Capítulo 7

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¡Novios!

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¡Novios!

Eso eran, me di cuenta cuando Signia le comentaba a Melvin sin querer que el chico nuevo era el novio de Mayra, y que se había mudado hace unos días a Dallas para quedarse cerca de su novia.

—Sí, me di cuenta ayer que llego a la iglesia, pero lo extraño fue que el pastor no lo presentó, él siempre lo hace con los miembros, ¿Verdad Abi? —mi mirada está sobre la mesa analizando todo lo que dijo Signia ¿Se mudó solo para estar cerca de su novia? Debe quererla mucho para hacer eso —¿Abi? —Melvin me vuelve a hablar y entonces subo mi mirada.

—Sí, te escuche, y tienes mucha razón, es muy extraño que el pastor no haya presentado a los miembros nuevos de la iglesia, y más sabiendo que se van quedar por mucho tiempo ¿No?

—Bueno, perdón por meterme donde no me llaman —dice Anabel —Pero tal vez el pastor de su iglesia no los presentó porque ellos no quería que lo hiciera ¿No se han puesto a pensar en eso?

—Yo pensé en eso por un momento —interrumpe Melvin, —quizás son el tipo de familia que no les gusta que sepan de ellos.

Niego con mi cabeza, es muy certero el análisis de Anabel, a pesar que ella no es cristiana, le gusta de vez en cuando visitar la iglesia, pero nunca la termino convenciendo, es por esa razón que ella ya conoce todo las cosas que se hacen ahí, es más, le agrada el hijo del pastor, igual y creo que es solo un gustar platónico, además, el chico ya sabe que ella es libertina, así que ni se le acerca. Digamos que lo ha sabido llevar diciéndome que ese es mi idóneo, yo no lo creo, lo veo como uno de mis hermanos de sangre.

—Eso es lo más probable chicos, le preguntaré mañana que vaya a la iglesia —digo viendo en dirección a la mesa de Mayra, ellos se miran felices, sonrien y los demás a su alrededor los adornan de manera perfecta.

—Tal parece que son perfectos juntos—Signia me ve con una sonrisa en sus labios, se dio cuenta que los estoy viendo.

—Sí, hacen bonita pareja —afirmo —Me alegra saber que Mayra está feliz.

Y era verdad, a pesar que era muy linda, tenía buen carácter, nunca la vi humillando al prójimo solo por su belleza y posición económica, no me llevo mal con ella, bueno la verdad es que yo no me llevo mal con nadie, excepto...

—¿Iremos a los jugar bolos hoy? —Melvin me sonríe y acomoda sus lentes, tiene un color de ojos bonitos, son color caramelo. Me ve fijo y las chicas hacen una bulla de coqueteo. Las mato con mi mirada y se callan.

—Claro —él era mi amigo, y no otra cosa, lo conozco desde que estábamos en primaria y llegó a mi iglesia por primera vez, apenas tenía 7 años, era muy tierno. Miro sus ojos y le sonrío, y creo que lo sigue siendo —¿A qué hora pasarás por mí? —pregunto de forma divertida, haciendo muecas con mis manos —Acuérdate que mamá no me deja salir si no lo confirma con alguien de confianza.

—¿Te parece a la cinco?

—Bien —digo viendo como al lado de la mesa donde estoy, no hay nada de comer, pego una de mis manos a mi cara haciéndome ver cómo tonta, ni siquiera había ido atraer mi comida —Iré a buscar algo de comer, —informo— Pero antes, Ana ¿Vas a ir?

—Claro amiga —guiña un ojo y eso es para mí un total sí.

Sin esperar más me levanto para ir por mi comida.

El resto del día pasa lo más normal, trabajos, responsabilidades y muchas cosas que le asignan a los estudiantes para mantenerlos ocupados.

Al sonar el timbre de la salida, salgo como loca en busca del autobús para ir a buscar a mis hermanos, primero paso por Ricardo, que cuando me ve de lejos arruga la cara, y camina rápido hacia la salida para toparme muy lejos de donde estan sus amigos, deseando internamente que yo no los viera para no hacerlo pasar vergüenza de nuevo.

Le sonrío y mi lado malvado sale a flote.

—Dulce pastelito —mi voz chillona era más molesta de lo normal —¿Qué tal tu día? ¿No te hiciste caca en los pantalones? —Ricardo camina hacia a mí con ojos de fuegos.

—Me las pagarás —amenaza con voz baja.

—Yo también te extrañe —subo mis dos manos a sus mejillas y se las pellizco como bebé

Ricardo se parta inmediatamente y se apresura dejándome atrás.

Sé que me odia en estos momentos ¿Pero qué puedo hacer? Yo lo amo, amo molestarlos como ellos lo hacen conmigo.

Nos subimos al autobús en busca de Enrique y llegamos a la casa sanos y salvo antes de la hora que tenía propuesta.

—Mami llegamos —digo entrando a la casa junto con mis hermanos.

Silencio total.

—Eres tonta ¿O qué? —Ricardo entra por completo tirando la mochila en una pequeña mesa donde contenía una foto familiar —Es obvio que mamá no ha regresado, si te pidió que fueras nuestra niñera fue por algo ¿No? —su cara de pocos amigos me convence en un dos por tres.

—Exacto —dice Enrique —Quiero comida.

Ruedo mis ojos y voy a la cocina.
En el congelador había una notita de mamá.

Les deje una rica lasaña aquí dentro, solo la calientas en el horno y comen, llegaré en cuanto me desocupe, no te olvides de guardar la ropa que te deje en tu cama, no seas floja, recuerda que eso no es de Dios.

Besos y abrazos.

Pego un chillido débil de cansancio, hasta en la notas tiene que sacar a relucir esa palabra, ni modo, ya sabía cómo era ella.

Abro el congelador y saco la lasaña para calentarla y darle de comer a estos dos leones hambrientos.

Tiempo después mientras comíamos pensaba en Mayra y Jack, mi deseo porque él tuviera una chica que lo hiciera ser menos odioso, fue un fracaso, ella es linda, con unos modos agradables, pero Jack no, a no ser que...

—¡Es conmigo la cosa! —escucho mi voz resonar por el comedor de la cocina y Enrique junto con Ricardo me ven confundidos.

—Le diré a mamá que volviste a hablar sola de nuevo —dice Enrique sonriendo con malicia.

—Eso hermanito —Ricardo le aplaude con una gran sonrisa de boca abierta, casi convirtiéndose en risa —Dile a mamá que a la unicornio se le zafaron las tuercas.

—En la próxima los dejaré morir de hambre, malagradecidos—cruzo mis brazos molesta y ellos solo se ríen como de costumbre.

Me levanto de la silla y salgo del lugar con mi plato de lasaña para terminarlo de comer en mi cuarto, no iba a desperdiciar algo tan rico solo por estar molesta con ese par de malvados que tengo como hermanos.

Abro mi habitación y casi boto mi comida por lo que veo, Susi y Almendra estan tirada como si estuvieran en una playa sobre mi ropa recién lavada, y eso no es todo, señor Gruñón está en un rincón masticando algo, apresuro mis pasos y mis ojos casi se salen al ver lo que mastica tan de prisa.

—¡Qué hiciste! —grito tirando mi plato para llevar mis manos a la cabeza.

Querido Idóneo [Borrador] (Completa)Where stories live. Discover now