Jardín de Niños.

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  —Son los relatos de Scheherezade.

  Scheherezade... Sheherezade. Digo la palabra en mi cabeza nuevamente. Sche-he-re-za-de… Que palabra más rara. No lo he leído. Mi abuelo recién lo trajo hoy.

  —No sé señorita Charlotte… —le digo sacando de mi mochila aquel pesado libro que decía «Tomo I» — Mi abuelo me lo trajo hoy así que como ve, no he tenido tiempo a leerlo. No sé bien de que trata.— añado y ella vuelve a regar mi cabello.

Baja la mano y me la pone en la mejilla. Me quedo muy quieto, mamá nunca hace eso. No le interesa dar cariño pero me gusta que me riegue el cabello, parece más vivo. Me gusta estar cerca de mi nueva nana. Huele a flores de campo. A gel de vainilla.

  —¡Tía Charlotte! — una extraña voz me saca de mis pensamientos, me volteo y en ese momento siento mis mejillas arder.

  Del interior del sauce sale una pequeña, tendrá unos... no sé... cinco años, sí, cinco años de seguro. Tiene el cabello suelto por donde mismo está el de la señorita Charlotte, unos rizos que salen desde el empezar de su cabello... parecen el final de los caracoles, son castaños pero un castaño con algunos hilos en medio rojizo.

Su piel brilla de una forma magnífica, es de tez morena, un bronceado perfectamente matizado a sus bellos ojos color caramelo... unos labios ligeramente tornados de un rosado como el de las rosas pero cuando están acariciadas por los tiernos rayos del Sol hasta sus labios están bronceados.

Es muy pequeña, trae unos zapatitos en las manos y creo que se ha hecho daño en la rodilla. Su vestido está un poco sucio, a juzgar por este, debió haberse caído. Sus mejillas están rojas y empapadas de tanto llorar. No pude evitar ahogar un suspiro algo sonoro al verle. Era un ángel. Esa pequeña era perfecta.

  —Alondra, cariño, ¿qué te ha pasado?

  Ella se acerca corriendo con un poco de dificultad. Ha estado escondida en el sauce pero ¿de quién? Tiene un librito entre sus manos. Un librito con la escritura de Alicia en el País de las Maravillas. También le gusta leer, como a mí. Ella se vuelve a caer y la señorita Charlotte se arrodilla, le da un abrazo y mira su pequeña rodilla.

Es pequeña pero parece dolerle mucho, las lágrimas se esparcen por su hermosa carita y siento que el corazón se me encoge.

—Toma...— estiro un pañuelo de seda que nana siempre coloca en mis bolsillos y lo coloco delante de ella.

Mueve la cabecita hacia mí y su mirada me abraza por completo. Es muy linda, muy linda. ¿Quién podría hacerle daño?

—Yo... emmm... — se lleva las manos a la cara y se esconde detrás de la rubia que solo consigue sonreír tratando de ocultar una carcajada.

—Alondra, saluda. El pequeño está siendo muy educado contigo.

—¿Por qué tiene que ser educado conmigo?

—Alondra mi amor, no digas eso.— noto en sus ojos que algo la lastima mucho, pero ya no es la rodilla.

—¡Es verdad tía Charlotte. ¿Quién se preocuparía por mí? Nadie, no le importo a nadie. Nunca le he importado a nadie, solo a ti, a tía Amy y Alan. Son los únicos que me quieren, yo no debería estar aquí. Debí haber muerto con mamá! — gritó y salió corriendo hacia el sauce nuevamente.

Algo dentro de mí parecía romperse. «No le importo a nadie» esas palabras resonaban en mi interior. La señorita Charlotte tenía lágrimas en los ojos, sé que quería llorar pero no lo hacía porque yo estaba enfrente. Entonces dejé caer mi mano en su hombro.

—Puede llorar, yo no le diré nada a nadie y... ¿puedo tratar de hablar con ella?

—Oh, Neil... — ella me abrazó y no contuvo las lágrimas.

Amarte en silencio (Completa) Where stories live. Discover now