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Amo este lugar al que ahora llamo hogar. Amo saber que a pesar de haberme quedado tengo a mi familia dispuesta a escucharme todos los días ya sea a través de mensajes o llamadas.

Mamá está feliz de que haya tomado la decisión correcta y me desea lo mejor del mundo en esta etapa de mi vida. Mauricio solo asegura que quiere verme feliz y que va a extrañar molestarme siempre.

Y no lo niego, yo también voy a extrañar eso.

Pero lo positivo es que vamos a vernos muy pronto, Ruggero quiere que hagamos el bautizo de nuestro pequeño y el matrimonio a la vez por lo que me ha pedido primeramente tiempo para hablar con mamá.

Ella por supuesto no sabe que me ha pedido matrimonio y Ruggero prefiere que sea así hasta que hable con ella pidiéndole mi mano.

Respecto a nuestra vida juntos, no digo que ha sido perfecta porque estaría mintiendo. Al contrario de eso, somos más raros de lo que podría contar.

Llevamos casi un mes juntos, y hemos discutirlo más veces de las que recuerdo. No son peleas grandes, son cosas relativamente pequeñas. Pero que igual me molestan. O le molestan a él.

Ahora mismo me encuentro sentada en el sillón de la sala viendo a Austin jugar en el andador. Literalmente no ha dado ni un solo paso, solo aprieta los botones y usa la poca fuerza de sus piernas para que las rueditas se muevan.

Y aunque he intentado sacerlo de ahí, se niega.

Desvío la mirada de él al asegurarme de que está despierto y vuelvo a centrarme en mi teléfono. Finalmente logré contactarme con Eric.

Después de que me fui, no supe mucho de él. Pero ahora que me escribió, supe que volvió a Francia y que intenta hacer su vida ahí. Aunque evidentemente no es fácil para él.

Terminó la conversación deseándole que le vaya muy bien en lo que sea que se proponga y dejo el teléfono un lado para caminar hacia la cocina.

Me aseguro de llevarme a Austin conmigo, y cuando está cerca de mí, me encargo de preparar la cena.

Aunque para Ruggero es fácil llamar y pedir que nos suban la cena, quiero hacer algo, me siento inútil no haciendo nada.

Una hora más tarde recibo un mensaje de Ruggero que me asegura que está de camino a casa y me dedico a preparar una papilla para Austin.

Aplasto el plátano y cuando lo pongo en un plato, me encargo de poner la mesa.

No pasa mucho hasta que escucho a Ruggero entrar, le sonrío y él me devuelve el gesto antes de dejar sus cosas sobre el sillón.

Se deshace de su corbata y camina hacia mí haciéndome una señal para que me acerque.

— Hola. —susurro cuando estamos frente a frente.

Él no responde, pero planta un beso en mis labios que me provoca mil reacciones.

Subo mis brazos a su cuello y entreabro los labios dándole un mejor acceso.

Se separa de mí dejando una pequeña mordida en mi lado inferior. Y cuando sonríe, me atrevo a preguntar por qué está tan feliz.

— No sé, fue un día demasiado relajado. —explica deshaciéndose de los botones de su camisa.– Tenía tantas ganas de llegar a casa.

— Estás muy energético. —me río apagando la cocina.— Y eso no suele pasar entre semana.

— Digamos que las cosas salieron muy bien hoy. Y cerramos un contrato muy grande para una nueva construcción.

4| El verde de sus ojos; QuédateKde žijí příběhy. Začni objevovat