30

1.2K 121 26
                                    

— No, les apuesto lo que sea a que esa chica se equivocó. No estoy embarazada. —repito abrochando los botones del saco de Austin.— Aquí me quedo.

Leonardo detiene el auto y yo me bajo con Austin. Me despido de ellos agradeciéndoles por haberme acompañado y finalmente me adentro al edificio.

Paola chilla al verme entrar y me río corriendo hacia ella.

— Señora Pasquarelli. —saluda bromista.— Austin, es un placer tenerlos por aquí.

— Señorita Paola. —le sigo la corriente.— No avises de mi llegada, quiero sorprender a mi esposo.

Ambas soltamos una carcajada y me acerco besando la mejilla de mi amiga.

— En solo unos días podrás decir que es tu esposo. —me recuerda y yo dibujo una coqueta sonrisa en mi rostro.— Que guapa estás por cierto, ¿Cómo te sientes?

— Embarazada. —bromeo haciendo un puchero.– No te imaginas lo que me acaba de pasar.

— No, pero te escucho.

— La chica que diseña mi vestido me dijo que estoy embarazada porque he subido considerablemente de peso.

— No jodas. —se carcajea.— Es imposible, los exámenes de sangre dieron negativos, y...

— Y en la ecografia no se pudl ver un bebé. —completo.— Eso fue hace un mes.

— ¿Es posible que te hayas embarazado después de eso?

— Tal vez. —me encojo de hombros.— Ruggero no se cuida, no le gusta.

— ¿Y tú?

— ¡Ja! —suelto una risita nerviosa.– Noup.

Paola golpea su frente frustrada y niega mientras yo muerdo mi labio inferior.

Estuve planeando ponerme un dispositivo anticonceptivo pero no lo tenía muy claro. El plan era ponérmelo volviendo de la luna de miel.

Ahora una modista me hizo creer que estoy embarazada.

Que locas se ponen las cosas días antes de tu matrimonio.

— Dime algo. —digo cambiando de tema.— ¿Ruggero está?

— Uy, mejor ni te cuento. —hace una mueca de disgusto.— Si, está en la sala de juntas con una puta.

— ¿Con una qué?

— O sea, no literalmente. —aclara.— Pero hoy llegó una ingeniera, se llama Camila. Y no sabes, está pegada a Ruggero como chicle. Creo que lo acompaña hasta al baño.

— Ayer destruí su teléfono gracias a esa Camila. —confieso.— ¿Él le ha puesto límites?

— Si, desde luego que él sí. Pero ella sólo ignora eso y lo toma del brazo, se ríe de todo lo que él dice e incluso le dió una nalgada.

— ¡¿Qué hizo qué?!

Algunas personas nos miran pero creo que evitan poner cara de disgusto porque bueno, soy la mujer del jefe. Pero de todos modos, mi grito debió incomodarles.

Austin hace un puchero y me mira con los ojitos aguados como evidencia de que se asustó y suspiro acariciando si espalda.

Pero es tarde, pues él suelta en llanto y Paola me reprende por ser tan brusca.

¿Y qué quería que hiciera al final?

Camila entra a mi lista negra y ni siquiera la conozco. Empezamos mal.

Quiero decir algo pero veo a Ruggero salir del ascensor con una mujer de alrededor de treinta y cinco años.

Ella lo sujeta del brazo y él sonríe evidentemente incómodo hasta que me ve.

4| El verde de sus ojos; QuédateWhere stories live. Discover now