Capítulo 23

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Permanecemos sentados en silencio mientras su chófer nos conduce a la inmensa mansión

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Permanecemos sentados en silencio mientras su chófer nos conduce a la inmensa mansión. Mi ansiedad ha vuelto en plena forma, y me doy cuenta de que el rato que hemos pasado en el suelo fue considerablemente extraño.

  William no suele andar por esos lugares, tan lejos de su casa, él está callado y pensativo… inquieto incluso, la atmósfera relajada de hace un rato que había entre ambos ha desaparecido, es como si estuviese buscando algo, o tal vez a alguien.

  [El motociclista peligroso tiene sus motivos, recuerda que te ha dicho de todas las formas posibles que William no es lo que parece] espeta mi subconsciente.

  Lo más agradable es que estés de su lado, lo de Neil no son más que celos, o incluso miedo, tal vez teme que yo descubra algo de él que no debo. Él mismo lo ha dicho.

  [Sigue así de ciega, te ensañas en quien no debes. Pero seriamente niña hay gustos que merecen palo.] le ignoro como casi siempre.

  Ya me he artado de que dirijas mi vida como te place. Además en éstos momentos no me siento segura de él. Creo que aceptaré la propuesta de William, unos días alejada no me vendrían mal. Total ¿Qué podría pasar?

  [Definitivamente eres lo más indeciso que hay en la tierra y conozco muchas cosas que terminan mal después de decir cosas como esa.]

  Avanzamos hacia la enorme puerta de madera tallada. Eran divinas, me acerqué, coloqué mi mano sobre la superficie bien estructurada de éstas, deslizando mis dedos por cada hendidura, sintiendo el volumen del perfecto trabajo realizado en ellas.

William abrió las puertas sin más que un gesto normal, típicamente de niño rico, ya debe de haber contemplado esas puertas decenas de veces. Cuando se abrieron de par en par, aquello parecía un palacio de aquellos en los cuentos de hadas donde pudo haberse perdido un zapato de cristal en una noche de gala, o haber corrido por el suelo deslumbrante una joven de cabellos dorados sumamente extensos.

  La sala de estar mantenía unos preciosos dibujos intercalados en el piso, entre blanco y negro, cubiertos a partir de más o menos cuatro pasos por una densa y aterciopelada alfombra de tonos grisáceos, espejos como perlas, muchos en tan sólo la entrada, esto me recuerda a la casa de los espejos.

  Se me eriza todo el cuerpo nada más pensarlo, hay muchos adornos de la más fina porcelana europea, hay estatuillas miniaturizadas de damas con ropas color pastel, al igual que los caballeros, podría jurar que hacen alusión al neoclasicismo aunque no estoy del todo segura.

  Más adelante continúa la sala de estar, en medio hay una mesa redonda de madera oscura, con un color, cómo podría decirlo, similar al del whisky, lo que ésta es un poco más oscura, con un enorme ramo de flores rojas ya marchitas, ¿acaso no han podido cambiarlas?

  Luego me percato que el florero no tiene agua, pobres, se han secado, han muerto por falta de agua, ¿acaso no vieron que les faltaba agua a las rosas? Desvío mi mirada a las paredes que están llenas de cuadros, muchos cuadros de William, de su madre, retratos, cada uno de artistas distintos, que vanidad.

Amarte en silencio (Completa) Where stories live. Discover now