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—¿Cuál es su nombre?

—Miranda Roux.

—¿Recuerda cómo llegó aquí?

Sí, claro que lo recuerdo.

—No —respondí.

—¿Qué fue lo que le pasó?

Muchas cosas; buenas, malas, y luego están las catastróficas.

Hunter, mi novio, por ejemplo, sufrió un raro accidente en uno de sus ojos y luego de unos días, enloqueció para luego quitarse la vida, lanzándose desde el segundo piso del hospital. Me quedé sola, triste y devastada, además de que me negaba a aceptar su muerte, así que recurrí a algo del cual estoy segura que me arrepentiré después.

—No lo recuerdo —susurré.

—¿Se siente bien?

Claro que no.

Estoy condenada y no sé qué será de mí...

Y estoy segura que hay algo dentro de mí que está matando lentamente.

Miré mis manos y sacudí la cabeza, casi deseando borrar de mi mente lo ocurrido, especialmente el dolor. Lo que hice estuvo mal, pero estaba desesperada y quería a Hunter de nuevo conmigo, porque él es el amor de mi vida y siempre lo será.

Veía las luces del vehículo de la policía iluminado la fachada del cementerio. El frío era soportable pero yo estaba temblando; mis palabras apenas podían salir de mi boca y me costaba pensar en algo coherente.

Un grupo de policías armados estaba inspeccionando el área; otros estaban atentos por si algo malo ocurría y una mujer, que estaba conmigo en el interrogatorio, trataban de explicar cómo una chica aparecía tendida en medio de la nada.

—¿Le dijo a alguien adónde iba?

Sí, lo hice.

Pero, nadie sabía qué haría exactamente.

Estuve a punto de colgar un cartel publicitario donde ponía que estaba por dejar ir a Hunter y que sería la despedida definitiva para los dos. Sin embargo, surgió una oferta muy tentadora y la acepté, aunque no era yo la que había hecho el trato.

Sino alguien más.

Y ese era Arthur Grace.

—Mis papás, ellos saben —mentí, apretando y aflojando los puños—, también Hanna y Cliff, mis mejores amigos —repuse, tragando saliva—. Y... Hunter.

—¿Quién es Hunter? —el hombre enarcó una ceja, dejando a un lado su bloc de notas, para verme con ligero desconcierto.

—Mi novio. Es un chico muy lindo y encantador. Cumplimos tres años de noviazgo hace unas semanas —murmuré, esbozando una sonrisa—. Y está vivo, probablemente descansando con su familia.

El hombre estudió mi repuesta, aunque parecía realmente confundido.

—Interesante, señorita Roux. Dígame, ¿habló con alguien más?

Sí, Arthur Grace, ese hombre que me manipuló y no sabía dónde estaba ni por qué me había dejado sola, tendida en el suelo, mientras las hormigas trepaban en mi cuerpo y sentía el suave ronroneo de un gato cerca de mi oído derecho.

Cuando desperté, me di cuenta que el gato era mi única compañía.

—No, jamás lo hice —mentí, una vez más.

—Muy bien. ¿Vio algo extraño antes de desmayarse?

Por supuesto.

En el fondo, solo recuerdo la voz de Arthur elevándose como el humo y el fuego que nos envolvían; más tarde una presencia cobró fuerza dentro del límite del ritual y fue aquello que me derribó de forma brusca.

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora