Capítulo tres

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ADA:

Ya eran pasadas las diez de la noche, estaba tumbada sobre mi cama con los ojos pesados, no había podido conciliar el sueño durante una semana, los parciales de la facultad se acercaban a pasos agigantados sin poder hacer nada para detenerlos, había mantenido un promedio bastante alto como para arruinarlo con distracciones innecesarias.

Mamá siempre dice que el estudio es la mejor herencia que me puede dejar, que no lo desaproveche. Papá solía decir lo mismo cuando nos encontrábamos unidos en los desayunos, Fernando Guerrero era un señor admirable, capacitado para dar clases a chicos de primaria, era el mejor maestro de matemáticas, su partida fue algo que aún no lo supero, sólo la asimilé, asimilé por años que él ya no estaría junto a mí, lo acepté sin saber que él se estaba llevando consigo toda mi felicidad, dejando solo vacíos y dolor en el corazón mío y de mi madre.

Un vacío que no lo trituré sola, tras pasar dos días después de su muerte, me encontraba caminando cerca de la playa, había una gran feria, dentro de ellas encontré una tienda de discos antiguos, así que entré y compré uno de los discos que más me llamó la atención, un disco que no paraba de reproducirse en la disquera de mamá la siguiente semana.

Esa noche las canciones de The Rolling Stones se escucharon por toda la casa, lo escuchábamos a él.

Su accidente fue algo que marcó a muchas personas, amaban tanto su manera de enseñar que los mismos alumnos se resistían a que otro profesor les dé el curso. Si hace un año me hubieran pedido que hable de Fernando Guerrero habría terminado siendo un mar de lágrimas, porque recordar lo grandioso que fue sería como cuestionar muchas veces ¿Por qué se tuvo que morir? ¿Por qué tuvo que cruzarse un coche en la misma dirección que él?

A veces la vida suele ser injustificable, por un tiempo vi la vida con miedo, pánico, no quería que los mismos sucesos vuelvan a caer sobre mi familia, las ventanas se mantenían cerradas y la casa a oscuras debido a que las cortinas impedían cualquier pase de luz, veía peligro fuera y dentro de esta casa hasta que finalmente los doctores determinaron que tenía agorafobia ya que en cualquier situación me sentía atrapada indefensa, pequeña, como un minúsculo punto negro en medio del blanco, mi vida pasó a convertirse en un círculo vicioso. Intentaba salir y me daba miedo, el miedo me producía ansiedad y entonces volvía casa cuestionándome ¿Qué me pasó? Repetía la misma acción sin percatarme que estaba cayendo en algo difícil de poder salir.

Todo sucedió tan rápido que ni siquiera me di cuenta en que momento pasé de estar abajo a volver arriba, esta vez quedándome en un solo lugar, esta vez más estable, dispuesta a interactuar con más personas, con chicos de mi edad, estaba dispuesta a lograrlo y lo logré.

Conocí a dos personas creyendo que uno de ellos me daría los mejores momentos de mi vida, pero me equivoqué otra vez, otra vez la vida me zarandeó gritando cerca de mi oído que no sea tan inocente.

Michelle habría terminado destruyendo una de las cosas más primordiales qué tiene un adolescente: El amor propio.

Con él había vivido en una montaña rusa, en un sube y baja, la única diferencia es que yo siempre jugué con los ojos vendados, creyendo que el amor era así; a veces dolía y otras veces sentías mariposas en tu estómago, estaba poniéndole un concepto erróneo a esa valiosa palabra.

Hacía treinta minutos envíe una información fallida a un chico que desconozco, un tipo del cual presencié la poca educación que poseía, porque no hacía falta añadir algún adjetivo para ver lo grosero que podía llegar a ser. Gastón Castillo. ¿Cómo apareció dentro de mi lista de amigos? me quedó inerte en el mismo lugar sujeta en mis propios pensamientos, hacía un tiempo atrás me encargué yo misma de desaparecer a todo aquel que no conozca, me quedé con pocos amigos, sólo se quedaron compañeros de aula y familiares, Gastón no pertenecía ahí ¿Qué lo trajo hasta aquí?

Amor de mentira [✔]Where stories live. Discover now