Capítulo ocho

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ADA:

— ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? — estas dos preguntas vagaban por mi mente.

Parpadeo muchas veces con la intención de aclarar lo que tengo a mi alrededor pero nada me pareció tan familiar como ver a mis ex compañeros de clase justamente ahí, conmigo, en un lugar desconocido.

Me puse en marcha pasando por muchos de ellos, mi mirada estudiando cada esquina, cada rincón, cada detalle este lugar, chicos y chicas conversan entre ellos y yo sólo estoy ahí, sola, perdida, buscando una salida que me pueda llevar a casa.

Me detengo en seco en el momento que mis pies giran en lado contrario.

Gastón.

Es él, había revisado su fotografía que tenía en su perfil. Lo podría reconocer fácilmente incluso estando un poco alejado de mí. Su mirada estaba encima de la mía, me percaté de cómo apretaba su mandíbula sin siquiera inmutarse.

Estaba quieto, contemplándome, apreciando cada gesto que lograba brotar de mi rostro. Caminé hacia él pero en el momento que lo hice, él se alejó.

Corrí con el objetivo de alcanzarlo, quería descubrir el tono de su voz, el color de sus ojos, su tono de piel, su sonrisa, él. Planté la mirada enfrente pero él ya no estaba, lo había perdido de vista, lo busqué de derecha izquierda pero fue inasequible. Imposible.


De pronto abrí mis ojos de golpe y caí en cuenta de que todo fue algo, quimérico, irreal. Todo había sido un sueño.

[...]

Me tumbé sobre mi cama con la mirada puesta en el techo. Barry se había marchado antes de que yo pudiese despertarme, según mamá había rechazado el ofrecimiento que le había hecho desayunar aquí porque no podía llegar tarde a su casa.

Entre un suspiro y otro mis recuerdos viajan hasta ese sueño olvidando de repente la voz lejana de mi madre llamando a mi nombre con insistencia.

Recordé su rostro, su nariz respingona, sus pómulos bien definidos y ese cabello. Ese cabello que entre tantas personas el de él siempre sobresalía, muy singular, tan negro, pero no un negro cualquiera, era un negro Azabache brillante. Desordenado. Pero era perfecto. Perfecto para mis ojos.

También recordé como lo seguí queriendo alcanzarlo, pero desapareció de mi vista de una manera muy fácil, como si de una estrella fugaz se tratase, anhelando ir como si su mismo instinto le estuviese advirtiendo que está en peligro.

— Ada, entré por qué no respondías a mis llamados. — Mamá intervino.

—Perdón mamá, me distraje.

La voz de mama me hizo volver a la realidad te golpe, bajamos a almorzar, conversamos de cosas sin importancia y también de otras que si la tenían, le pregunté por su trabajo, las veces que no llegaba a dormir porque le tocaba sustituir a una de sus compañeras, rememoré cuánta falta me hacía cuando eso pasaba, las noches en vela esperándola y sin poder dormir hasta que llegase con vida y a salvo.

Ella siempre decía que no era necesario que lo hiciera pero lo hacía tantas veces que terminó por aceptarlo.

Estuve en la ducha durante mucho tiempo, zambulléndome en el agua, sintiendo como poco a poco esta se impregna en mi piel y como esas pequeñas gotas hacen su recorrido por todo mi cuerpo perdiéndose.
Después de esa noche Gastón y yo no volvimos a hablar, la última vez tuvimos una especie de conversación trivial basada en la dichosa "cadena" y eso fue todo. No sé de qué manera estoy llevando las cosas con él pero siento que no estoy teniendo control de eso.
Recuerdo las palabras de la doctora Inés en la tercera sesión, cuando me asustaba la idea de salir al mundo, de mostrarme, de que ellos sepan quién soy, de descubrir las cosas tan maravillosas de la vida por miedo a retroceder más de la cuenta y quedarme estancada más tiempo de lo debido.

— La vida te dará grandes cosas, Ada.

— ¿Y si eso no pasa?

— Pasará. Pero nunca pares, nunca te conformes, hasta que lo bueno sea lo mejor para ti. A veces, creemos que somos felices por tenerlo todo, ya sabes, cosas materiales, dinero, fama, etcétera. Pero nunca nos hemos detenido a desmenuzar esa frase, a triturarla. Ser feliz no es tener una vida perfecta, la felicidad es interior, no exterior, por eso Ada, la felicidad no es lo que tenemos, es lo que somos.

Sentí cómo mi cuerpo se estremecía con sus palabras, porque lo que había salido de su boca era muy cierto. Tan cierto como la vez que Michel me dijo que ya no sentía nada por mí desde hace mucho tiempo.

 Tan cierto como la vez que Michel me dijo que ya no sentía nada por mí desde hace mucho tiempo

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Amor de mentira [✔]Where stories live. Discover now