Ciento treinta y siete

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La casa se inundó de ese exquisito y apetecible olor a cacao. Mi estómago reaccionó gruñendo con fiereza, ni siquiera me había dado cuenta de que tenía hambre.

— ¿Princesa, tienes algo para acompañar el chocolate? —cuestioné ya que solo el líquido caliente no me bastaría ya que estaba famélico.

—Uhm, no, a menos que lo quieras acompañar con galletas saladas. —Avisé de mi salida a la tienda de conveniencia más cercana. No se encontraba lejos sin embargo decidí ir a paso lento para ordenar mis pensamientos.

Ya nada encajaba, las horas que pasé frente al ordenador solo sirvieron para atormentarme, sabía que tendría pesadillas. En el camino me crucé con una pareja tomada de la mano caminando animadamente sin nada que los preocupara, una pareja comiéndose a besos en la acera de enfrente a la tienda. Entré con una sonrisa en el rostro al haberme imaginado con ella de esa forma, en lo afortunado que sería si ella me mirara diferente. Al llegar tomé lo primero que vi, regresé ahora con pasos más rápidos, necesitaba saber que era lo que sucedía.

Entré sin avisar y me dirigí a la cocina. Ella estaba tras la mesa en ella había dos tazas con líquido humeante y apetitoso. Al sentir mi presencia ella se acomodó en su asiento y me regaló una pequeña casi sonrisa.

Se veía atormentada, preocupada y afligida, en parte era mi culpa por insistir tanto pero era inevitable, yo quería que estuviera bien, no así.

—Traje galletas de vainilla. —Asintió levemente, me senté y le pasé la bolsa con lo que había comprado.
Por supuesto que ella no profirió palabra alguna, solo se dispuso a consumir lo que había en la mesa.

— ¿Entonces? —inquirí. Suspiró cansada y le dio el último sorbo a su chocolate.

—Solo...recuerda lo que prometiste. —Me miró expectante y asentí un poco.
Se perdió en la nada, de seguro luchando en su interior por lo que estaba a punto de hacer.
Mordía su labio nerviosa, se miraba tan tierna y dulce, ¿sus labios tendrían sabor a chocolate?

—No te preocupes, cumpliré lo que acordamos. —Derrotada por la batalla perdida sacó su celular, buscaba algo en el mientras hacía muecas de disgusto.

— ¿Para que quieres el celular?

—Prefiero que veas lo que me tiene así, deprimida. —Siguió buscando y suspiró cansada. Dejó el celular en la mesa encendido y se levantó sin decir nada, salió de la cocina y segundos después un portazo rompió el silencio de la casa.

Tomé el celular ya que si lo había dejado era porque quería que viera lo que había en el.

Estaba en la red social de este tipo. Aunque era una cuenta diferente a la que yo conocía. Dejó la página en el inicio de las fotos, leí los "pie de foto" de las primeras, estupidez tras estupidez. Después de algunas fotos de perfil miré las fotos subidas desde el móvil y él estaba con su novia, esa que lo engañó con su mejor amigo, ¿cómo podía seguir de idiota tras de ella? ¿Cómo podía mi princesa sufrir por él? Nada interesante imágenes ridículas y algunas subidas de tono y mal gusto. Revisé los álbumes y uno en especial me llamó la atención "Próximamente Recién Casados", había fotos de vestidos, flores y esas cosas de las bodas, estaban ellos, felices, besándose, brindando en una cena, suponía que fue cuando anunciaron su compromiso. Otra decía en el pie de foto "Prometo amarte por la eternidad, ni siquiera la muerte nos podrá separar" y él le ponía a ella el anillo dando por sentado el compromiso.

Ahora entendía por que tanto sufrir de mi linda princesa, pobre de ella, tan fuerte que de hacía por afrontar la situación ella sola. Fue un golpe duro.

Me alegré demasiado porque él ya no le haría daño, sería harina de otro costal, ya nada tenía que hacer cerca de mi chica de ojos marrones.

Era triste ver que sus sueños se desvanecieron pero la vida sigue, si no pasó no debía pasar, él no era para ella quizá yo si lo era...

Me levanté de mi asiento para buscarla aunque ni siquiera sabía que le diría, "Cariño me da gusto que se casen", claro que no. Caminé hacia su cuarto con una sonrisa en el rostro pero de inmediato me dio culpa y la borré en seguida. La puerta estaba abierta dejándome ver a una chica entre sábanas, quieta en el colchón que se encontraba a mitad de la habitación.

— ¿Estás bien? —pregunté, fue una pregunta estúpida.

—Supongo —respondió después de dos minutos, su voz estaba rota.

Había tomado asiento en la cama y ella se movió alejándose centímetros y disimuladamente limpió las lágrimas que yacían en sus mejillas.

— ¿Quieres estar sola? —pregunté para no molestarla con mi presencia, a veces solo necesitamos unos minutos con nosotros mismos para resolver nuestros tormentos.

—Ya tuve suficiente soledad. Entiendo si te quieres ir, ¿quién desearía estar conmigo en estos momentos?

No tuvo que decir más me metí entre las sábanas para estar más cerca de ella. Por un instante se puso rígida pero al final accedió a estar entre mis brazos.

Tan frágil, tan pequeña mi princesa de ojos marrones llorando por quien no vale la pena. Lograba entender que el amor no es justo, el amor a veces no es lindo porque uno no decide de quien enamorarse, solamente pasa.

Quizá sea a primera vista, quizá a segunda vista, quizá con el tiempo, quizá con momento efímeros pero al final uno cae en las redes del amor, ¿quién mejor que yo para demostrarlo?

A pesar de que su lindo corazón "ya tiene dueño", no me importaba estar cerca aunque fuese contraproducente mi ciego amor por ella. Era feliz con solo saber que existía, era feliz con el hecho de saber que había un alma que valía la pena en este mundo de mierda. Ella era quizá lo más bonito que me pudiese pasar.

—Quiero estar contigo.

— ¿Por qué? —Viró hacia mi mirada, frunció el ceño y lo dijo con recelo. Sabía que un "te amo" era inoportuno.

—No importa, quiero estar aquí contigo, ahora. —Hundió su rostro en mi pecho abrazandome por la cintura y posando su pierna derecha encima de las mías.

No pienses esas cosas repetí para mis adentros, esa posición era tan tentadora.

Empezó a llorar en mis brazos y todo de vino abajo, mi alma se quería aventar de un acantilado por no poder reconfortarla del todo, joder, si yo pudiese tener su amor no la haría sufrir porque ella era lo más importante en mi insignificante vida.

Tomé sus mejillas entre mis manos ejerciendo presión para que no fuese a retirarse de mi impulso. Si lo pensaba demasiado, si pensaba en las consecuencias no podría porque era incorrecto, era aprovecharme de ella, casi sería violación.

—Quiero ser tu príncipe, tu todo. —Corté de tajo el poco espacio que había entre nosotros para besarla sin aminorar la presión que hacía con mis manos. Se resistió, no correspondió mi beso, me aparté un poco de ella sabiendo que quizá en ese instante me echaría de su casa y me gritaría que me odiaba.

—Enamorate de mi princesa —susurré vehemente contra sus labios, se apartó para abrazarme sin proferir palabra alguna.

Deseo Odiarteحيث تعيش القصص. اكتشف الآن