Epílogo.

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Años después...




—Disculpe doctora, allá afuera hay un hombre que insiste en que quiere pasar consulta con usted.

Hundo mi ceño y no logro entender lo que Glenda me está diciendo.

—Pero si yo soy una pediatra, no entiendo qué es lo que quiere, ¿no has llamado al 911? —ella sube sus manos a la boca y se paraliza.

—Disculpe señorita, ¿me va atender o no? —aparto mi mirada de mi asistente y veo unos ojos azules que parecían dos hermosos océanos despampanantes y llenos de inmensidad.

Mi corazón se paraliza por completo y dejo de respirar por un instante.

El tipo entra por completo y Glenda casi se va de espalada por mi reacción.

—¡No! —grita desesperada —Llévese todo, pero no nos haga nada —él sonríe y baja su mirada.

—En realidad solo me quiero llevar una cosa de este lugar —dice con esa voz suave y varonil que tanto recuerdo que lo caracterizaba —A la pediatra —Glenda lo ve, me ve a mí y luego vuelve hacer la misma transición.

—¿Ustedes se conocen?

—Claro —dice con una sonrisa de lado que me derrite.

Estaba hecho todo un bombón. Su mandíbula ahora es muy definida y sus cejas más espesas, su cabello oscuro tal como lo recordaba, con un corte varonil, pero un poco despeinado, estaba más alto y su cuerpo más ancho, casi les podría jurar que detrás de ese saco, hay un cuerpo escultural bien definido.

—¡Caramba! Doctora, ¿usted de donde conoce a este modelo? —su pregunta me saca del trance que me dio la impresión de verlo, y sonrío con mucha vergüenza, mis mejillas arden y creo que me estoy comenzando a poner muy roja.

—Él es un amigo —digo con mi voz temblorosa.

—Corrección —dice él, acercándose a mí con tanta seguridad que no puedo hacer otra cosa que ponerme de pie y salir de mi escritorio —No soy simplemente un amigo —él hace que nuestra distancia se quede a poco centímetro, me toma de la mano y me jala a su torso, se siente tan firme, que mis piernas comienzan a temblar —Soy el hombre que ha estado enamorado de esta hermosa chica, y que no ha pasado ni un solo segundo que no piense en este día, en decirle que la sigo amando con la misma locura de cuando éramos un par de adolescente. Abi —me ve más profundo y yo ya estoy echa un chocolate derretido.

Mi corazón se acelera por mil y ya no sé si son mariposas, u otra especie de insectos que revolotean en mi estómago, pero es inmenso lo que siento.

—¿Sí?

—¿Sabías que Dios hizo este día? —abro un poco mi boca y él acerca más su rostro, hasta que su nariz roza la mía.

¡Dios, este hombre esta divino!

—¿Lo hizo?

Yo ya no sé ni quién soy yo, solo sé que ya no puedo con tantas emociones.

—Sí —dice susurrando acercándose más a mí —¿Lo quieres? —y esa pregunta hace que me dé cuenta que sí, que era el momento, que no existía otra cosa que podría desear, que me sentía tan segura que podía darle mil si él me dejaba con las ganas como cuando éramos adolescente, porque de esta no se escapa.

—Lo quiero, y si tú no me lo... —no pude decir más, porque mi desesperación se notó en mis palabras.

Estampa sus labios a los míos y siento su suavidad, ese contacto tan agradable, se aleja un poco y los vuelve a unir haciendo un movimiento suave, que me hace erizar la piel, era como si estuviera descifrando cada partícula de mi ser, se despega un poco para hacer una pregunta.

—¿A qué saben los besos? —abro mis ojos y puedo notar un destello diferente en los de él, lo veo con deseo de seguir y le contesto con mi corazón a punto de salir de mi pecho.

—A ti —sonríe y vuelve a unir sus labios a los míos, haciendo que el beso sea aún más tierno que el primero, recorre sus labios ligeramente por los míos, sintiendo cada parte de sus sentimientos por mí, dejando saber el significado de un beso cuando dos personas se aman.

Se separa nuevamente de mí con una sonrisa de satisfacción y unos ojos enamorados que me derriten más.

—¿Quieres ser mi novia y la futura señora Gagnon?

—¡Dígale que sí! —y en ese momento me doy cuenta de que Glenda se había tirado toda la película.

De inmediato mis mejillas se tintaron y Jack se dio cuenta.

—El público dice que sí —Jack acaricia mi mejilla y yo cierro mis ojos, ya me hacía falta ese contacto tan delicado que solo él sabe hacer.

Abro mis ojos y le sonrío.

—Sí, acepto, quiero pasar el resto de mis días, de mis años, y lo que Dios nos quiera dar, a tu lado, te amo Jack. Te amo mi querido idóneo.

Y al decir eso, Jack me vuelve a fundir en otro delicado beso...

Muchas veces pensamos que nuestros tiempos son correctos, nos sofocamos tanto que dejamos de disfrutar de nosotros mismo, la historia de Jack y yo, es solo un breve ejemplo de lo que Dios tiene guardado para ti, y no hay nadie en el mundo que pueda quitarlo.

Así que ve con calma, tu idóneo llegara en el tiempo correcto, así tengas dieciocho, veinte, treinta, cuarenta o cincuenta... Dios lo hará, y te aseguro que será la mejor bendición de tu vida.

Solo espera el tiempo correcto.

"No existe magia, solo gracia"

Att: Dios, Abi y Jack.



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Querido Idóneo [Borrador] (Completa)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu