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Respirando varias veces, me dije que él no era mi padre, alguna vez lo fue, claro que sí, pero el hombre sin vida que estaba frente a mí, era un completo desconocido, alguien que tenía una energía oscura en su cuerpo por mi culpa y trató de matar a Holly.

Aun así, me dolía ver la forma en que murió.

Llorando en silencio, rebusqué en sus bolsillos hasta encontrar la copia de la llave.

Logrado eso, acaricie el rostro frío de papá.

—Perdóname, no quise que pasar esto —sollocé—. Ustedes no tenían nada que ver en esto. Es mi culpa, todo es mi culpa.

Coloqué mi mano encima de su corazón, que ya no latía y, antes de irme, le di un beso en la frente y por fin salí corriendo.

Pero, mamá intervino en mi camino.

Tenía el rostro inexpresivo y blanco, el cabello enmarañado y la sangre en su mano estaba seca. Se acercó a mí, sin expresar palabra. Retrocediendo, traté de razonar con ella, sin embargo, sabía que no funcionaría.

—Detente, mamá —susurré—. No lo hagas, por favor...

Ella seguía sin hablar.

—¡Déjame ir! —le supliqué.

Mamá se lanzó sobre mí y atacó, presionando con fuerza mis brazos.

—¡Me lastimas! —yo intentaba zafarme de ella, dando patadas y soltando chillidos frenéticos. Y antes de que ella pudiera hacerme algo, una sombra oscura saltó y la derrumbó, emitiendo gruñidos.

Era el Dwaal, aquella criatura enorme que me perseguía incluso en sueños y ahora me estaba defendiendo de mis padres, asesinándolos. Y no sabía muy por qué lo había hecho.

Sin esperar una respuesta, salí huyendo de ese lugar.

—¿Lo conseguiste? —preguntó Holly al verme llegar.

—Sí, lo hice. ¿Sabes manejar? Porque yo no.

—Cuando naces y creces en la ciudad —respondió Holly—, hay cosas que aprendes antes que los demás.... espera, ¿y mi teléfono? ¡Necesito mi teléfono!

(Todos deténganlas).

—¡Olvídalo! ¡Tenemos que irnos ya! —exclamé.

(Intrusa).

—¿Y tus padres...? —repuso ella.

(Detengan a la intrusa).

—¡Están muertos! —siseé, al borde de las lágrimas—. ¡Están muertos por mi culpa!

Sentía la angustia, aquella aflicción mezclada con el aturdimiento y la culpa debilitando mi cuerpo, tanto era mi horror que las náuseas tensaban mi estómago. Me sudaban las manos, no podía controlar el temblor del resto de mi cuerpo y por más que intentaba asumir el duelo, no podía; estaba atrapada en una profunda alteración.

(Bloqueen las salidas).

(Hagan algo).

(No dejen que escape).

Las voces rugieron y se alzaron como un coro enardecido amplificándose en mi cráneo; me sujeté las partes laterales la cabeza y empecé a gritar. Desagradable, era muy desagradable porque parecían tener una punta afilada y cortaban todo a su paso.

—¡Miranda! ¿Qué tienes? ¿Estás bien?

(Intrusa).

(Hagan algo).

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora