7

975 110 43
                                    

— No, Ruggero. Es muy pequeño todavía. —insisto y él se ríe alejando el helado de Austin.— ¿Quieres que le de una infección?

— No siquiera iba a darle. —se defiende.— Relájate, bonita.

Yo solo niego y él vuelve a reírse antes de besar mi mejilla. Y tirar de mi mano hacia la linda terraza.

Habíamos llegado a Amalti, un pequeño y hermoso pueblo que disfruté como nunca en la vida.

Nos tomamos más fotos de las que recuerdo y visitamos tantos lugares como fue posible. Ahora, siendo las siete de la noche, estamos sentados en una bonita e iluminada terraza.

Por fin vi a Ruggero ser lo que hace días no es, lo vi tan relajado y disfrutando tanto del paseo que simplemente no he mencionado nada respecto a Candelaria o Josuet.

Estoy simplemente disfrutando de su sonrisa porque sé que en cuanto volvamos a Roma todo será igual.

— Me duelen los hombros. —avisa y me río.— No te rías.

— Al menos eres un papá sexy llevando a tu bendición en un canguro. —admito limpiando la mejilla de Austin.— Eres el mejor, cariño.

— ¿Por qué yo tengo un apodo único para ti y tú siempre me llamas como se te apetece al momento?

— No me juzgues. Está bien, a partir de ahora te voy a llamar Ruggerito. ¿Okey?

Él se encoge de hombros dándome a entender que le agradó y sonrío ayudándolo a quitarse el canguro.

Tomó a Austin en brazos y este inmediatamente se adueña de mi cabello tirando de él con fuerza.

¿Cuándo mi hijo va a entender que mi cabello no es un juguete?

— Ahora entiendo por qué lo recoges. —dice Ruggero y niego.— Tú también te ves linda siendo madre.

— En realidad no. —me río.— No me veo nada bonita siendo madre, durante el embarazo subí diez kilos, al dar a luz bajé cinco, y los otros cinco se niegan a dejarme en paz. Antes, si bien es cierto, no tenía el abdomen súper lindo y perfecto por mi cicatriz, pero si lo tenía plano, y ahora no. Casi no tengo tiempo para arreglarme, y si Austin está despierto, desafortunadamente tengo que olvidarme de ponerle atención a mi apariencia. Es difícil, y definitivamente no me veo linda.

— Bonita, ¿Desde cuándo te importa la apariencia física? Eres preciosa, solo mírate. Tu carita es preciosa, tus ojitos hipnotizantes y tu sonrisa transmite la paz que he necesitado siempre. —asegura acariciando mi mejilla.— Y si esos kilos demás te preocupan, déjame decirte que estoy molesto contigo, no me gusta que juzgues tu físico, entiende que eres preciosa así, tal cual eres. Jamás cambiaría nada de ti, ni siquiera tu peor defecto, porque no solo estoy enamorado de ti, también te amo.

— ¿Cuál es la diferencia?

— Cuando amas a alguien aceptas sus defectos y aprendes a vivir con ellos. Cuando te enamoras, te aferras solamente a lo bueno. Y yo te amo, Karol. Te amo tal cual eres.

Mis ojos se llenan de lagrimas pero me niego a contestar, solo sonrío y le acercó plantando un beso en sus labios.

No sé qué haría sin él.

Porque aunque nuestra relación no haya comenzado de la mejor manera, ahora mismo somos todo lo que siempre pedí en una relación.

Sentimientos verdaderos.

Disfrutamos un poco más de la vista hasta que el frío hace que me abrace a mí misma y Ruggero termina proponiendo que nos vayamos ya.

Y eso hacemos, salimos de la terraza y vamos directo al estacionamiento en donde subo sin dejar a Austin en sí sillita. Está cerca de dormirse y es obvio que quiere alimentarse primero.

4| El verde de sus ojos; QuédateWo Geschichten leben. Entdecke jetzt