» 31 «

28 2 0
                                    

Ya en el restaurante chino, me sentía más relajada.

Música tranquila y suave se escuchaba en el complejo. Había poca gente y en la mesa del centro, estábamos los tres. Hanna sentada a mi izquierda y Hunter a mi derecha, los tres eligiendo nuestra orden del menú plastificado.

Nuestra orden fue servida en cuestión de minutos.

Mientras comíamos, me fijé que tanto Hanna como yo, carecíamos de experiencia sujetando los largos y frágiles palillos de madera. Me resultaba penoso ver que parte de mi arroz se deslizaba y caía en el mismo sitio, una y otra vez.

Hanna, sin embargo, parecía haber perdido el apetito luego de intentar torpemente vaciar su plato de arroz.

—Soy muy mala en esto —murmuró ella, rendida en su totalidad.

Bufé, inclinándome hacia atrás, diciendo:

—Igual yo. Ni siquiera sé por qué acepté venir aquí.

Dejé los palillos sobre la mesa, algo molesta conmigo misma.

—Lo único malo aquí, es desperdiciar la comida de esa manera, mujer —Hunter negó varias veces con la cabeza—. Tu madre estará furiosa cuando se entere —se mofó él.

—¡Ah, cállate!

Hanna se levantó, indignada, tomó su mochila y sin mediar palabra, se fue.

Lo único que alcancé a divisar, estirando el cuello, fue que ella se dirigía a un mesero, este le hacía señas y luego se perdía entre las puertas que, en lo alto de la pared, tenía un rotulo donde se leía: BAÑOS.

Hunter chasqueó la lengua.

—¿Qué le pasa? ¡Solo estaba bromeando!

—Hunter, eso no se hace —le dije, irritada—. Hiciste que se sintiera mal. Tanto tú como yo lo sabemos.

—Ya, lo siento. Iré a disculparme con ella —Hunter se disponía a levantarse, pero me adelanté y lo detuve.

—Trataré de calmarla y hacerla entrar en razón yo misma. Si lo haces tú —lo señalé con la mirada, conteniendo la ira—, es probable que Hanna termine por arañarte la cara. Cuando está enojada, nadie es capaz de detenerla.

Hunter se tocó el rostro de forma automática.

—En seguida vuelvo —repuse.

Seguí la misma ruta que Hanna y la encontré frente al espejo, maquillándose.

—¿Necesitas algo?

—Quiero irme a casa —respondió.

—¿Te... te sientes bien?

Ella negó, su cabello rojo bailó en el aire durante unos segundos.

—Me duele la cabeza, solo es eso.

Ne acerqué a Hanna de manera sigilosa.

—¿También escuchas las voces?

—No, claro que no.

—Ah, bueno.

No quise acercarme demasiado al espejo.

El recuerdo del perro saliendo del cristal todavía me seguía traumando.

—Perdona a Hunter, él...

—Lo sé, Miranda —me cortó ella—. Me comporté como una idiota allá afuera.

—No es verdad. Hunter empezó todo.

—Yo tuve la culpa en aceptar venir con ustedes.

De algún modo, eso me hizo sentir culpable.

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora