Capítulo IV

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La taza de café no logra quedar completamente vacía. He estado a punto de vomitar lo poco que tomé. Simplemente mi organismo no lo acepta.

Luego de un rato pago la cuenta y me voy del lugar. Una vez estando en casa me sirvo un vaso con sangre, aquel líquido oscuro calma mi estómago. Miro un rato el televisor pero no me siento tranquilo. Justamente tuve que dejar a medias mi encuentro con la señorita Smith.

El aroma a lavanda comienza a hacerse presente. Quizás pueda ser la solución a mi problema. Segundos después se escucha el timbre y voy a abrir.

—Hola vecino. Le traje esto —la mujer de a lado, Mary, me muestra un plato donde se ve un pastel.

Echo una mirada alrededor comprobando que no se encuentre nadie cerca. Con una sonrisa le invito a pasar, recibo como respuesta que sus ojos se iluminen brindándome una gran sonrisa. La mujer coloca el plato sobre la mesa cerca de la entrada. Cierro la puerta detrás mío y me acerco hasta donde ella. La obligo a voltearse y la beso ferozmente. Un anillo se aprecia en su dedo pero no importa. Sé que en realidad venía por esto, para que perder tiempo en estúpidas conversaciones, no tengo interés en ello.

Una hora después ella sigue tumbada a mi lado en la cama. Se la pasa hablando de su vida, su marido, sus hijos y cosas parecidas. Me estoy cansado de escuchar estas tonterías. Nunca me ha interesado saber acerca de las vidas o gustos de las mujeres. Las conversaciones solo son durante el ligue, luego de ello no hablo con ninguna.

Soy un desgraciado, no lo negaré.

Con la excusa que tengo mucho trabajo logro convencerla de volver a su casa. La guío hasta la entrada para checar que en realidad se vaya y no comience a inspeccionar la casa. La puerta se cierra casi en su nariz cuando seguía hablando.

Ayudó un poco pero aún no quedo completamente satisfecho. Tal vez este fin de semana deba viajar a un bar la ciudad para conseguir alguna que no sea humano.

Miro el plato con el pastel sobre la mesa. Los vampiros no comemos esta clase de alimento, no hay chiste en guardarlo si al final de cuentas no será consumido en absoluto por mí. Tomo el plato con una de mis manos y camino hasta el bote de basura. Estaba a punto de tirarlo cuando una incógnita pasa por mi mente.

—¿Será que le guste el pastel?

~~~

Mi reloj marca la misma hora en la que llegué ayer. Además de mi maletín con mi computadora y unos documentos, traigo conmigo un empaque desechable con un trozo del pastel. Ayer terminé por meterlo en el refrigerador en vez de tirarlo como tenía planeado. Miro el celular para perder tiempo hasta que la persona que espero llega.

—Buenos días.

Nos saludamos como es costumbre. Realiza lo mismo de siempre: se sienta en su lugar y saca un libro de su mochila. Me acerco para tomar asiento en la banca que de enfrente mientras coloco el plato desechable sobre su mesa.

—¿Qué es eso? —pregunta mientras deja su libro de lado.

—Lo recibí ayer pero no soy muy fan de esas cosas. Pensé que tal vez a ti te podría gustar —destapo el plato para vea el contenido de él.

Siendo honesto esperaba ver algo así como una gran sonrisa en su rostro. Tengo entendido que a la gran mayoría de los de su edad les gusta comer este tipo de postres. En cambio, su mirada no muestra la expresión que deseaba, más bien era como si estuviera analizando todo.

—No tienes que aceptarlo si no es de tu gusto —digo mientras vuelvo a tapar el plato.

—¡No! No es eso —me interrumpe rápidamente—. Gracias.

Sangre Mágica (Guerreros Celestiales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora