Entró en el espacioso lugar, inspeccionándolo críticamente, evitando mostras su automático desagrado por la excesiva elegancia que lo decoraba y lo hacía lucir como un salón para caballeros. Era anticuado, poco minimalista. Nada que le gustase, si era sincero. Se contuvo de dar un comentario inapropiado, mordiéndose la lengua cuando lo primero que pensó es que aquella habitación era tan pasada de moda y muy inglesa en aspectos generales.

—Vaya... Me siento como en casa —Ironizó fingidamente, observando al hombre que aún le sonreía de oreja a oreja.

Contó unos quince minutos hasta que su equipaje entero estuvo dentro. Luego de eso y un par de formalidades más, lo dejaron sólo para que pudiese deshacer sus maletas. Se desplomó sin fuerzas sobre la espaciosa cama en el medio de la habitación, perdiendo su vista en el viejo techo de madera que sólo daba más oscuridad al lugar.

—Incluso en la tortura, mi madre quiere que sea exclusivo. —Se rió de su propia desgracia, aceptando finalmente que aquella sería su vida de ahora en adelante.

Intentó lo más que pudo no pensar en Kang Hani, pero no se contuvo las lágrimas en cuanto desempacaba sus cosas y en su cabeza evocaba cada recuerdo compartido que ya no podrían volver a rehacer.

[...]

Las gotas innecesantes chocando contra su ventana no hacían un ruido agradable, las detallaba caer una a una, deslizándose tristemente desde el inicio del vidrio hasta su olvidado alféizar. No tenía memoria de la primera vez que abrió esa ventana, echaba de menos poder hacerlo y sentir la brisa gélida de fuera. Sin embargo, el clima en Inglaterra nunca estaba lo suficientemente estable para hacer una cosa como esa. En muchas ocasiones, por sólo descuidos, la dejaba abierta y al llegar de sus clases encontraba su habitación hecha un desastre, producto de alguna lluvia repentina. Dejó de abrirla hacía mucho tiempo ya.

Pidió porque el clima mejorase, y cuando repentinamente paró la llovizna, tomó la decisión de ir por un café para seguir estudiando sobre su examen de final de trimestre. Montó la bicicleta que su madre compró para él, menejando a través del campus empapado, rogando porque no volviese a llover. En los cuatro meses que tenía ahí, ya se acostumbró a aparecerse húmedo en clases debido al mal tiempo, o simplemente caer en resfriados de un día a otro. Le seguía siendo insufrible el haber sido exiliado a aquella prisión de barrotes opulentos.

Se quitó su frondosa bufanda mientras leía con detenimiento el menú sobre su cabeza-el cual sabía de memoria-, pero qué de igual manera volvía a leerlo siempre que volvía. Pasaba mucho tiempo en la cafetería de tenues luces, susurros en demasía y olor a toffe derretido. Le gustaba pasar desapercibido, y justo ahí podía ser el don nadie que quería.

Quién lo diría, Hwang Hyunjin siendo un don nadie.

En esa parte del mundo existía el elitismo, y él sin desearlo en verdad, era parte de éste. Se trataba de un grupo exclusivo de chicos asiáticos con alto IQ-vaya cliché-, de los cuales todos, sin ninguna excepción, venían de familias muy adineradas. Para ellos, era muy serio todo este tema de la castidad de sus apellidos, y la única vez con la que pudo pasar tiempo a su alrededor, casi se le escapó una risa burlona por lo estúpidos que eran ante sus ojos.

—Buenas tardes, Hyunjin —Saludó amable la cajera que la mayoría del tiempo le atendía. Le sonrió en respuesta, agradecido porque hubiese mejorado en pronunciar su nombre—. ¿Ordenarás lo mismo?

Él asintió vago, tomando asiento en la mesa que frecuentaba. Estaba junto a librero y está daba hacia la ventana. No pasó mucho tiempo para tener el pedido que cada vez pedía: una magdalena de arándanos, y moccachino con extra de espuma. La joven cajera era toda sonrisas, y aunque lo dudaba, sabía que podría existir algún interés romántico hacia él. Lo ignoraba por completo, en su cabeza no había tiempo para cosas como esas. No existía un verdadero interés que lo moviese.

𝐻𝓊𝓇𝓉 𝑀𝑒 [𝐻𝓌𝒶𝓃𝑔 𝐻𝓎𝓊𝓃𝒿𝒾𝓃]✓ #Wattys2021Where stories live. Discover now