Al ver el flash miré a Philip extrañada, pero aún sin borrar la sonrisa de mis labios.

-Que pasa?-pregunté.

-Nada-dijo bajando la cámara dejándome ver aquellos preciosos ojos achocolatados-Tan solo es que estás preciosa-dijo haciendo que mi sonrisa se ensanchara mientras volvía a retomar las palmadas. Cuando miré a los chicos, vi como algunos corrían hacia sus padres o madres y los arrastraban al centro de la plaza para cada vez hacer más grande aquella rueda humana. Mi sorpresa fue cuando la chica gritó en un perfecto italiano que fueran a por más papis y mamis, y ella, entre los niños, corrió hacia las mesas y adivinas a quién quiso arrastrar con ella?

-No, no, no-dije atropellando las palabras al ver que la chica me tomaba de las muñecas.

-Andiamo!-dijo alegre sonriendo de forma tan abiertamente que provocó que sus ojos azules como el cielo se achinaran. Miré a Philip con cara de terror, pero él tan solo sonreía... sonreía mirándome con sus ojos preciosos y llenos de un brillo que derretía. Ahora él también daba palmas. Al final solo por aquella mirada, me dejé llevar. En pocos segundos me encontraba agarrada de las manitas de dos peques, una niñita de ojos marrones y tirabuzones rubios, y un niño guapísimo de ojos grandotes y expresivos, con el bronceado característico italiano de esa época y el pelito castaño repeinado hacia atrás. Todos sonreíamos, reíamos o incluso los niños cantaban alguna cancioncilla que yo no conocía. De vez en cuando buscaba a Philip con la vista, quien parecía estar muy entretenido echando fotos o bien lo veía mirando y sonriendo tontamente, pero con las vueltas pronto lo volvía a perder de vista.
Cuando la canción cesó, todos paramos entre risas y aplaudimos por largo rato tanto al chico como a la chica, que parecía tener tomates por mejillas. Me asusté al sentir unas manos rodear mi cintura, pero al girarme solo pude engancharme al cuello del dueño de aquellos brazos antes de besarlo.

-Luego te enseño el video-me susurró pegando su frente a la mía. Tan solo asentí mordiéndome el labio-Te parece justo?-dijo ahora apartándose para mostrarme un billete de 20 euros. Yo fruncí el ceño sin entender demasiado, mirando primero el billete y luego a él.

-Si quieres algún tipo de servicio, solo tienes que pedirlo-bromeé consiguiendo que Philip me mirase con los ojos abiertos como platos antes de echarse a reír con ganas.

-Es para ellos, tonta-dijo riendo antes de atraparme en un abrazo. Lo abracé fuerte, sintiendo los músculos de su espalda bajo mis brazos y sus latidos bajo mi oreja-Meg-me llamó con vocecilla peligrosa. Lo miré desde abajo apoyando el mentón en su pecho.

-Dime, tonto-dije haciéndolo reír.

-Mira hacia allí-dijo señalando al chico del violín que tomaba agua de un botellín, cosa que no encontré demasiado interesante, pero cuando tuve intención de volver a mirar a Philip, el muy... él, me lo impidió mordiendo el lóbulo de mi oreja haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera.

-Philip!-me quejé entre dientes intentando apartarme, pero estaba atrapada entre sus brazos mientras sus dientes seguían con aquella tortura-Philip!-esta vez mi voz pareció el gritito de un ratón, antes de que no pudiera soportarlo más y rompiera en carcajadas, consiguiendo que sus dientes liberaran el lóbulo de mi oreja por haberle contagiado la risa. Lo abracé. Él sin embargo tomó mi rostro entre sus manos y me besó deteniendo mi risa de golpe, a lo que no opuse ninguna objeción.

Tras acercarnos a los artistas para dejar en la funda del violín el dinero y felicitarlos, nos acercamos a la cafetería para pagar y coger nuestras cosas con intención de marcharnos.

-Muchas gracias por su visita y encantada de conocerte Megana-dijo la camarera tras traernos la vuelta y antes de volver al interior de la cafetería. Philip me miró sin entender.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora