Capítulo veintiocho

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Ada:

Volví a casa hecha un manojo de nervios, caminé hacia la cocina suponiendo que mamá estaría ahí, habíamos tomado una actitud muy infantil luego de haber discutido aquella noche en su habitación.

Me asomé a la cocina y ahí estaba, haciendo su mayor esfuerzo por cocinar algo delicioso, soltando una bocanada de aire y diciéndome a mí misma «Yo puedo» aceleré el paso hacia mi mamá y sin pensarlo dos veces la abracé por la espalda, recio y duradero, ella se sobresaltó pero al darse cuenta de que era yo, inmediatamente su cuerpo se calmó, lo noté rápidamente cuando me tomó las manos.

— Mamá...

— ¿Cómo te fue hoy en clases?

— Muy bien.

— Eso es bueno. — dijo y yo sonreí.

Evidentemente en ese momento sentí el esfuerzo que ambas estábamos haciendo para lograr comunicarnos como hasta hace unas semanas lo hacíamos.

— ¿Quieres almorzar conmigo?

— Claro, se ve delicioso.

Tomé asiento y mientras la esperaba contuve un poco las lágrimas, respiré hondo para luego estirar mi mano y verter un poco de agua en un vaso, me la bebí segundos después sintiendo como me refrescaba la garganta.

— ¿Te ayudo? — me ofrecí a coger mi plato pero ella se negó, volví a sentarme en mi lugar.

— Gracias mamá.

— Espero te agrade, ya sabes que cocinar no es lo mío, recuerdo como tu papá batallaba mucho cuando algo no me salía, él era muy perfeccionista y yo algo despreocupada, muy distintos en ese aspecto, pero mira, no me dejó sola pese a que casi incendio la cocina.— ambas sonreímos. Ella todavía lo extrañaba, sus ojos brillaban cuando hablaba de él, Fernando Guerrero tan seguro de él mismo, siempre tan lleno de vida y de enseñanza dispuesto a crecer como persona. Su recuerdo aún dolía.

— Me encantaba mucho como solías imitarlo cuando estaba enfadado.

— Era una de las cosas que el más odiaba, una vez me confesó que aquello resultaba algo complicado de soportar, pero lo toleraba porque se trataba de mí.

— Él siempre te amó, lo demostró hasta el último día de su vida . — mamá delinea una sonrisa, la más bonita y tierna del mundo.

— Es verdad, nuestro amor fue algo que no lo podría comparar con nada, casi puedo decir que fue perfecto. — yo le sonreí formando una línea fina. Le tendí el bol de verduras sin dejar de observarla, me parecía algo inevitable no poder hacerlo, la manera en como me sacó adelante es algo que admiro mucho, porque se necesitaba de mucha resistencia para hacer aquello, porque a veces es mucho más fácil salir adelante por nuestra cuenta que hacerlo por alguien más.

— ¿Sabes? Eres muy valiente. — acaricié su mano.

— Tú lo eres aún más, recuerdo como sacabas de quicio a las Psicólogas con tu silencio, hasta ahora no puedo comprender como la Doctora Inés pudo contigo.

— Creo que tuvo paciencia. —hice un mohín. Ella asintió mientras se llevaba un poco de guisantes a la boca.

— Mamá ¿Todo está bien en el hospital?

— Supongo que sí, es algo difícil ver morir a personas diariamente, a veces no soporto no poder hacer algo más por ellos.

— Creo que eso no depende solo de ti, mamá.

— No lo sé, ya quisiera yo salvarles la vida a todos. —Menciona cabizbaja.

— Eso sería magnífico. — dijo. Ella dejó escapar un suspiro.

Llamaron a la puerta y antes de que mi padre se levante, yo lo hice.

— ¿Qué haces aquí? — cerré la puerta de golpe al verlo.

— Hola Gastón ¿Cómo estás? Bien y tú, también, gracias. — ironiza y yo giro mis ojos.

— Mi mamá puede verte. — lo espeté, mirándolo. Traía una camisa roja de cuadros blancos con un pantalón negro, lo escruté detenidamente y luego aparte la vista de su cuerpo.

Mi estómago dio un vuelco y mi corazón comenzó a latir con fuerza, su sonrisa pícara era algo que siempre iba a poner nerviosa y el movimiento de sus manos, curiosidad, tal vez jugar con sus dedos era una señal de que estaba nervioso, había hecho la misma acción en anteriores ocasiones.

— ¿Ada? — escucho su voz sintiendo su mano sostener mi brazo. Sacudo mi cabeza reaccionando.

— Tienes que irte. — exclamo con desazón. Se acercó más a mí acortando la distancia, toma mi mano para acariciarla logrando como respuesta que un hormigueo aflore en mi cuerpo, se inclina un poco para estar cerca de mi oído.

— No dejo de pensar en ti, Ada.

— Gastón...— dije en un jadeo sin poder mirarlo a la cara, sus manos sostenían las mías, su tacto era suave, justo como lo suponía, estábamos tan cerca que casi podía sentir su aliento cálido mezclarse con el mío, nos quedamos en silencio, yo me preguntaba como sería un beso por parte de él, quizá era él miedo lo que me estaba impidiendo acercarme más a él, quizá solo necesitaba un poco más de valentía para ser la chica que era antes del accidente de papá.

— Te quiero, Ada. — Respiré hondo cuando de pronto sentí sus labios encima de los míos, sus manos tomaban mi rostro sujetándome las mejillas para después acariciarlo con su pulgar con los ojos cerrados, nuestras salivas se mesclaron y entonces sentí su sabor, el sabía a azúcar y miel, me quedé quieta, estaba en estado de shock, mis ojos se mantuvieron abiertos en todo el proceso, Gastón se apartó paulatinamente.

Ni siquiera pude mirarlo cuando retrocedí unos cuantos pasos hasta meterme en mi casa.

— ¿Quién era, cielo? — Mamá grita desde la cocina.

— Nadie mamá, no era nadie.


Amor de mentira [✔]Where stories live. Discover now