16

1K 124 26
                                    

Tiempo después.

Es increíble ver como el tiempo acomoda las cosas en su lugar. Es cierto que las heridas se sanan solas. Y es sumamente reconfortante sentirte en paz contigo misma.

No digo que ha sido fácil porque adaptarmea a ya no estar en Italia aunque sea para vigilar a Ruggero en secreto fue difícil. Alejarme de Giovanna todavía más.

Pero el estar con mi familia, abrazar a mi madre y dejar que muchas más personas quieran a mi hijo ha sido increíble.

Llevo dos meses aquí y las cosas han mejorado bastante para mí.

La incomodidad en mi pecho se ha esfumado y decidí tomarme un tiempo para cambiar lo que soy.

Comencé con lo básico, y fue cortándome el cabello hasta la altura de mis hombros.

Diría que por cerrar un ciclo, pero en realidad fue porque teniendo un hijo al que aún alimento con mi leche, no podía tener el cabello suelto por nada del mundo.

Terminé cansándome y en un arrebato dejé que me lo cortaran dejándolo a la altura de mis hombros.

Tampoco me arrepiento de eso.

De Ruggero he sabido muy poco. Manuel me comentó que estaba yendo a terapias para aprender a salir adelante con un dolor tan grande.

Por lo que se, le va muy bien. Respecto a su vida amorosa no puedo decir lo mismo.

Resulta que discuten más de lo que se aman. Y según Giovanna, son todo un problema que Ruggero se niega a afrontar.

Solo espero que pronto la vida de mi italiano se acomode por su propio bienestar. Aunque sea un idiota, nadie se merece todo lo que ha estado pasándole.

— Entonces, ¿Él te odiaba tanto como tú a él? —pregunta mamá y me río.

— Algo así. Digamos que el día que lo conocí le dije que era un consentido de papi y luego nos dejé atrapados en un ascensor sin saber que era claustofóbico.

Mau se ríe mientras juega con Austin y niego encogiéndome de hombros. Lo de Ruggero y yo no fue amor a primera vista.

Al contrario, creo que fue una competencia de quien odiaba más a quién. Creo que él ganó.

Después de una sesión de relajamiento con la terapeuta llegué a casa decidida a contarles mi historia con el padre de mi hijo.

Y aunque ellos ahora estén riéndose por lo divertido que fue todo al principio, dudo que reaccionen igual. Cuando les cuente del plan que Ruggero siempre tuvo conmigo.

Yo ya perdoné ese hecho, pero eso no quita que aun duela recordar lo humillada que me sentí en ese momento.

— ¿Y cómo fue que pasaron del odio al amor tan rápido? —pregunta mi hermano y veo a Austin llevarse los pies a la boca.— Si, el tratamiento sirve, es muy flexible este pequeño.

— No dejes que se meta nada a la boca y menos los pies. —reprendió lanzándole un cojín.— Y supongo que Ruggero y yo nunca pasamos del odio al amor. Él me odia a y yo a él, y cuando fingió una cita conmigo sin yo saberlo terminé odiándolo más. Así estuvimos hasta poco después que sin notarlo los sentimientos fluyeron.

— No puedo creer que vuelvas años después con un hijo del empresario más importante de Italia. Dueño de una industria hotelera muy grande.

— ¿Podemos obviar ese hecho? El día que Ruggero venga a visitar a Austin, prefiero que nos ahorremos el tratarlo como si fuese de la realeza.

Mamá se ríe y Mau le hace soniditos a Austin quien sentado en su pecho se ríe a carcajadas.

Tengo la certeza de decir que mi hijo está bien, apenas cumplió seis meses lo llevé al doctor, le mandaron un tratamiento y ahora le va muy bien.

4| El verde de sus ojos; QuédateWhere stories live. Discover now