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Tras despertar, había pasado un buen rato en mi habitación, ordenando el desastre de la tarde anterior y guardando mis cuadernos de apuntes, lápices y papel que serían de utilidad en caso de que nuestra investigación resultara más exhaustiva de lo previsto.

Recibí en el transcurso varios mensajes de Hunter, en los que me indicaba que pronto estaría en casa y nos iríamos.

Hanna y Cliff nos acompañarían, desde luego.

Pero ellos llegarían por separado.

—¿Tan pronto te vas? —preguntó mamá.

—Sí, Hunter quedó en pasar por mí después del desayuno —fue mi respuesta.

—Ah, claro.

—Recuérdame a qué vas a la biblioteca con Hunter —quiso saber mi padre, haciendo su aparición desde la cocina.

—Pues a quemar los libros —dije irónicamente.

Mamá soltó una risita.

Papá, en cambio, me señaló con su taza en señal de advertencia. A él no le gustaba que yo hiciera ese tipo de comentarios, y no lo podía evitar. Sostenía en sus manos una humeante taza de café y en la otra, su eventual periódico del domingo. Su cuerpo compacto se plantó ante mí, su cabello mostraba matices blancos por la edad, pero sus ojos color avellana, igual que los míos, seguían intactos.

Papá trabaja en las oficinas municipales de Hillertown, su ocupación básicamente consiste en mantener el control de los proyectos que se ejecutan y también del presupuesto que tienen a disposición.

Mamá, por otra parte, posee un cuerpo estrecho y delgado, su cabello rubio corto encaja con su rostro ovalado. Heredé pocos rasgos físicos de ella, sin embargo, ser una mujer seria, decidida, independiente, responsable y amorosa, me inspiró a buscar mi propio concepto del mundo. Mamá trabaja como repostera en un restaurante, que ha ganado prestigio gracias a sus ideas.

Ella admite que no requiere esfuerzo, pero sí pasión y sobre todo, creatividad e innovación para complacer a los clientes.

—Ya me tengo que ir —me apresuré en decir.

Me acerqué a mamá y le di un abrazo, luego hice lo mismo con mi padre pero él lo prolongó más de la cuenta y, antes de soltarme finalmente, me dio un beso en la coronilla, de la misma manera que cuando yo era niña de cinco años.

—Cuídense mucho. Y recuerda estar aquí para la hora del almuerzo —concluyó mamá.

—Llámanos si necesitas algo. Ten, seguro se divertirán —papá me dio algo de dinero y como modo de agradecimiento, lo abracé de nuevo y le di un beso en la mejilla.

—Gracias. Nos vemos.

Atravesé el resto de la sala, deseando estar fuera, sentir la calidez de los rayos del sol y sentirme más relajada una vez que esté con Hunter y mis amigos. Mis padres se quedaron de pie frente a la puerta, mientras yo me alejaba y dejaba escapar un largo suspiro que me tenía el pecho apretado y lleno de angustias.

Debido a que la Biblioteca Sky estaba a unas varios kilómetros, Hunter tomaríamos el bus en la intersección, luego tardaríamos alrededor de veinte minutos en arribar. Además, teníamos que caminar unas cuadras extras, cruzar el Cementerio Stone y el Centro Comercial Ridge.

Nuestro recorrido estuvo tranquilo; Hunter se esforzaba en olvidar lo de su ojo. Esa mañana en particular, parecía más animado, incluso advertí que su mirada tenía más vida. Sin embargo, al cruzar la calle, me detuve en seco observando una mujer y...

—Me parece que es muy grande para ser un perro —le dije a Hunter.

—¿Cuál perro?

—Ese de ahí —al pie de los escalones, me giré para señalar con la mirada a la mujer y su mascota robusta, de un color oscuro como la obsidiana, que nos miraban fijamente. Pero ya no estaban.

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora