Capítulo 52.

846 131 97
                                    

Narra Jack.

En ocasiones me despierto sudado y con recuerdos de mi pasado.

La noche en que Kay me seducía y yo caía en su trampa una y otra vez, el día en que acepté ser el novio de Mayra por compromiso, y el momento en que deje de creer en la idea de que Dios existía.

Subo mi mano a mí rostro y está helado. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me quedé dormido, pero creo que ya es tarde.

Puedo ver rayos fuertes del sol filtrar por mi ventana a través de las cortinas claras.

Intento levantarme y mi teléfono se ilumina dándome una alerta. Ni si quiera tuve tiempo de colocarlo en un lugar seguro.

Vaya cansancio que traía.

Deslizo la pantalla y veo un mensaje en mi calendario.

Cumpleaños de Abi.

¡Oh por Dios!

Pego una de mis manos a mí rostro y golpeó la mesa de noche.

Son las doce del mediodía y yo pensando que iba a ser el primero en de felicitarla. Mi intento por sorprenderla, ha fallado.

He quedado como un tipo olvidado y estúpido.

Quiero llorar y caer de nuevo a la cama, hay días en que solo quiero eso, he tratado de mostrar mi mejor rostro para los demás, pero hoy estoy colapsando.

Muchas veces se cree que el cambio de una persona es magnífico, pero no saben cómo ella batalla día a día con luchas internas, con recuerdos que lo atormentan una y otra vez.

El enemigo se empeñan en que retrocedas, en que regreses atrás, y como cuesta desviarlo muchas veces.

He pasado noches enteras orando hasta la madrugada, aferrándome a Dios.

Pero hoy siento que decaigo, que ya no puedo más.

Caigo a la cama de nuevo pero está vez marcando a Abi.

Suena dos veces y contesta.

—Hola.

—¿Me perdonas?

Ella se queda en silencio por unos minutos.

—¿Perdonarte? ¿Por qué?

Cómo amo a esta chica, quiero tenerla aquí ahora, a mi lado, decirle lo que estoy pasando, está batalla interna que me está sobrepasando, pero ella no se merece eso el día de su cumpleaños, me necesita fuerte y feliz para hacerla sentir feliz también.

—Por ser un idiota y no llamarte hace cuatro horas.

—No pasa nada —dice tan tranquila como casi siempre.

—Abi, yo... —respiro y saco aire —He estado planeando este día por varias semanas y... —tengo ganas de llorar, me siento frustrado al ver que mis planes se van abajo por esta ansiedad que me está aumentando —Abi...— vuelvo a repetir su nombre y esta vez sonó como un llamado urgente.

—Jack, ¿estás bien? —mi garganta se reseca y no puedo responder, solo le pido a Dios y esas ganas tan locas de que ella esté aquí para abrazarla, necesito, necesito de ella —Jack, contéstame por favor.

Hago un esfuerzo por mejorar mi condición y no puedo.

—Quiero que vengas, te necesito —digo casi llorando.

No me avergüenza demostrar mi debilidad con Abi, ella es la primera chica en la que demuestro muchas cosas que no sabía que tenía, con ella simplemente deseo ser yo.

—Voy para allá —me informa y cuelga.

Dejó caer el teléfono y me sigo repitiendo una y mil veces lo estúpido y desconsiderado que soy.

Cierro mis ojos con fuerzas y mis lágrimas salen.

Culpabilidad.

Esa palabra impregna mi mente y mis lágrimas salen desbordadas.

Fui culpable de hace sentir mal a cada persona que estuvo a mi lado, incluso a Abi.

Recuerdo el día que la trate tan mal, sin explicaciones, sin nada en que basarme para decirle aquellas palabras tan hirientes. Ahora soy culpable de que ella no disfrute de su cumpleaños como se lo merece.

Trago saliva las veces que puedo para poder respirar.

Sentía que ya no podía.

Me quedo así por mucho tiempo.

Escucho golpear la puerta y no respondo.

—Jack —la voz de mi madre me pone en alerta, no quería que me viera de esta forma —Abi está aquí —hundo mi rostro en la almohada y trato de escucharme normal.

—La puedes hacer pasar, ¿por favor? —la puerta se abre y veo en medio de mi oscuridad a Abi caminar hasta a mí. Se sienta sobre la cama, muy cerca de mí. No sabía lo mal que me encontraba, hasta que sus ojos preocupados me miran. Sube su mano y acaricia mi cabello con dulzura.

—¿Qué tienes, Jack? —sonrío en medio del dolor y mis lágrimas.

—Siento que me hundo —ella abre su boca para decir algo, pero creo que no sabe cómo empezar. La he puesto en un momento complicado, ella nunca había visto esto, estoy seguro. Me levanto para sentarme sobre la cama y acariciar su rostro —Lo siento...

Ella me abraza muy fuerte y yo lloro más.

Muchas veces he escuchado que los hombres no deben de llorar, que no deben de demostrar debilidad. Que sí o sí tienen que ser el sexo fuerte. No es mi caso, siempre he pensado que demostrar lo que sientes con personas correctas, no te hace menos, todo lo contrario. Si amas a alguien, esa persona merece conocerte con todo lo que batallas.

—No tienes que disculparte —dice en voz baja —No sé lo que tienes, pero aquí estoy.

—Te amo, Abi —ella deja de respirar por unos segundos y yo la atraigo más a mí, hasta que no quede nada de espacio —Eres el mejor regalo que Dios me ha dado.

—Jack...

—No sabes cuánto espere tener este momento, saber que la persona que está junto a mí, es la correcta, porque lo siento, lo siento con toda mi alma.

—Yo...

—Abi, tú me haces crecer —me despego de ella y arrullo su rostro en mis manos —Tú has hecho que mis días grises se conviertan en soles —ella sonríe y sus ojos empiezan a brillar —Le agradezco a Dios una y mil veces por dejarme pasar por procesos dolorosos, porque aunque ahora estén rebotando en mi cabeza para lastimarme, aprendí que tenía que pasar por eso, para poder llegar a ti —bajo mi mirada pensando en muchas cosas —Sé que falta un par de días para que me vaya, pero mi corazón se quedara aquí, para siempre contigo.

—¿Es necesario que te vayas? —pregunta casi a punto de llorar.

Asiento con la cabeza.

—Muy necesario, sé que Dios quiere que termine de sanar —ella sonríe y me vuelve abrazar.

—Entonces disfrutemos estos momentos.

—Abi, confiemos en Dios, confiemos en todo esto que nos está sucediendo, él sabe cómo hace cada cosa —ella se despega de mí y besa mi mejilla. Un gesto demasiado dulce que conmueve todo mi ser.

Ambos sonreímos y ni siquiera recuerdo las horas que me ahogaba en recuerdos del pasado.

Me cerco a ella y le susurro —Feliz cumpleaños dulzura.



Querido Idóneo [Borrador] (Completa)Where stories live. Discover now