo de sol y era solo mía. No quería pensar en el futuro pero me daba miedo. No obstante, debía de afrontar todos esos miedos y vencerlos. Debía de prepararme psicológicamente, pensar en la respuesta adecuada y el tono de voz correcto para decirle que solo seríamos ella y yo contra la corriente.

La madurez me había dado una fuerte bofetada brindandome lo que a Evelin le hizo falta. Aún no podía creer que había buscado a quien entregar al bebé al nacer. Algo me decía que no durmiera en lo que estuvimos en el hospital y estuve alerta para impedir que me quitaran a mi nena.

Evelin seguía después de todo con la firme idea de que el bebé iba a ser un estorbo, si para ella lo era para mi no. En el momento que vi a ese bulto pelear con la sábana de hospital me dije que no importaba si no compartíamos sangre, no importaba si no nos parecíamos e incluso si algo estaba mal con ella, yo estaría ahí para cuidarla.

Cuando la tuve por vez primera en mis brazos sabía que era un regalo de los dioses, sabía que tenía el privilegio de que me fuera prestada para enseñarle lo que era el amor puro; justo eso sentía por esa bebé de ojos oscuros.

Al momento de que las dieron de alta el intento de madre que era mi, ¿ex-novia?, vaya, Evelin ni siquiera se despidió. No fue para darle un beso de despedida por lo menos a nuestra pequeña, simplemente se marchó dejándola como si mi bebita fuese un perrito que le estorbaba y eso no se lo iba a perdonar jamás en la vida.

La quise odiar con el alma pero era una perdida de tiempo, además que no podía hacerlo ya que sin ella no hubiera tenido a mi pedazo de cielo.

Sentía que mi pequeña crecía cada día más.

Pronto abrió sus ojitos y después empezó a seguir mi dedo con la mirada, sería muy inteligente de eso estaba seguro. Por fortuna nació sana, no tuve problemas con los pañales, ni la leche en polvo que le tenía que dar ya que no estaba su madre para darle pecho.
En el trabajo entendieron mi situación y me dieron la cuarentena a mi, pero, con la promesa de que trabajaría duro por un largo tiempo para devolverles el favor; cualquier sacrificio valía la pena por ver dormir con tranquilidad a mi mundo entero.

Me encontraba feliz. Aún así sentía que algo dentro de mi pecho faltaba pero con solo oír el llanto de mi niña se me pasaba y le restaba importancia.

Las piernitas de mi princesa se estaban haciendo más rechonchas junto con todo su cuerpo. Me daban ganas de apachurrarle los cachetes pero eso le dolía y lo que a ella le hacía llorar a mi casi me mataba.

—Estaremos bien —dije mientras depositaba un beso en la frente de mi hija. Pequeños suspiros se escucharon confirmandome que había caído en un profundo sueño. La recosté con cuidado quitando todos los peluches y dejándole libre el espacio para que ninguna tragedia le pudiese pasar. Durante la estancia en el vientre de su madre me la pasé viendo videos, programas y consultando con cada doctor que visitábamos sobre los riesgos y precauciones que debía tener para el cuidado de mi bebé, se podía decir que ya me lo veía venir.

Me recosté en el sillón movible que tenía al lado de la cama donde yacía mi hija para descansar unos segundos los ojos. Sonreí con cansancio al recordar que aún debía lavar unas mamilas para más tarde. Todo lo que estaba haciendo valía la pena.
Por suerte sabía hacer todo. Desde cocinar hasta planchar ropa. Me sentía seguro de mi mismo y sabía a la perfección que saldría adelante.

Tenía en mente buscar una guardería privada, donde estuviera seguro que ahí la tratarían como la princesa que era. Pronto regresaría a trabajar y necesitaba donde dejarla mientras regresaba. Mi madre no era una opción ya que no aceptaba que mi niña era su nieta del todo. Ni siquiera el no tener el apoyo de mi mamá me detenía.

Me levanté asegurándome que aún la bebé siguiera dormida. Preparé un café junto con pan tostado para recuperar energías, las iba a necesitar ya que presentía que sería una larga noche.

Dejé todo calentando para regresar rápidamente con mi rayito de sol y ver que todo estuviera bien. De verdad que ya me estaba volviendo paranoico si de trataba de ella. Me calmé al ver que suspiro con pesadez; estaba completamente dormida.

Solté una breve carcajada al darme cuenta de mi comportamiento exagerado y sonreí al caer en cuenta que yo era lo de menos en este mundo, lo más importante era el bienestar de mi hija, mi princesa.

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Falta solo el epílogo T-T
¿Qué creen que sucederá?

Deseo OdiarteWhere stories live. Discover now