Capítulo 13

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Frank estaba muy enojado con el hijo de puta que tocaba la puerta de su casa con desesperación. Probablemente sea Bob, o un maldito que sólo quiera joderlo.

— ¡Ya voy! — Gritó bajando las escaleras. A todo volumen se oía la buena música de Nirvana que tanto le encantaba escuchar, hace rato no escuchaba a las grandes bandas que su propio padre le había hecho escuchar. Una vez que llegó a la puerta la abrió, cambiando su expresión de enojo por una de sorpresa. Quien estaba del otro lado era Gerard, quien parecía sumamente preocupado, ya que cuando vió a Frank lo abrazó con todas sus fuerzas, rodeando sus delgados brazos en su cuello.

— Dios mío — Dijo abrazándolo con fuerza — Creí que algo malo te había pasado — Pero Frank no pudo corresponder el abrazo.

Luego de pensar seriamente el asunto de Gerard toda la noche ya tenía una decisión tomada.

— Te fuiste sin decirme — Y Frank lo soltó y lo miró seriamente.

— Vete, Gerard. Debes irte con tu esposo.

— ¿Por qué te fuiste? — Preguntó algo triste. Odiaba verlo así.

— Ya estoy mejor, ¿sí? Ya no es necesario que cuides de mí. Tu trabajo terminó. Estoy curado, estoy bien. Ahora por favor vete — Dijo señalando con su mentón la calle, la cual no estaba muy habitada ya que era la mañana.

— Pero... Yo me siento bien a tu lado — Murmuró. Parecía que iba a llorar y Frank presintió aquello, y por un momento se sintió mal. Pero debía alejarlo de su vida, así tenía que ser.

— Basta. No compliques las cosas, ¿Sí? Era obvio que querías que me quede en tu casa para dejar de sentirte solo, no era para nada más que eso. Y yo como estúpido acepté. Pero no importa, no te odio por eso. Ahora que volvió tu esposo serán felices de nuevo.

Y Gerard se le quedó mirando unos largos segundos. Comenzó a derramar algunas lágrimas y más no dijo nada, sólo se dió la vuelta y comenzó a caminar para poder irse. Tal vez Frank había sido muy duro.

Aunque Frank haya tomado la decisión de ya no ver más a Gerard, porque éste tenía una vida ya hecha, no podía dejarlo irse llorando de esa manera. Porque por alguna extraña razón él no toleraba verlo sufrir de esa manera, sentía que algo dentro de él le dolía por verlo de ese modo tan sensible a una de las personas más hermosas que había conocido y, sin dudarlo esta vez, corrió hasta él gritando su nombre, pero el pelirrojo nunca volteó a verle, siguió su paso mientras seguía llorando, pero esta vez de manera más desesperada.

— Gee... — Tomó su brazo dándolo vuelta con delicadeza, viendo como el nombrado tenía sus ojos rojos y también llenos de lágrimas — Lo siento...

— No, Frank. Entendí que ahora me odias y lo acepto — Dijo Gerard limpiando sus lágrimas rápidamente.

— No quise ser un idiota, no quise hacerte llorar.

— Pero lo hiciste.

— Y por eso me disculpo. Ven — sujetó de una manera tierna el brazo de Gerard y lo guió hasta el camino a su casa. Una vez que llegaron, Frank cerró la puerta y lo llevó hasta el sofá amarillo que había en la sala de estar. Si mal no recordaba Frank ese sofá lo había comprado su mamá cuando él tenía unos cuatro años, era un hermoso y cómodo sofá.

Se sentaron allí y Frank sin dudarlo abrazó con todas sus fuerzas al pelirrojo, quien de inmediato correspondió el abrazo, comenzando a sollozar en su hombro.

— Frankie — Sollozó con fuerza — Estoy muy mal...

— Perdóname, Gee.

— No es por ti— Y Frank no supo a qué se refería.

Bulletproof heart •Frerard•Where stories live. Discover now